Literatura y Música - Jack Kerouac en canciones
Hay un libro que, sin exagerar, cambió la historia de la música. No lo escribió un rockstar, pero sí inspiró a muchos. Fue lectura de cabecera para Bob Dylan, favorito de Jerry Garcia (sí, el de Grateful Dead), uno de los libros más amados por Van Morrison, David Bowie y Noel Gallagher. Ray Manzarek, tecladista de The Doors, lo dijo sin rodeos: “Si Kerouac no hubiera escrito “On the Road”, The Doors no existirían”.
Pero no. “On the Road”, escrito en 1949 por Jack Kerouac, es mucho más que eso. Aunque se publicó hasta 1957, se adelantó a su época como pocos libros lo han hecho. Se convirtió en gasolina pura para la contracultura, un manual no oficial para los hippies, los beatniks, los músicos, los vagabundos y todos los que creen que el arte se vive con el corazón antes que con el algoritmo.
Es un libro sobre carretera, Jazz, drogas, desamor, liberación y búsqueda espiritual. Y sí, hasta pasan por Monterrey.
Antes de que existieran los hippies, existieron los beats.
Gente que, tras sobrevivir la Segunda Guerra Mundial, regresó a un Estados Unidos donde la vida parecía empaquetada al vacío: trabajo de oficina, casa suburbana, esposa obediente, hijos educados, una televisión por familia y el mismo discurso en cada esquina. El “sueño americano” les sabía a plástico.
Y fue ahí donde dijeron basta.
En vez de seguir el guión, decidieron romperlo. Escribieron, bebieron, se perdieron, amaron sin etiquetas y tocaron fondo muchas veces. Jack Kerouac era uno de ellos.
Escuchaban Jazz como si fuera un evangelio y escribían poesía en servilletas manchadas de café. Sus santos eran Charlie Parker y Dizzy Gillespie. Su estilo era vivir deprisa, escribir sin filtros, amar con fuego y morir jóvenes si hacía falta.
Se les conoció como la Generación Beat. Y sí, con ellos nació la palabra hipster. Podríamos decir que fueron los hipsters originales, los OGs del desorden bonito.
“On the Road” no es solo una novela. Es un viaje. Una bitácora escrita como si fuera un solo de saxo: sin pausas, sin respiraciones, sin frenos. Kerouac lo escribió en un rollo de papel de 36 metros durante tres semanas, alimentado por café, Jazz y demonios internos.
Y en ese camino: drogas, Jazz, sexo, pobreza, poesía, estaciones de autobuses, moteles polvosos, amores que duran una noche y epifanías que duran una vida.
Y sí, uno de esos viajes termina pasando por Monterrey. “¡Yija!”, diría Kerouac. México también forma parte del mapa de esta novela que respira libertad.
Pocas novelas tienen sonido. Esta sí.
“On the Road” vibra, suena, sopla como si fuera una canción de Miles Davis escrita con tinta. Kerouac decía que su estilo era “prosa espontánea”, que escribía “como si soplara palabras con un saxofón”.
Y esa improvisación lo cambió todo. Inventó el Jazz literario: nada de editores quisquillosos, ni segundas versiones, ni revisiones obsesivas. Solo alma directa a papel.
Kerouac escribía como los músicos tocaban: dejándose llevar.
La influencia de Kerouac en la música es abrumadora. Dylan no solo lo leía: lo vivía. Patti Smith lo veneraba. Tom Waits, Lou Reed, Van Morrison y Bowie lo absorbieron como si fuera un sacramento.
¿Sabías que The 1975 sacaron su nombre de una anotación al azar encontrada en un libro de poesía de Kerouac?
¿O que Katy Perry –sí, Katy Perry– se inspiró en “On the Road” para escribir “Firework”?
The Doors no existirían sin él.
Grateful Dead no sonarían igual.
Kerouac murió joven, a los 47 años, destruido por el alcohol.
Un profeta sin iglesia. Un escritor que encendió a miles, pero que no pudo salvarse a sí mismo.
Y aún así, vive.
Cada vez que un joven toma la ruta sin saber adónde va, cada vez que alguien escribe desde las tripas, cada vez que el Jazz suena a las 3 a.m. en una ciudad dormida, ahí está Jack.
Con su cuaderno, su cigarro, su dolor y su libertad.
“On the Road” no te pide que seas como ellos. Solo te recuerda que podés ser como vos.
Si amás la música, los viajes, el arte sin reglas y la vida sin filtros, este libro es para vos.
No es lectura ligera. Es una inyección directa de vida.
La influencia de la novela en la literatura y la escritura ha sido ampliamente estudiada, pero me gustaría explorar cómo “En el Camino” ha moldeado la música y a músicos individuales.
No hay mejor lugar para empezar que el clásico de 10,000 Maniacs, “Hey Jack Kerouac”. Natalie Merchant, vocalista y compositora principal de la banda, compuso esta melodía Folk, plasmando en su obra sus propias opiniones y frustraciones con Kerouac y otros beatniks, como Ginsburg y Burroughs.
Le canta directamente a Kerouac, quien es a la vez la “estrella más brillante” (después del incendio de “On the Road”) y el “niño pequeño perdido en nuestro mundo que odiaba”; reconoce la “conmoción del mundo, llena de lágrimas”, que la golpeó cuando “se fue sin despedirse”. Quizás este verso sea una referencia a la muerte prematura de Kerouac (causada por su consumo excesivo de alcohol), pero creo que también habla de la partida de la Generación Beat en general.
Sin embargo, muchos otros artistas veneraron a Kerouac y a la Generación Beat, o al menos fueron influenciados considerablemente por su mensaje en su apogeo. Está John Lennon (“Beatles” deriva de “Beat!”), un gran fan de los escritos de Kerouac y Allen Ginsburg. Está Bob Dylan, ¡el mismísimo Dean Moriarty de siempre! “On the Road” “le voló la cabeza... y le cambió la vida”, una influencia particularmente clara en las canciones de Dylan “On the Road Again” y “Desolation Row” (inspirada en otra obra de Kerouac, Desolation Angels, junto con la poesía urbana de Allen Ginsburg). Están Jim Morrison, Patti Smith, Bruce Springsteen, Grateful Dead... y la lista continúa.
El himno de libertad, trascendencia y exploración de Kerouac se presta maravillosamente a la música, un arte que se esfuerza por ser libre, por encarnar la libertad, por proporcionar un escape subconsciente. Algunos aspectos de su temática quizá parezcan ahora fuera de lugar, pero es gracias a esta identidad paralela que la influencia de Kerouac permanecerá siempre vigente.
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