A mediados de los años 50 se creó el estilo musical Rockolero, gracias a las
grabaciones de Olimpo Cárdenas y, poco después, Julio Jaramillo. Sin
embargo, para remontarse a los orígenes mismos de la Rockola ecuatoriana, hay
que resaltar la labor musical de pasilleros y boleristas en décadas anteriores.
Por ejemplo, en los años 40, Carlota Jaramillo sentó las bases de
la interpretación vocal del Pasillo, mientras que Luis Alberto Valencia, y
antes que él, Enrique Ibáñez (en los 40 y 30 respectivamente), habían
determinado las líneas musicales que seguirían el Pasillo y el Bolero.
El Pasillo,
el rey dentro de la Rockola, había nacido a su vez de dos movimientos artísticos
ecuatorianos importantes. Primero, la parte musical procedía de los
compositores y músicos nacionalistas de fines del siglo XIX, como Amable
Ortiz, y principios del XX, como Paredes Herrera, mientras que los
textos procedían de los poetas como Medardo Ángel Silva, Arturo
Borja o Ernesto Noboa. Por lo tanto, el Pasillo refleja
absolutamente el sentir nacional ecuatoriano, y es por ello que continúa siendo
un ritmo tan popular luego de haber transcurrido más de un siglo y medio de su
nacimiento. La música Rockolera ecuatoriana trasciende
como un género desde una construcción cultural única. La crítica cultural de la
comunicación aplica renuentes transformaciones a los valores establecidos por
los sectores populares, pero existen varias limitaciones creadas desde el
concepto mismo de cultura que escamotea ciertas realidades teóricas sobre los
fenómenos de crítica entre lo popular, masivo y académico. Los análisis
críticos culturales permiten cierta transdisciplinariedad de la comunicación,
la búsqueda por la autodefinición de lo que realmente significa el carácter Rockolero
de la música ecuatoriana, las incidencias del género y sus valoraciones como
parte de la estructura cultural constituye un desafío palpable de una realidad
aún oculta en prejuicios moralistas sobre los verdaderos centros de identidad
cultural. De esa forma, las teorías críticas de la comunicación permiten
comprender la riqueza de la música como enclave del espíritu ecuatoriano a
nivel global. El género Rockolero fusiona lo popular de la
convergencia entre las multitudes, fortalece la identidad cultural y el manejo
de símbolos de correlación entre millones de compatriotas a nivel mundial: la
música Rockolera es un fenómeno digno de ser analizado bajo la lente
comunicacional. Desde los últimos cuarenta años la fortaleza de su expansión
alcanzó una originalidad creativa y fuerza que permite la apropiación de una
identidad camuflada entre lo comercial y lo difundido. Los fenómenos
migratorios, eventos masivos y búsqueda de la identidad permiten una vorágine
de la producción musical a gran escala, pero no existen, hasta la actualidad,
estudios académicos serios sobre el fenómeno de la música Rockolera. Después de varios años de la tradición inundada por la música
extranjera, la hibridación cultural de la industria originaria, fundó un estilo
propio llamado Rockolera, que se puede encontrar en lugares tradicionales de
Ecuador como bares, restaurantes, cantinas, discotecas y otros. Al igual que la
música Pop norteamericana, llegó al costumbrismo, dando un giro separatista
entre lo popular y la alta cultura. Este nuevo musical híbrido se difundió
entre los miles fanáticos de la nueva propuesta cultural. Las letras de las
canciones y el bricolaje de géneros, subgéneros y formatos constituyeron una
fortaleza en el impacto de las mentes de los ecuatorianos, así el género mezcló
los sentidos populares ecuatorianos y latinoamericanos.
El público ecuatoriano
se fue adaptando rápidamente a la llegada de las rockolas en los años 50
aprovechando para escuchar música de otros países, especialmente el Rock’n’Roll,
pero paulatinamente los sectores de alto consumo se alejaron de la tradición
norteamericana, prefiriendo la música ecuatoriana, principalmente debido al
éxito del Pasillo. Varios de los locales de Guayaquil y Quito, lugares
asociados a la música de las rockolas con identidad nacional regional
intensificó un cambio del paradigma de escucha desarrollado en esa época. Y,
por primera vez, se acuñó el término”Música
Rockolera” como un sentido simbólico propio de la cultura ecuatoriana.
Con el fenómeno de la migración, muchos desplazados y marginales se apropiaron
de esta identidad cultural volviéndola en una búsqueda de identificación de lo
ecuatoriano. La música Rockolera fue censurada,
despreciadas por ciertas elites, satanizada en la dictadura militar de los 70 e
incluso fue prohibida debido a su carácter central: un llamado común a los
sectores populares. Se intentó vincular al género con asociación a la
depresión, al consumo de alcohol y a un mero instrumentalismo inicuo de
consumo. Después de la persecución y ataque a los mecanismos culturales
representado por la Rockolera, se incrementó la libertad de derechos y, en los años
siguientes, la verdadera singularidad de la música Rockolera, en amplio
sentido, se fortaleció. En la actualidad, la persecución a la Rockolera
se disfrazó en el mecanismo pecuniario. La música Rockolera, al ser un
género híbrido, denota la descripción de paisajes, encuentros y, sobre todo,
las relaciones sociales y amorosas. La importancia de la lírica popular latente
se presenta como un discurso lógico y actualizado donde los símbolos clave,
como el retorno al campo, la comida y las relaciones sociales, propenden una
combinación de lenguaje identitario muy activo dirigido hacia diversos
públicos, en especial adultos.
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