Demasiadas Noches 3 (FM Identidad)



 




¿Cuál es tu rock?

La palabra –o la expresión, si se agrega “and roll”– resuena en el imaginario colectivo argentino desde tiempos pasados. En los ochenta, Patricia Sosa y La Torre sólo querían rock and roll (y ya sabemos cómo les fue), Virus titulaba en forma de proclama “El rock en mi forma de ser” una de las canciones de su capital primer disco. Por otra parte, y es de conocimiento público, FM Rock and Pop es “donde el rock vive”.

Pero, ya en este tiempo, Babasónicos tiró la piedra. “Soy rock”, una canción de un disco que hizo ruido (Jessico, como declaración era lo suficientemente fuerte como para que su productora y sello discográfico decida transformarla en dirección de su sitio en Internet (soyrock.com). Tanto como para que –en menos de un mes– este suplemento decida incluir la frase en tapa en ocasión de una entrevista a Chizzo Napoli (“Yo soy rock”, desafiaba) y el suplemento Sí!, para una nota también de tapa con Pity Alvarez (“Soy rock”, a secas). Lo que nos lleva al siguiente, inútil pero obvio, interrogante: ¿quién es rock?

Todo viene a propósito de la coincidencia temporal entre las ediciones de los nuevos discos de Intoxicados y Charly García, justamente titulados No es sólo rock and roll y Rock and roll Yo. Es sólo una coincidencia, pero puede disparar a una serie de reflexiones colaterales. Por otra parte, la mención hecha por dos de los personajes más jugados de la escena local, unifica el sentido. Nótese el tratamiento periodístico habitual que la prensa especializada dedica cuando se trata de entrevistas a García y a Alvarez. De Charly, en su casa, suele contarse repetidamente que las paredes del piso ubicado en Coronel Díaz y Santa Fe están pintarrajeadas de aerosol, que siempre hay gente dando vueltas sin saberse bien qué están haciendo ahí, de los chicos y chicas que esperan en la puerta del edificio y a veces incluso logran subir, del televisor también pintado, de los instrumentos tirados, de Charly en su bunker-habitación rodeado de una corte. Punto. Cuando se trata de Pity en su hábitat natural –esto es: la casa que habita en el barrio Cardenal Samoré, cerca de Villa Lugano–, algo parecido. De la caca de los perros que habitan la casa, de la pared pintada con un Homero Simpson gigante, del desorden general, de Pity y su nivel de consumo de sustancias tóxicas (con Charly, eso suele sugerirse). Resulta tentador preguntarle por el reviente, además. En resumen, con los dos personajes –uno inmenso, capital en la música popular argentina de los últimos treinta años; el otro simpático y prometedor, parte importante de los noventa “nacionales y populares”– se ve y se describe el afuera de su obra. La música, debe suponerse, es consecuencia de ese contexto.

 


Intoxicados editó el que seguramente merezca, en el recuento, el título de “mejor disco del año”. Por varios motivos, pero sobre todo por aquello que avisa desde el título mismo. No es sólo... recopila buenas canciones que navegan entre el blues, reggae, su lectura porteña del hip hop, funk, pop y también, claro, rocanroles. Todo superpuesto entre graciosos diálogos telefónicos de un Tangalanga fumado. Pero no hay, y ésa es la sorpresa, odas al reviente, ni a la caca de los perros en el piso, las armas y demás caracterizaciones de su contexto. Al contrario, las canciones hablan de días de sol, de pasear en bicicleta, de los sueños pequeños (como comprarse una guitarra), de volver a casa con la chica de siempre, de los amigos, del primer beso y de algunos sueños perdidos, cuentas pendientes con la vida. A ver: “Ya está saliendo el sol, sin duda, mi Dios, y aunque no cerré el ojo en toda la semana, y tenga ganas de desmayarme en la cama, voy a salir a recibir su bendición” (“Está saliendo el sol”). “No hablo de drogas, no hablo de transas, no hablo de cosas raras. Es un pequeño anhelo, una pequeña tentación. El sueño de algunos puede ser cambiar el auto o tener una casa de fin de semana, el sueño de otros puede ser sólo tener una guitarra, para tocar esta canción que escuchás” (“De la guitarra”). “Cuánto tiempo vengo perdiendo hundiéndomeen este agujero, cómo extraño salir por las mañanas a fumar bajo el sol con el perro” (“No tengo ganas”). “Todo es tan fácil que se hace difícil que me pueda entretener. Y me dan ganas de alejarme, pero estando lejos quiero volver” (“Felicidad, depresión”). Claro, en el gracioso rap “Una vela”, el de la travesía por el barrio en bicicleta y entre balas y putas, en busca de hierba, Pity advierte: “No te asustes por lo que te cuento, pero en mi vecindario todo esto es cierto”. Su función de cronista es ésa, vive para contarlo. Después parece tener su propio sistema de valores morales. “¡Qué me hablan de lealtad! ¡Si nosotros somos la lealtad!”, desafía.

