Chuchumbé (México)

 



El Chuchumbé, también denominado Son de Chuchumbé, es una pieza musical mitad nueva y mitad tradicional, perteneciente al Son Jarocho, popularizado en México a mediados del siglo XVIII y que sigue siendo interpretado en su versión moderna en conciertos y en los fandangos, en diversas zonas del estado de Veracruz.

Esta pieza se destaca por su letra que denota un carácter sexual, así como la crítica y sátira social. Este son tenía como objetivo aparente la diversión desinhibida de quienes los interpretaban. También señalaba en su contenido a manera de crítica, la clara contradicción que existía entre la castidad predicada por los religiosos y las prácticas sexuales de los mismos. El Chuchumbé tiene sus raíces en la cultura musical africana, mientras que el desarrollo de los versos y el baile fue generado en su mayor parte por la población afrodescendiente en Cuba y México. El origen de la palabra Chuchumbé (que puede interpretarse como el pene o el acto sexual), tiene relación con el Cumbé, que se refiere a las danzas donde los participantes juntaban ombligo con ombligo, y que invitaba a disfrutar del baile de manera sexual. La primera versión registrada de los versos del Chuchumbé se dio el 20 de agosto de 1766 en Veracruz, en tono de denuncia por Fray Nicolás Montero, quien denunció ante la Inquisición de México este Son y baile que se popularizó rápidamente en esa ciudad. El mismo Montero mandó al Santo Oficio de Veracruz una descripción de las características del canto y el baile. Hoy en día, el Chuchumbé es interpretado recurrentemente en conciertos y fandangos en Veracruz y otras partes de México y del mundo, donde haya gente de origen jarocho. Algunos grupos reconocidos que interpretan el Chuchumbé son: Mono Blanco, Recoveco, Sonex, Siquisirí, Soneros de Tesechoacan, Grupo Estanzuela, Son de Madera, etc.

Los versos y el baile que se mostraba en el Chuchumbé escandalizaron a las autoridades eclesiásticas, y tras la examinación de la denuncia de Fray Nicolás Montero, la Inquisición de México prohibió con la mayor urgencia el 27 de octubre de 1766. Esta prohibición duró cerca de 40 años, siendo renovada por lo menos desde 1766 a 1802. Entre los cientos de coplas y bailes jocosos y licenciosos que prohibió la Inquisición novohispana en el siglo XVIII para reprimir las efervescencias de la expresión popular y tratar de reducir el relajamiento en las conductas festivas, destaca un son malicioso; el Chuchumbé. Por necesidad burocrática, la Inquisición recogió por escrito sus coplas, por lo que con más o menos exactitud, las fijo estilística y hasta gramáticamente en aquel momento. No se descarta la posibilidad de que el modelo del Chuchumbé fuese “culto”, pero reapropiado por los grupos marginados que lo reelaboraron al gusto de sus propias normas. El son del Chuchumbé siguió siendo interpretado y enseñado a través de la herencia cultural a pesar de su prohibición, y sigue siendo interpretado en sus muy variadas versiones actuales. En 1934 Gabriel Saldívar dio noticias del Chuchumbé, señalando su posible origen cubano y de extracción popular. Unos años más tarde, en 1946, el ilustre escritor cubano Alejo Carpentier, lo mencionó en unas cuantas páginas de su libro “La música de Cuba”. En 1958, Pablo González Casanova, le dedicó tres páginas al Chuchumbé en su conocida obra “La literatura perseguida en la crisis de la colonia”. Pasó a ser un gran ejemplo entre otros sones de la tradición musical jarocha que mostraban desacuerdo y crítica hacia los valores sociales establecidos y discrepancias de las acciones de la iglesia y de sus representantes con los valores que predicaban. Los versos son propiamente lo único que se conoce del son del Chuchumbé y no existe registro de cómo sonaba. en ese sentido lo que se escucha actualmente es un son nuevo. La música actual y algunos versos fueron compuestos por Gilberto Gutiérrez Silva, del grupo Mono Blanco. La música tiene un ritmo de 4/4 y está emparentada con la Bamba. El Chuchumbé como danza, es un baile de parejas. Los pasos son muy similares a la Bamba con la diferencia de que el estribillo es completamente distinto, y tiene una parada inesperada, un remate para quienes zapatean que permite infinidad de variantes.

 

 


 

 











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