Francia: proveedor de standards de Jazz

 

 

Francia ha jugado un papel fascinante y a menudo subestimado en la evolución y la estandarización del Jazz. Si bien no es el lugar de nacimiento del género ni su epicentro tradicional como Estados Unidos, la relación de Francia con el Jazz ha sido profunda, compleja y, en muchos aspectos, transformadora.

No fue solo un receptor pasivo, sino un proveedor crucial de estándares de Jazz a través de su influencia cultural, su hospitalidad hacia los músicos afroamericanos, su desarrollo de un público sofisticado y su propia contribución creativa.

La conexión entre Francia y el Jazz se remonta a principios del siglo XX, cuando las bandas de música militar afroamericanas, como la célebre Harlem Hellfighters (369th Infantry Regiment Band) de James Reese Europe, llegaron a Europa durante la Primera Guerra Mundial. Su música causó una verdadera sensación en Francia, donde el público, acostumbrado a los Valses y las marchas, quedó fascinado por los ritmos sincopados y la energía contagiosa del “jass” (como se le conocía entonces).

Francia se convirtió en un refugio para muchos músicos de Jazz afroamericanos en una época de profunda segregación y racismo en Estados Unidos. Allí encontraron no solo aprecio artístico, sino también una mayor libertad social y menos prejuicios raciales. Este ambiente inclusivo fue fundamental para que muchos de ellos florecieran creativamente y consolidaran su arte.

Josephine Baker y Sidney Bechet fueron íconos de esta migración. Baker no solo se convirtió en una superestrella en París, sino que su carisma y su encanto ayudaron a popularizar la cultura afroamericana y el Jazz. Sidney Bechet, un virtuoso del saxofón y el clarinete, se estableció en Francia en los años 20 y se convirtió en una figura legendaria, desarrollando su estilo único y grabando extensamente. Su éxito demostró el potencial de Francia como base para artistas de Jazz.

Esa colonia permanente y cambiante de músicos de Jazz en Francia se hizo eco de las canciones populares de ese país que se emitían en la radio o se interpretaban en directo en los teatros y en las salas de fiestas. Algunas de ellas las incluyeron en sus respectivos repertorios. De vuelta a los EEUU las grabaron en disco y se las mostraron a los aficionados norteamericanos en sus actuaciones en directo. Con el tiempo, un buen puñado de ellas, se han convertido en Standards de Jazz.

Surgidos de esta efervescencia, el guitarrista gitano Django Reinhardt y el violinista Stéphane Grappelli crearon el Quintette du Hot Club de France. Aunque no eran afroamericanos, su estilo, el “Jazz Manouche” o “Gypsy Jazz”, fue una síntesis original que demostró cómo el Jazz podía ser interpretado y reinterpretado fuera de sus fronteras originales, manteniendo su esencia, pero añadiendo una nueva voz distintiva. Se convirtió en un estándar en sí mismo y es uno de los legados más duraderos de la influencia francesa.

París se transformó en la “Meca del Jazz” en Europa durante los años 20 y 30. Los clubes nocturnos de Montmartre y Saint-Germain-des-Prés se llenaron de músicos y entusiastas.

Lugares como el “Le Boeuf sur le Toit”, “Bricktop's” y, más tarde, “Le Tabou” o “Le Club Saint-Germain”, no solo ofrecían actuaciones en vivo, sino que se convirtieron en centros de intercambio cultural donde artistas estadounidenses, franceses y de otras nacionalidades convergían, jammeaban y desarrollaban nuevas ideas.

El público francés, intelectuales, artistas y la alta sociedad, abrazó el Jazz con un entusiasmo y una comprensión que no siempre se encontraba en otras partes. Lo veían como una forma de arte innovadora, moderna y exótica, lo que llevó a un análisis y una apreciación más profunda del género.

La idea de que Francia es un “proveedor de estándares de Jazz” no se limita a haber sido un refugio. Implica cómo Francia ayudó a legitimar, codificar y difundir el Jazz de maneras que influyeron en su evolución global como forma de arte.

Francia fue pionera en el desarrollo de la crítica y la teoría del Jazz. Los intelectuales franceses fueron de los primeros en tomarse el Jazz seriamente como una forma de arte, no solo como entretenimiento.