El de Charly García es un disco más entre los que fueron apareciendo a lo largo de los años noventa y principios del nuevo siglo. Un par de canciones que se repiten en diferente formato y sonido, otras tantas versiones de canciones que casi nadie (por no decir nadie) recuerda ni conoce, unas cuantas ideas obsesivas que se repiten en una especie de loop mental y el sonido surcado de toda clase de ruidos ambiente, voces, sirenas y una aplastante maquinaria de bajo, guitarra y batería. En eso se sostiene el “Rock and roll Yo”. Un tiro por elevación para todos los demás. El, Charly García, lo ha visto y vivido todo, compuso grandes canciones y provocó rock en cada una de sus apariciones. Por eso reclama el título de propiedad. “Aprendan pendejos”, parece desafiar. En verdad, éste es su discurso desde que las bandas de rock futbolero-barrial-chabón (táchese lo que no corresponda) ascendieron al primer lugar del campeonato argentino del rock y le quitaron cierto protagonismo. Quién tiene más, quién es más. A ver. Charly, entonces, describe la oscuridad que conoce y en la que habita (oigan esa voz, si no), provoca, desafía, sermonea. “Hey, papa frita, ¿qué vas a sentir cuando no tengas milanesas que freír?” (“Rock and roll Yo”). “Estoy dileando con un alma que no puedo entender y me arrastro, me arrastro por las calles entre la niebla de la degradación” (“Dileando con un alma”). “Es sólo rock and roll, pero es mucho para vos” (“Asesíname”). Hasta se dedica una canción: “Tu figura de largura interminable y un bigote de malicia trabajado a sangre y sal”... “Vos sos Dios, vos sos Gardel. Vos sos lo más” (“V.S.D.”).

Uno quiere salirse. El otro dice que es de él. En el medio, un largo camino y todas las posibilidades de entender a los personajes en cuestión. Cuestión de actitud.

 







Título: Escape Salvaje (“True Romance”. EEUU, 1993, 116 minutos)

Dirección: Tony Scott

Guion: Quentin Tarantino

Fotografía: Jeffrey L. Kimball

Música: Hans Zimmer

Intérpretes: Christian Slater, Patricia Arquette, Dennis Hopper, Christopher Walken, Gary Oldman, Brad Pitt, Val Kilmer.

 

”Esta no es mi ropa”, dice Alabama al abrir la valija que le trajo su marido, mientras observa los sacos que contienen cocaína pura en medio de la matanza, Clarence le había pedido a una prostituta que empacara las cosas de Alabama, cuyo honor fue a lavar a la casa de Drexel, un dealer y cafisho de Alabama, desde hace 24 horas mujer de Clarence y, afortunadamente, hubo una confusión.

