Umhlanga (Suazilandia)
Las muchachas vírgenes de Suazilandia cumplen cada año con el ritual del Umhlanga o “danza de los juncos” y participan en los bailes en homenaje a su rey Mswati III. Es el último rey absolutista de África y una figura controversial por su rol en la difícil situación social y económica que vive el país, situado entre Sudáfrica y Mozambique y carente de salida al mar.
El espectáculo, que tiene lugar
en la periferia de la capital, Mbabane, ha sido utilizado tradicionalmente por
el monarca para elegir a sus esposas y es considerado como una excepcional
ocasión para las jóvenes de huir de la pobreza e ingresar en la opulenta Casa
Real. El Umhlanga se creó en la década de 1940 en Suazilandia bajo el
gobierno de Sobhuza II y es una adaptación de la ceremonia Umchwasho, mucho más
antigua. En Sudáfrica, la danza fue introducida en 1991 por Goodwill
Zwelithini, el ex rey de los zulúes. Allí la ceremonia se conoce como Umkhosi
woMhlanga y se lleva a cabo cada año en septiembre en el Palacio Real
de Enyokeni en Nongoma Enyokeni, KwaZulu-Natal. Las chicas provienen de todas
partes de Zululandia, y en los últimos años también hay grupos más pequeños de
Eswatini, así como de lugares más lejanos como Botswana y Pondolandia. Como
parte de la ceremonia, las jóvenes bailan con los pechos desnudos para su rey,
y cada doncella lleva una caña larga, que luego depositan a medida que se
acercan al rey. Las chicas se encargan de elegir sólo las cañas más largas y
fuertes, y luego las llevan por encima de sus cabezas en una lenta procesión
colina arriba hasta el Palacio Enyokeni. La procesión está encabezada por la
principal princesa zulú, quien desempeña un papel destacado durante todo el
festival. Si la caña se rompe antes de que la joven llegue a ese punto, se
considera una señal de que ya ha sido sexualmente activa. La ceremonia fue
reintroducida por el rey Goodwill Zwelethini en 1991, como un medio para
alentar a las jóvenes zulúes a retrasar la actividad sexual hasta el matrimonio
y limitar así la posibilidad de transmisión del VIH.
En 2007, unas 30.000 mujeres
participaron en el evento. Los organizadores de la ceremonia en ocasiones han
impuesto reglas estrictas a los fotógrafos, ya que algunos de ellos han sido
acusados de publicar fotografías de los ritos en sitios web pornográficos. La
tradición de danzar con el pecho al descubierto y portando atuendos tribales es
defendida por el soberano y buena parte de la población de Suazilandia, y se ha
convertido en una seña de identidad del Estado, poblado por 1,2 millones de
habitantes, de origen bantú. Mientras dos terceras partes de los ciudadanos
permanecen bajo el umbral de la pobreza, el rey hace gala de un ostentoso estilo
de vida gracias a una fortuna estimada en unos 200 millones de dólares. Las
muchachas llegan a la capital para cortar sus juncos. Primero se deben
presentar ante la reina madre y luego bailarán con sus senos desnudos ante el
rey, que tiene derecho a elegir entre las jóvenes a su nueva esposa. Al alba,
se lavan en el río para “purificar” sus cuerpos. Una de ellas será su
prometida, aunque el monarca tiene ya otras 12 esposas. Y se muestran muy
orgullosas. “La Danza del Junco” es un rito de iniciación por el que debe
pasar toda joven de Suazilandia al menos una vez en la vida. La mayor parte de
las chicas dicen que disfrutan del acontecimiento; tras cortar los juncos, la
fiesta continúa. Se supone que las jóvenes están protegidas por sus
acompañantes. La policía también debe vigilar los campamentos en los que se
alojan. No obstante, la celebración atrae a un gran número de hombres excitados
por la presencia de las muchachas.
Esta ceremonia se ha convertido en un foco
de atracción para los turistas a pesar de la situación económica y estar
considerado como el país de África con mayor porcentaje de población con Sida. La
Unesco presenta cifras escalofriantes: el 60 por ciento de los niños sufre
minusvalías psíquicas debido a la malnutrición, tanto propia como la de sus
madres durante el embarazo. Además, aunque el gobierno suazi aprobó una
Constitución, creada básicamente para contentar a Occidente, donde se proclama
la igualdad de la mujer, la discriminación de género sigue siendo habitual. Un
par de ejemplos: la mujer no tiene acceso a las tierras, no puede ser
propietaria de estas, y tampoco puede heredar bienes. De hecho, una de las
mayores quejas de las activistas es que son tratadas como menores ante la ley. Así
pues, la Danza del Junco podría considerarse como un ejemplo
colorista de la denigrante situación de la mujer en Suazilandia ya que, aunque
pueda parecerlo, esta ceremonia está lejos de ser una representación teatral o
una mera fiesta. La joven elegida no podrá negarse y el siguiente paso será
pasar a concubina del monarca hasta que quede embarazada, demostrando así que “sirve”,
que es fértil. Sólo entonces se casará y pasará a ser una de las mujeres del
rey. Si no es fecundada, será repudiada.
Fuentes:
• Informacionparati10.blogspot.com
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