Ballu Tundu (Italia)


 

En la época de las pirámides de Keops en Cerdeña ya se bailaba el Ballu Tundu. Los primeros testimonios de la danza sarda se pueden deducir del hallazgo del fragmento de un cuenco carenado en el que se representa una escena de danza en la que las bailarinas son cuatro mujeres.

La documentación de la danza femenina de hace 2500 años se conserva actualmente en Sassari, en el Museo Sanna, en la sala dedicada al Monte d'Accoddi. Lo que en cambio se considera una prueba fiable de la práctica del Su Ballu Tundu, durante la última fase del período giudicale (siglos IX a XV), es el hermoso arquitrabe de la joya románica de Guilcer, la iglesia de San Pietro di Zuri. Fue a través de esta danza que se marcaron los ritmos de las comunidades arcaicas: bodas, bautismos, fiestas campesinas, solemnidades y fiestas patronales, vendimias y carnavales. Durante el siglo XVIII, época en la que floreció el mito romántico del viaje a Cerdeña de los más grandes intelectuales europeos y, ciertamente, italianos, un aspecto que llamó la atención de muchos viajeros fue la importancia social atribuida al baile. Se realizaba con compostura del cuerpo y solemnidad en el andar, tanto es así que se destacó como digno de mención el fenómeno de la sa tzerachía, es decir, el acto de garantizar la participación segura de un bailarín pagando hasta un año de anticipo. Muchos de los viajeros literarios coinciden en observar una constante del Su Ballu Tundu:  las mujeres mantienen la cabeza inclinada hasta el final del baile. Los propios intelectuales atribuyeron esta costumbre al origen cultual común del Su Ballu Tundu con las solemnes danzas rituales realizadas con rigor hierático por las sacerdotisas sardas de la diosa Diana.
Para confirmar esta hipótesis basta recordar el testimonio de Sigismondo Arquer de 1550 de que en el folleto “Sardiniae brevis historia et descriptio” se documenta que las danzas consideradas ritos sagrados tenían lugar delante del altar. Fue un intento ideal de traducir el ritual pagano al cristiano, como lo representa el descubrimiento cerca de Tharros de una piedra de arenisca alrededor de la cual bailan tres mujeres desnudas. La danza de las tres muchachas alude claramente al carácter sagrado propiciatorio de la fertilidad. A finales del siglo XVIII el baile en la iglesia quedó definitivamente prohibido y sólo se permitía en el cementerio, pero pronto se trasladó a la plaza. Por lo tanto, abandonó la noble función sagrada para abrazar únicamente la expresión festiva del lado folklórico. La purga de manifestaciones de religiosidad pagana de los lugares de culto no fue gradual ni mucho menos pacífica. La expulsión del baile se produjo mediante la intervención continua e integrada de las autoridades eclesiásticas y civiles. Durante la ejecución del Ballu Tundu, asimilado por los viajeros extranjeros a la elegante gracia del griego Sirtaki, no se permitía transgredir las reglas. Quien lo hizo pagó con su vida. Los testigos de todos los países coinciden en que estas normas se cumplieron estrictamente. Lo confirma también la estudiosa Dolores Turchi: “Era obligatorio entrar siempre por la izquierda del hombre o por la derecha de la mujer, para no separar nunca a la mujer que el bailarín tenía a su derecha, porque era la que había elegido al entrar en el círculo. Esta separación fue considerada una gran ofensa y se pagó con sangre.
Esta norma era común a todas las ciudades de Cerdeña”. Entonces, ¿quién empezó el baile?  Toda la isla parece coincidir en la memoria de la cultura musical: fue la mujer la que abrió el baile. El privilegio femenino de iniciar la danza queda atestiguado con certeza en 1600 por el siniestro episodio del santuario rural de Nostra Signora de Sos Desamparados, en la cima del monte Manasuddas de Oliena. Por costumbre legal, los bandidos dentro de las iglesias gozaban de cierta inmunidad, por lo que no tenían reservas para participar en las celebraciones que se prolongaban hasta altas horas de la noche. Un bandolero, según las crónicas de la época “interrumpió el baile que las mujeres recién comenzaban”, agarró la mano de una muchacha que se retiró y rechazó la invitación a bailar. Siguió un triste episodio de venganza. En los casos más pacíficos, la mujer que rechazó la invitación, provocando vergüenza en el grupo festivo, tuvo que evitar bailar durante el resto de la velada, para ocultar el sentimiento de intolerancia hacia ese caballero en particular. Los equilibrios relacionados con las cuestiones de honor, ya delicadas en el seno de la comunidad, quedaron especialmente expuestos en estas situaciones en las que -ayer como hoy- la negativa de una muchacha sonaba como el honor herido de todo un clan.
Lo que puede parecer a simple vista el sugestivo acuerdo de un rito tribal, a la mirada de un nativo no es más que un aire dulce y familiar con mil recuerdos. Pero la sugestión hipnótica es segura. El Ballu Tundu se realiza tomados de las manos con los brazos apretados y doblados a la altura de los codos, realizando un doble paso con la cadencia del pie derecho. Los bailarines se disponen formando un círculo (tundu = redondo), del que destaca a su vez una pareja que baila. Se caracteriza por dos movimientos fundamentales: sa seria (parte introductoria en la que el paso se ha mantenido casi sin cambios respecto al ballu anticu original) y su sartiu, la parte más animada. A lo largo de los años, sobre todo para permitir que la mirada del espectador capte la habilidad de los bailarines que realizan variaciones coreográficas espectaculares y extremadamente difíciles, la figura clásica ha tendido a menudo a abrirse al exterior. Se interpreta de diversas formas con launeddas (instrumento de viento), con armónica, con acordeón y en ocasiones también con guitarra.

 

 

Fuentes:

 

• Gaeaulentilac.jimdofree.com

• It.wikipedia.org

 


























































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