”Soy monógama ciento por ciento. Si estoy contigo no quiero a nadie más”. Con esas palabras dichas al viento una noche helada en la helada Detroit, Alabama conquistó a Clarence, después de hacer el amor. Clarence (veintipico, fanático del hombre araña, las películas de artes marciales y Elvis, quien se le presenta en vivo y lo aconseja). La conoció en un cine una noche lluviosa, cuando le llovió pochoclo. Alabama dejó caer sobre él pochoclo para llamar su atención. Cuando él le pregunta de dónde es, de qué trabaja, cuál es su actor preferido, ella respondió: “no sé, no recuerdo, Burt Reynolds”. Hace tres días que ella es una call girl, y el jefe de Clarence se la regala para su cumpleaños. Clarence es tan inocente -o necesita tanto cariño- que se deja seducir. Lo cierto es que Alabama resultara un bombón, casi tan dulce que ya no tendrá por qué ponerle veinte cucharadas de azúcar a su café.

No está mal que el film de Tony Scott (“Top Gun”, “Marea roja”, “El fanático”, “Juego de espías”), basado en un guion de Quentin Tarantino, lo hayan bautizado “Escape salvaje”. A partir de que esa valija con droga por medio millón de dólares llega a sus manos, Clarence y Alabama son primero buscados y luego perseguidos por dos bandas de mafiosos y hasta por la policía, en Detroit y Los Ángeles. Pero luego, como suele suceder, el título original subestima menos al espectador. La traducción litoral sería ”Romance verdadero”, porque entre tantas balas, golpes y sangre, lo que mantiene unido a estos dos salvajes es el amor. Jamás se traicionarán (como Mickey y Mallory en “Asesinos por naturaleza”, libreto original de Tarantino), aunque le pateen la cara o de una trompada aterricen en la bañera del hotel en que pasan la luna de miel.

Si bien dirigida por Tony Scott, con ritmo trepidante y excelente sentido del tiempo, la película lleva la marca de Tarantino en cada fotograma. No sólo porque están allí sus personajes predilectos (matones tan rápidos con sus armas como con sus lenguas, deseosos de contar su metier, policías que juegan por izquierda). También está respetada la forma en que los personajes se relacionan. No hay película escrita o dirigida por Tarantino que no incluya una cafetería, en la que los personajes se sientan a hablar hasta por los codos. Pueden opinar sobre Madonna, discutir el próximo robo o pintar sus autobiografías. Pero, allí sentados ante el público, serán personajes reales. Los personajes de Tarantino tienen lengua larga (Clarence y Alabama no la usan sólo para dialogar), una pistola escondida en la cintura o en la media y, ante todo, no le temen a nada.

Y, como de costumbre, el espectador simpatiza con los protagonistas, aunque desde el vamos sepan que no están actuando del lado de la ley. Qué importa íntimamente, ¿el público quiere que a Mickey y Mallory los sienten en una silla eléctrica, o se regocija cuando al alcalde de la prisión lo linchan los presos? ¿No sufre con la muerte de Vincent (Travolta) en ”Tiempos violentos”, y quiere que Butch (Bruce Willis) aniquile a Zed, el policía violador? ¿No desea que Clarence y Alabama se queden con el dinero sin tener, a cambio, un rasguño?

Como se ve, “Escape salvaje” es un thriller de tal pureza que potencia los ingredientes supremos del mejor cine negro. “No esperes que el polvo se asiente”, se lee en un cartel publicitario privilegiadamente ubicado. Allí está la clave. Clarence y Alabama están en permanente movimiento, físico y mental, como para impedirlo.

