Campanilleros (España)

 


Llegada la Navidad, tradicionalmente en España, se han venido cantando, escuchando siquiera, los Villancicos. Idílicamente, si se permite recordar, cuando muchos celebraban la Nochebuena en familia frente a una chimenea, una estufa donde se asaban castañas o arrebujados bajo las faldas de una mesa camilla calentados por un brasero de carbón ardiendo, se tenía a mano una zambomba, panderetas, una botella de anís sobre cuya tallada superficie, rascándola, podían conseguirse sonidos musicales.

Y más o menos al unísono, las voces entonaban esas sencillas canciones aprendidas en la infancia, de generación en generación, que evocaban el Nacimiento del Niño Dios. Pero ¿de dónde vienen los villancicos?, ¿cuándo surgieron? Se asegura que el más antiguo es del siglo IV, "Iesus Refulsit Omnium", atribuido a San Hilario de Poitiers. Pero es en la Edad Media cuando en verdad tuvieron mayor difusión en Europa. La raíz de su denominación obedece a que los componían e interpretaban gentes del pueblo, de las villas, de ahí que se los llamaran villanos. Que darían con el tiempo el nombre de Villancicos a unas canciones que relataban sucesos ocurridos a lo largo de todo un año, cual si se tratara de "un periódico sonoro". En esos orígenes no había alusiones de ningún tipo religioso, sino que abundaban en referir historias de amores y desamores tenidos por las gentes de cada lugar, o de sus trabajos en el campo o en la artesanía. Y como con el paso de los años fueron manteniéndose esas costumbres cuando expiraban los doce meses, la Iglesia encontró en esos mensajes una fórmula para ir divulgando la venida al mundo de Cristo. La procedencia del Villancico, en su origen “cantarsillos de villa y de villanos” y de origen agrario, es confirmada por Menéndez y Pelayo, datándolos en la Alta Edad Media como forma más común de canción lírica y expresión popular. Otro importante referente es localizado por Rodrigo De Zayas, quien encuentra su origen en la moaxaja, pieza poética inventada por Muquaddam Ibn Muaffa, conocido como “El Ciego de Cabra”.
El mismo De Zayas atribuye al maestro de capilla de la Catedral de Sevilla, la creación en el siglo XVI de las villanescas espirituales, germen de los villancicos navideños. Fue tanta la popularidad de estas villanescas en Sevilla, que a pesar que a Felipe II no le hacía gracia que no se cantara en latín en un templo religioso, pero a la gente le daba igual que lo prohibiera. Era la expresión del pueblo y eso estaba más allá del Concilio de Trento. Autores anónimos, o cuyos nombres no hay manera de hallarlos en ninguna parte, fueron creando en los últimos siglos piezas que han resistido el paso de los años. Desde luego los más repetidos pertenecen a la centuria anterior, en la que con respecto a España se cuentan, sí, con aportaciones de relevantes poetas, como García Lorca, Juan Ramón Jiménez, Rafael Alberti, Gerardo Diego… El origen de la figura de los “Campanilleros” como hombres que iban tocando una campana llamando a la gente a acudir a la misa del Alba para el rezo del rosario viene de muy antiguo. Cuenta Ignacio G. Soriano en la Revista Plaza de San Juan nº 40. Burgos que “a finales del siglo XVII y sobre todo en el XVIII, unas cuadrillas comenzaron a rondar las calles de los pueblos de Andalucía y Extremadura los sábados de octubre cantando canciones religiosas. Lo hacían, al parecer, bajo el impulso de unos frailes capuchinos, anunciando y rezando el rosario, que desgranaban a primera hora del día.
La costumbre se consolidará en lo que conocemos como Rosario de la Aurora. Estos coros se acompañaban de instrumentos simples-triángulo, guitarra primitiva, cascabeles, zambombas, entre los que se hallaban los collares de campanillas con que se adornaba a las caballerías. De aquí nació el nombre de los integrantes de estas trovas, y más adelante, el del género aflamencado”. Los Campanilleros tienen una larga, antigua proyección popular. El nombre está asociado a unos hombres, campesinos en su mayoría, que iban tocando unas campanillas con cuyo sonido recordaban a sus vecinos de cada pueblo que debían sumarse en procesión a la Misa del Alba para el rezo del Santo Rosario. Ello sucedía a finales del siglo XVII y el XVIII, muy en concreto en comarcas andaluzas y extremeñas. Unos coros y acompañamiento de guitarras ponían un fondo de música popular a las canciones que iban desgranando cuantos fieles acudían a esa cita religiosa. El eco de los sonidos de las campanillas o cascabeles procedentes de las caballerías resonaba camino de la iglesia de aquellos Rosarios de la Aurora. Las canciones de entonces fueron ya en el siglo XX más concretamente en sus letras dedicadas a la venida del Hijo de Dios. Y entonces, "Los Campanilleros" ya no fue un Villancico, sino una modalidad dentro de un género ligado al Flamenco. No puede decirse en puridad, escuchando "Los campanilleros" que es sólo un título: existen diferentes letras de canciones así denominadas. Varían los seis versos asonantes primitivos. Eso sí, el fondo musical suele ser el mismo. Se cree que el primer "cantaor" que popularizó "Los campanilleros" fue Manuel Torre, un "cantaor" legendario nacido en Jerez que en 1929 grabó su creación. Tres años más tarde, Dolores Jiménez Alcántara, conocida como La Niña de la Puebla grabó su versión, con letra de su padre y adaptación musical de ella. Otros autores conocidos son Juan Varea y El Agujeta. Hoy en día pocos se lanzan a cantarlos; entre ellos, José Mercé, José Menese y Rocío Jurado. También surgen versiones en estilos menos usuales, como el caso de Supersubmarina, una banda de Rock Indie.  Hoy los grupos de Campanilleros se reparten por todos los pueblos andaluces y se escuchan aflamencados cantes navideños por cualquier calle andaluza, pero nunca falta al son de las campanillas esta canción.

 













































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