Hugues Panassié fue uno de los primeros y más influyentes críticos de Jazz del mundo. Su libro “Le Jazz Hot” (1934) fue la primera obra seria y detallada sobre el Jazz escrita en francés. Panassié defendió la autenticidad del Jazz, catalogó estilos y músicos, y ayudó a establecer un léxico para hablar del género, legitimándolo en el discurso intelectual. Sus análisis de solos y estructuras contribuyeron a definir lo que era el “buen Jazz”.

Charles Delaunay, por su parte, es el creador de la primera discografía de Jazz sistemática: “Hot Discography” (1936). Esta obra monumental fue fundamental para la estandarización, ya que documentó exhaustivamente las grabaciones de Jazz, los músicos, las fechas y los sellos discográficos. Proporcionó una referencia vital que permitió a músicos, coleccionistas e investigadores entender el canon del Jazz y las obras clave. Sin esta categorización, la difusión y el estudio del Jazz habrían sido mucho más caóticos.

La creación de revistas como “Jazz Hot” (fundada en 1935 por Panassié y Delaunay) fue vital. Estas publicaciones no solo informaban sobre conciertos y discos, sino que ofrecían análisis, entrevistas y debates que ayudaron a consolidar la terminología, los estilos y las figuras centrales del Jazz. Contribuyeron a crear una narrativa y una historiografía del Jazz.

Francia no solo teorizó sobre el Jazz, sino que también lo promovió activamente.

Los sellos franceses, como Swing (fundado por Delaunay y Panassié), fueron cruciales en la grabación y distribución de música de Jazz, tanto de artistas estadounidenses como de talentos europeos. Al grabar y comercializar estas obras, contribuyeron a la accesibilidad del Jazz y, por ende, a la creación de un repertorio “estándar”.

La organización de conciertos y giras de artistas de Jazz estadounidenses en Francia (como los que organizaba Delaunay para Coleman Hawkins o Louis Armstrong) ayudó a cimentar la reputación de estas figuras como “estándares” vivientes del género. Más tarde, los festivales de Jazz franceses se convertirían en plataformas clave para el intercambio musical.

Los músicos franceses no solo imitaron, sino que innovaron.

El estilo de Django Reinhardt y Stéphane Grappelli es un estándar por derecho propio. Su fusión de la tradición gitana con el Jazz norteamericano creó un sonido distintivo y reconocible globalmente, con un repertorio propio de temas y un estilo de improvisación único.

El Jazz permeó géneros franceses como la Chanson. Artistas como Serge Gainsbourg o Boris Vian (quien también fue trompetista de Jazz) incorporaron elementos del Jazz en sus composiciones, fusionando la sofisticación lírica francesa con la armonía y el ritmo del Jazz. Esto no creó nuevos estándares de Jazz per se, pero sí demostró cómo la esencia del Jazz podía integrarse en otras formas musicales, ampliando su alcance y su definición cultural.

Más allá de los músicos y los intelectuales, la sociedad francesa en su conjunto jugó un papel importante.

En la época de entreguerras, Francia, y París en particular, eran centros de efervescencia cultural. El Jazz, con su vitalidad, su ritmo y su aparente espontaneidad, encajaba perfectamente con el espíritu de modernidad y la búsqueda de nuevas expresiones artísticas. No era visto simplemente como música bailable, sino como un reflejo de una nueva era.

Para muchos artistas afroamericanos, Francia representaba una tierra de mayor libertad y reconocimiento, un contraste con las duras realidades de la segregación racial en Estados Unidos. Esta percepción atrajo a talentos y consolidó a París como un centro vital para el desarrollo del Jazz. La sensación de ser valorados por su arte, sin las restricciones raciales, permitió a estos músicos concentrarse en su creatividad y llevar el Jazz a nuevas alturas.

Aunque Estados Unidos es el hogar natal del Jazz, la contribución de Francia a su estandarización es innegable. Desde la temprana y entusiasta acogida de los músicos afroamericanos, pasando por la creación de una rigurosa crítica y discografía del género, hasta el desarrollo de un estilo distintivo como el Jazz Manouche, Francia no solo fue un escenario para el Jazz, sino un actor fundamental en su legitimación, codificación y difusión mundial. Al proporcionar un espacio de libertad creativa, una base intelectual y una plataforma para la grabación y el análisis, Francia ayudó a cimentar las bases sobre las cuales el Jazz crecería y se convertiría en un lenguaje musical universalmente reconocido y apreciado. Su influencia demuestra cómo la cultura puede trascender fronteras geográficas y raciales para enriquecer y moldear una forma de arte global.

 

 

Fuente:

 

• Loslatidosdeljazz.com

 


























 





















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