La galería de personajes de “Escape Salvaje” es tan alocada que, como bien se dijo, el de Dennis Hooper (acostumbrado a papeles más desenfrenados), como padre de Clarence, es el más normal de todos. Y para empardar, los actores que los interpretan son impresionantes como el elenco de “Tiempos Violentos”. Clarence y Alabama son Christian Slater y Patricia Arquette, cada uno perfecto en su piel de amante rebelde. Gary Oldman (”Bram Stoker’s Dracula”, “Sid y Nancy”, “El perfecto asesino”, “Al filo del abismo”, “El quinto elemento”, “Perdidos en el espacio”, ”La letra escarlata”) con el rostro tajeado, un ojo de vidrio y rastas es Drexel, el dealer al que Clarence le roba sin saber la valija con cocaína. Val Kilmer (“The Doors”, ”Planeta rojo”, “Corazón de trueno”, “Fuego contra fuego”, “Batman eternamente”, “Garras”, “El santo”) aparece fuera de foco o de espaldas: es el mismísimo Elvis Presley. Brad Pitt (“Mundo cool”, “Nada es para siempre”, “Siete años en el Tíbet”, “Entrevista con el vampiro”, ”12 monos”, “Pecados capitales”), es Floyd, el compañero de cuarto de Dick (Michael Rapaport), pasado de droga. El productor de Hollywood, al que tratan de venderle la droga es Saul Rubinek (“Pasajero 57”, ”Rescatando al soldado Ryan”, “Planeta rojo”, “La caída del halcón negro”). El traficante al que mata Oldam es Samuel L. Jackson (“El largo beso del adiós”, “Espera”, “Triple traición”, “El mediador”). Párrafo aparte merecen Christopher Walken (“La zona muerta”, “El rey de Nueva York”, ”Tiempo límite”, “Entre dos fuegos”, “Atrápame si puedes”) como Vincenzo Coccotti, el mafioso siciliano con quien Hooper (“Terciopelo azul”, “Camino de retorno”, “Máxima velocidad”, “Waterwold”), mantiene un diálogo de… trece minutos, en el que, torturado, intenta convencer a Walken de que los sicilianos tienen sangre negra en sus venas, con la suerte que es de imaginar.

 






Nació en Port Neuf, Quebec, en 1966.

Lynda Lemay escribió su primera canción llamada “Papa es-tu là?” a la edad de 9 años.

Desde entonces no conoció nunca la angustia de la página en blanco. No pasó más de una semana sin que ella no enriquezca su repertorio compuesto por cerca de 500 canciones. Según su propia confesión sus creaciones surgen espontáneamente de su cabeza y de su corazón. “Soy incapaz de escribir la menor nota musical” – dice ella. ”Encuentro las líneas melódicas rascando mi guitarra y grabo inmediatamente esas notas. Me dejo guiar por la emoción, entonces las rimas y las palabras salen de mi cabeza”.

Adolescente tímida y reservada, Lynda se ejercitó en la literatura. A los 18 años comenzó sus estudios en letras y empezó una novela. Su destino dio un vuelco el día que ella se puso a golpetear las teclas del piano familiar. ”Rápidamente comprendí que la canción era mi verdadero camino”.

Lynda es capaz de escribir, de componer y de interpretar con la misma vena, los estribillos teñidos de humor y las estrofas trágicas evocativas, con tacto, los problemas de la eutanasia o del suicidio.

Cada día ella absorbe como una esponja, los grandes y los pequeños hechos de la actualidad. Ellos salen a granel de su espíritu: ”Imagino mi reacción si yo me encontrara en la situación de mi personaje. Puedo así contar una historia desgarradora incluso en el momento más feliz de mi vida”. Una ambivalencia de la que ella ha sabidos sacar provecho. Su encanto y su juventud, a priori, no corresponden con la profundidad de sus textos. ”El público se sorprende cuando después de escucharme me descubre por primera vez en televisión o en un escenario. Entonces, me escuchan más atentamente todavía”.

A veces se la compara con Brél, Brassens y otros poetas franceses. ”Es muy halagador, más aún cuando yo no me inspiré jamás de sus obras. A veces tuve apenas la ocasión de descubrir sus textos”.

En sus jóvenes años, la imagen de Francia para Lynda era en primer lugar Johnny Hallyday. Colecciona con pasión todo lo referente a su carrera.

El debut de Lynda se remonta a 1988. Ella ganó entonces una serie de concursos en Quebec. En 1995 obtuvo en Francia el premio “Sentier des Halles” en Francofolies de la Rochelle. Después, al año siguiente dos premios de “Tremplin du Chorus des Hauts-de-Seine”.

Entre esas dos fechas grabó un álbum consagrado como Disco de Platino en Quebec, con 160.000 copias vendidas.

