Rumba Congoleña
La Rumba es un ritmo típicamente congoleño. Esta música popular, que cruzó el Atlántico durante la trata negrera, se difundió en América Latina. Transformada, volvió a su casa, a los dos Congos, desde donde ha conquistado todo el continente africano.
La República Democrática de Congo y República de
Congo, países donde escasean las buenas noticias, celebraron el 14 de diciembre
de 2021 la inclusión de su Rumba en la lista del Patrimonio
Inmaterial de la Humanidad de la UNESCO, una decisión que se ha convertido en
un gran impulso para perpetuarla y difundirla. Si de algo se enorgullece Cuba
es de su Rumba, igual que en Kinshasa y Brazzaville hacen lo propio con
la suya. La Rumba cubana fue incluida en la lista del Patrimonio Inmaterial
de la Humanidad el 1 de diciembre de 2016. Los países de África central, cuna
de este estilo musical popular, han tenido que esperar cinco años más que Cuba
para recibir la misma catalogación. La Rumba hace pensar en la Nkumba,
el baile del ombligo, en -kikongo (conocido hoy como “collé-serré”), practicado
en el antiguo Reino de Congo (abarcaba parte de los dos Congos y Angola). Entre
los siglos XVI y XVIII, miles de esclavos de estos territorios fueron
deportados al Caribe. A pesar del estado al que fueron sometidos, preservaron
su patrimonio cultural y en sus pequeñas asociaciones, según las etnias,
perpetuaron su espiritualidad y la riqueza musical de su tierra. En contextos
muy diversos (matrimonios, funerales, nacimientos, etc.) y en eventos de
carácter lúdico continuaron con la práctica de la Nkumba que luego los
colonos españoles llamaron “Rumba”. Esta se desarrolló, se
transformó con la influencia latina y se hizo popular, sobre todo en Cuba y en
las Antillas, aunque está extendida por toda América Latina. Según cuenta el
historiador congoleño Kanza Matondo, alrededor de 1930, hasta
el puerto de Matadi, el principal de lo que entonces era el Congo belga,
llegaban barcos en los que trabajaban marineros cubanos y de otros países
caribeños.
Al igual que sucedió antes en otras partes del continente (caso de
la música Palwine de Sierra Leona, por ejemplo), viajaban con sus
instrumentos y, también, con sus discos. En busca de un poco de dinero extra,
durante la espera en el puerto para descargar y cargar las naves, hacían pagar
a los habitantes de la zona por escuchar en sus fonógrafos las grabaciones de
78 revoluciones que les acompañaban. Era una música que gustaba porque
resultaba familiar tanto a los locales como a las muchas personas que habían
migrado hasta allí en busca de trabajo. No en vano, aquellos ritmos cubanos y
caribeños salieron del continente siglos antes de la mano de las personas
esclavizadas y tras mezclarse por el camino con nuevos sonidos, regresaban de
nuevo a él. Pero hubo otro elemento que contribuyó definitivamente a la
difusión de esas músicas: la radio. A partir de mayo de 1943, Radio Congo belga
empezó a emitir esos mismos ritmos que muy pronto fueron apropiados por los
músicos locales que los fusionaban con sonidos autóctonos. De esa mezcla nació
la Rumba
Congoleña. La Rumba se hizo tan popular que los
comerciantes griegos instalaron pequeños estudios de grabación en sus tiendas
para motivar a los artistas locales a reproducirla. “Marie Louise”, la primera
canción de Rumba en Congo, fue grabada en 1948 por Antoine Wendo Kolosoy
(fallecido en 2008), entonces mecánico de barcos. En él aparece por primera vez
una parte instrumental improvisada con la guitarra. Eso es lo que se conoce
como “sebene”. Un intermedio que sirve para que los bailarines muestren sus
dotes y se exhiban. El sebene se convirtió rápidamente en la piedra angular de
la música congoleña, sin él la Rumba no sería lo mismo. Rápidamente,
se sucedieron las discográficas y los artistas y la Rumba Congoleña creció.
Sin embargo, nadie sintetizó mejor la fusión cubana y africana que Joseph
Kabasele, “Grand Kalle”.
Este artista debutó en 1949 con la orquesta Tendace
Congolaise de George Doula. En 1953 formó su
propia orquesta, African Jazz. Desde entonces nadie le ha quitado el trono,
aunque muchos lo hayan intentado. Su canción “Indépendance cha cha” fue
grabada la noche del 30 de junio de 1960, día que marca el final de la época
colonial en ese país. Esta pieza se convirtió en el himno de la independencia
de muchos países africanos e impulsó la Rumba Congoleña a la vanguardia de
la escena internacional. Hoy, más de 60 años después, sigue inspirando a muchos
pueblos africanos por su contenido, su melodía y su ritmo festivo. Los discos
impulsaron la rápida expansión de la música congoleña que, muy pronto, interesó
a las emisoras de radio de todo el continente. A partir de ese momento
surgieron nombres muy reconocidos como Tabu Ley Rocherau, Franco
Luambo Makiadi, Paul Mwanga o Doctor Nico. En la otra orilla del río, en Brazzaville, Franklin
Bukaka, Paul Kamba y Pamelo Mounka eran el centro de
atención. La Rumba ha servido de matriz a la música moderna de los dos
Congos y de muchos países africanos, que siguen perpetuando la gloria de la Rumba.
Su mérito pasa por haberse mantenido como una mezcla de tradición y modernidad
que promueve sentimientos de autoestima o pertenencia y que une a diferentes
comunidades, pueblos, etnias y países. Los grandes autores de la Rumba
comenzaron a desaparecer en los 70, a la par que surgían nuevos músicos y
grupos con una modalidad de Rumba menos estructurada,
entrecortada y más compleja. La nueva generación de músicos congoleños Papa
Wemba, Koffi Olomide, Werrason, JB Mpiana, Faly
Ipupa, Ferre Gola, Héritier Watanabe, enriqueció la Rumba
y atrajo a las nuevas generaciones de casi toda África. La Rumba Congoleña no sólo
sigue siendo la reina de los clubes nocturnos y los grandes eventos africanos,
sino que se ha abierto camino en Europa e incluso en Japón gracias a estrellas
clásicas como Papa Wemba (el “Rey de la Rumba Rock” africana) y Koffi
Olomide; o artistas más jóvenes como Fally Ipupa.
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