En 1996, en Montreal, fue invitada al homenaje de Charles Trenet, organizado por el festival de Jazz. Esa noche, Charles Aznavour, presente en la sala, quedó encantado.

En 2001, se cumplieron 10 años de carrera de Lynda. Una carrera todavía joven, en la que su trayectoria está colmada de sucesos y de realizaciones notables.

 


Crétin


 

No hay una velada perfecta

Siempre hay un problema

Siempre hay un aguafiestas

Siempre hay un cretino

Siempre hay un caniche

Que habla español

Que te da alcohol

Para llevarte a su cucha

Siempre hay un nervioso

Que te vuelca tu trago

Siempre hay un curioso

Que te pregunta, “¿Cuál es tu signo?”

No hay una velada perfecta

Siempre hay un problema

Siempre hay un aguafiestas

Siempre hay un cretino

Siempre hay un cabeza hueca

Que te eructa en plena cara

Los dientes llenos de echalotes

Y restos de queso

Siempre hay un zarpado

La boca como tentáculos

Que te besa cada media hora

Siempre hay un tipo

Que peina su calvicie

Siempre hay un joven punk

Que sacude su melena

Siempre hay un gorila

Con cara de asesino

Que viene a pedirte la hora

Con una vocecita de niña

Siempre hay un pesado

Los dos ojitos semicerrados

Las dos manos en los bolsillos

Que remueve las monedas

Siempre hay un filósofo

La boca llena de preguntas

La boca rodeada de botones

Pero sin los botones de on/off

Siempre un cabeza llena

Que apesta a puro cubano

Quién se divierte dando vueltas

Todas las botellas de vino

Siempre hay un obsesionado

Que está ahí, que se rompe la nuca

Sentado en las escaleras

Para ver debajo de las polleras

Siempre hay un viejo rico

Con aliento a fondo de cuba

Que está ahí, que te escupe

Sus pequeños restos de sándwiches

No hay una noche perfecta

Siempre hay un tiburón

Siempre un deshonesto

Siempre hay un cretino

Siempre hay un colono

Que desfila con los platos llenos

Siempre hay un cabeza dura

Que quiere tirarte las cartas

No, no hay una velada perfecta

Siempre hay un amarrete

Siempre un parásito

Siempre hay un cretino








Janis Lyn Joplin nació en Port Arthur, un pueblito de Texas, el 19 de enero de 1943. Su padre, Seth, era un ejecutivo petrolero y su madre, Dorothy, empleada administrativa en un colegio.

Nunca estuvo en el horizonte de Joplin ser lo que debía. Nunca pensó integrar un grupo de mujeres prolijas y bonitas, para cantar canciones de amor y estuvo dispuesta a ganar y a perder. Y casi siempre perdió.

En 1960, cuando asistió a la Universidad de Texas, empezó a oír a Bessie Smith. A los 17 años se fue de su casa para cantar música Folk en clubes de las ciudades texanas de Austin y Houston. Al año siguiente fue a Los Ángeles y San Francisco y luego de unos meses volvió a Texas y escandalizó a todo el mundo con su ropa beatnik y su lenguaje soez. Sus compañeros no le perdonaron tamaño atrevimiento y la ridiculizaron eligiéndola como “el hombre más feo del campus”. No la volvieron a ver y se fue a San Francisco, donde presencio el nacimiento del movimiento hippie y estudiantil.

Cantaba Folk y Blues donde podía, pero más de una oreja astuta descubrió en que aquella garganta explotaban registros tan imposibles como incomparables.

En 1966 el líder del grupo “Big Brother and the Holding Company” la arrastró con él y la ungió como solista. La banda era fuerte, tenía sonido poderoso y rancio que le iba a alguien con voz aguardentosa como ella, y el éxito no se hizo esperar.

En el Festival de Monterey de 1967 (uno de los primeros a gran escala), Joplin se convirtió en una estrella naciente.

 

 

El secreto de su éxito en los escenarios dado por su estilo exuberante y desgarrador y su manera de entregarse a fondo como si fuera un torbellino de pasiones insatisfechas. Jamás cantó igual el mimo tema. Solitaria, fea, insegura, cercada por traumas, se tornaba en angélico demonio cuando pisaba las tablas. Entonces, en el medio de un Blues cualquiera, se entendían profundamente sus pocas palabras en las entrevistas.

Janis: “Cuando canto, no pienso. Cierro los ojos y dejo que todo llegue. Siento que llega la fiebre y entonces estoy bien, de pronto todo desaparece. No puedo hablar de mis canciones porque estoy dentro de ellas. ¿Cómo explicar algo en lo que estás metido?”.

Su apoderado (Albert Grosman, también representante de Bob Dylan), despidió al grupo por mediocre y le busco nuevos acompañantes. La responsabilidad de satisfacer las expectativas a su alrededor hizo mella en su carácter. Bebía mucho whisky y empezó a perder el control.

Llegó un momento en que no era extraño verla borracha y cada vez sufría de depresiones más profundas hasta que su complejo de inferioridad se hizo insoportable.

En 1969 actuó en Woodstock.

Cambió de músicos nuevamente y Janis se iba quedando cada vez más sola y luego del final de un concierto fue arrestada acusada de usar lenguaje vulgar e indecente.

Tan sólo pudo grabar 11 canciones de su último disco. El 4 de octubre de 1970 fue hallada muerta en una pieza igual a todas las piezas del hotel “Landmark” en Hollywood, por sobredosis de heroína a los 27 años. Sus cenizas fueron esparcidas desde un avión en el océano Pacífico a lo largo de Stinson Beach. El único servicio fúnebre tuvo un carácter privado, ya que solo asistieron los padres de Joplin y su tía materna.

 



Discografía

En poco más de tres años, Janis Joplin grabó 4 discos pero dejó una estrella que aún la mantiene vigente.

En ese breve lapso, su voz atravesó el corazón de muchos: contó, gritó y confesó su desgarró e instaló una nueva manera de sentir el Blues y con ello se le fue la vida. Los cuatro álbumes en cuestión comienzan con “Big Brother and the Holding Company”, grabado en 1966. Un disco con un sonido Folk-Rock, casi acústico, que incluye entre otros, ”Bye, Bye Baby” y “Down on Me”.

El segundo disco, “Cheap Thrills”, de 1968, fue el gran espaldarazo para la banda y especialmente para Janis. Incluye temas como “Summertime”, “Piece of My Heart” y “Ball and Chain” que la había consagrado ante el público y la prensa en el festival de Monterey en junio de 1967. Este disco se convirtió en una de las grabaciones más amadas de la historia del Rock y en tres meses había llegado al primer puesto en los rankings.

En 1969 llegó su tercer álbum: “I Got Dem Ol' Kozmic Blues Again Mama!”, acompañada por la Kozmic Blues Band, armada por ella, en busca de un sonido más Rhythm’n’Blues, con poderosos vientos acompañando su voz. Este disco incluía el tema “Try (Just A Little Bit Harder)” - (Intentar (Sólo un poco más fuerte)).

Finalmente, su cuarto y último disco apareció en 1971. Se llamó “Pearl” (el apodo de Janis, “Perla”). Janis Joplin había disuelto la Kozmic Blues Band y el productor Paul Rotchild la ayudó a encontrar un nuevo camino para su voz, de una mayor sutileza. Llevaban tres semanas de grabación y sólo 11 temas grabados cuando una sobredosis accidental la mató el 4 de octubre de 1970. Habían quedado todos los registros vocales de las canciones y el resto de la banda le puso la música a esa voz inigualable. Allí quedaron para siempre “Cry Baby”, “Mercedes Benz”, “Trust Me” y “Me and Bobby McGee”, que se convirtió en el primer número 1 de Joplin solista en los charts.

 

Janis en el cine

Dos películas la recuerdan y la llaman “La Más Grande Voz de Mujer del Rock” .

Una es “Janis”, de 1974, que es un documental sobre su vida.

La otra es “La Rosa”, donde Bette Middler trata de acercarse a Joplin, aun cuando el guionista y el director eluden con habilidad decir de quién hablan.

Pero, una y otra son pálidas aproximaciones. El único modo de tenerla y exorcizarla al mismo tiempo es ceñirse los auriculares y dejarse demoliera.

También es posible recurrir a “Pearl, obsesiones y pasiones de Janis Joplin”, una biografía que escribió Ellis Amburn..

 






Niña Monstruo - Janis Joplin En Un Poema De Alejandra Pizarnik

Alejandra Pizarnik se quitó la vida el 25 de septiembre de 1972, el mismo año en el que escribió este poema dedicado a la cantante Janis Joplin, fallecida un par de años antes, también en trágicas circunstancias.

Los versos, extraídos de una de sus obras póstumas, Textos de Sombra y últimos poemas (1982), constituyen, más que un homenaje a la ya por aquel entonces icónica figura del rock -símbolo femenino de la llamada contracultura-, uno de los muchos tributos a la muerte que la autora plasmó en sus poemas.

Un sentimiento trágico e intenso de la vida y el anhelo de alcanzar una muerte que había tanteado en varias ocasiones, la unían a una música y a una figura cuya libertad eléctrica fue explorada hasta sus últimas consecuencias. Fue así como la argentina tradujo esta “libertad salvaje”, convirtiéndose como Janis en todo un icono de la poesía y de la cultura pop.   

 



 


Crónica del mate

Si usted toma mate es porque alguien inventó el agua. Porque algún otro descubrió hervirla. Porque alguien dijo: ”¿ahora qué hacemos? ¿Tomamos mate o…?”. Y otro respondió: “Yerba no hay”, y un pionero salió una tarde lluviosa y consiguió yerba. Y alguien sugirió meterla en el mate. Y otro decidió conseguir una bombilla. Y gracias a esa cadena usted disfruta de la calabaza chupante y su elíxir yerbático. Pero, ¿realmente sabe usted algo del mate? El agua: no es algo que existió siempre como todos creen. Data del siglo XII con los primeros experimentos de los alquimistas árabes, que sometieron un litro de vino berreta al fuego y les quedó medio litro de agua. Luego de insultar al almacenero, volvieron a calentar la botella y cuando no les quedó ni una gota de agua pudieron comprobar que la etiquetan donde antes decía Harabian Regal Tinto 12 Grados, ahora decía H2O.

Los árabes le vendieron la fórmula a los romanos, que al tiempo se olvidaron del agua, se hicieron medios chanchos, la dejaron por ahí, y el pastor hitita Epaminondas, que andaba por   ahí pastoreando sus cabras, vio el agua (por ahí), y se dijo: “Linda agua, mesma pa’ meterla en la caldera”, y ahí se dio cuenta que la caldera no había sido inventada. Pero como Epaminondas era hitita pero no estúpido dijo: “-¡Pucha, voy a tener que inventarla, canejo!”.


Y así surgió la caldera de Epaminondas, producto de una larga investigación y una meticulosa experimentación. Al principio, no tenía manija y cuando Epaminondas quiso agarrarla, casi pierde una mano. Tampoco tenía tapa y cuando quiso mirar por el pico para ver si el agua hervía, perdió un ojo. Cuando inventó la tapa, terminaron sus pesares.

Tanto fue a calentar el agua Epaminondas, que su viuda Catalina se casó al otro día con un huno llamado Atila, que todavía no era famoso porque no había historia (entuavía). Pero su caballo sí era famoso porque por donde él pasaba, no crecía más la yerba. Entonces, Atila para sacarle el vicio al equino, cortaba la yerba tempranito y la ocultaba en la pava de Epaminondas. Hasta que una tarde, Catalina distraída la puso a hervir, y Atila le dijo: “Cebame unos mates Catalina”. Y ella le dijo: “yerba no hay”.

Y así fue como tuvieron muchos hijos.

 

 


 

 

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