Canciones sobre los Reyes Magos


 

El 5 de enero es una noche en la que los corazones infantiles palpitan aceleradamente y cuando cierran los ojos sueñan con ilusión que los Reyes Magos de Oriente les traigan los regalos ansiados. Esperan que la carta que enviaron hace tanto tiempo con el encabezamiento “Queridos Reyes Magos, Melchor, Gaspar y Baltasar” llegue a su destinatario sin problemas.

Es tanta la emoción y el nerviosismo de los más pequeños que, en el silencio de la noche, de tanto pensar en ellos, les parece oír el sonido de sus pasos y el roce de sus túnicas de seda por los pasillos. Pero, ¿se sabe cuál es el origen de los Reyes Magos? No obstante, de acuerdo con el Nuevo Testamento, no se trató de tres personas, ni eran reyes, así como tampoco eran mágicos. En el Evangelio de Mateo, segundo capítulo —en el cual se encuentra dicha anécdota— no se menciona el número específico de visitantes, así como tampoco se dicen sus nombres. Asimismo, tampoco se menciona que hayan sido reyes, sino que se trataron de unos sabios (o magos) provenientes de oriente. Y es que, de acuerdo con la traducción del hebreo, mago se utilizaba para referirse a aquellos dedicados al estudio, por ejemplo, de la astronomía. “Cuando Jesús nació en Belén de Judea del rey Herodes, vinieron del oriente a Jerusalén unos magos diciendo ‘¿Dónde está el rey de los judíos que ha nacido? Porque su estrella hemos visto en el oriente, y venimos a adorarle’”, se lee en los primeros dos versículos del segundo capítulo del Evangelio de Mateo. En dicho texto se relata el engaño del rey Herodes a los sabios, a quienes exhortó a seguir buscando al recién nacido y luego regresar con él para informarle su ubicación.
Cuando hallaron al salvador, “vieron al niño con su madre María, y postrándose, lo adoraron; y abriendo sus tesoros, le ofrecieron presentes: oro, incienso y mirra (Mateo 2:11)”. No obstante, tras encontrar al “guiador”, regresaron a sus casas sin dar aviso al monarca, quien buscada asesinar al llamado “rey de los judíos” que liberaría a su pueblo. “Pero siendo avisados por revelaciones en sus sueños que no volviesen a Herodes, regresaron a su tierra por otro camino (Mateo 2:12)”. Es probable que los astrólogos visitaran a Jesús algunos meses después de su nacimiento. Lo sabemos porque el rey Herodes, que quería matar a Jesús, ordenó la matanza de los niños de dos años de edad o menos. Calculó ese rango de edad con la información que le dieron los astrólogos (Mateo 2:16). Los astrólogos no visitaron a Jesús la noche que nació. La Biblia dice: “Cuando entraron en la casa vieron al niñito con María su madre” (Mateo 2:11). Esto indica que, para ese entonces, la familia estaba viviendo en una casa y que Jesús ya no era un bebé recién nacido que estaba en un pesebre (Lucas 2:16). Tras la esquiva de los “magos” el rey ordenó la matanza de todos los niños menores de dos años que había en Belén y en todos sus alrededores. Pero, José y María huyeron a Egipto con el niño, para regresar a Jerusalén hasta después de la muerte de Herodes.
Los evangelios ofrecen muy pocos datos sobre los Reyes Magos; en realidad, la historia sobre los “Magos de Oriente” aparece bien definida en los Evangelios Apócrifos, muy ricos en descripciones sobre estos personajes. En ellos, el término “mago” se ha de interpretar como un sinónimo de astrólogo, un sabio que puede, a través de la lectura de las estrellas, predecir acontecimientos. Quinto Séptimo Tertuliano, padre de la Iglesia en el siglo III, creyó ver una mención a los tres Reyes Magos en el Salmo 72 del Antiguo Testamento, que dice lo siguiente: “Que los reyes de Sabá y Arabia le traigan presentes, que le rindan homenaje todos los reyes”. El hecho de que fueran tres se vincula tanto a la Santísima Trinidad como al número de regalos que estos personajes llevaron al niño Jesús. A pesar de las respuestas que se puedan encontrar en la Biblia, el origen de los Reyes Magos tal como los conocemos en la actualidad tiene su origen en una larga tradición medieval que los “bautizó” con los nombres de Melchor, Gaspar y Baltasar. En España, y gracias a los testimonios escritos y artísticos que se guardan en la Biblioteca Nacional de España, se es testigo del nacimiento de esta leyenda a lo largo de los siglos, en concreto en una de las piezas más excepcionales de la literatura española del siglo XII, el llamado “Auto de los Reyes Magos”, una obra fundamental en la historia de la literatura española por ser el texto teatral más antiguo que se conserva en lengua castellana. En dicha obra aparecen Melchor, Gaspar y Baltasar, pero no son definidos como “reyes”, sino como steleros, es decir, astrólogos.
Los nombres de Melchor, Gaspar y Baltasar aparecieron por primera vez en el famoso mosaico del siglo VI en la basílica de San Apolinar el Nuevo en la ciudad italiana de Ravena. Según un manuscrito del siglo XIII, se creía que los Magos podían proteger contra la epilepsia, y bastaba con rezar una breve oración al oído de un enfermo pronunciando el nombre de los tres Reyes para curarlo. En algunos puntos de Europa, el día 6 de enero se inscribían sus iniciales, GBM, en todas las puertas de las casas y en los establos para salvaguardar a las personas y a los animales contra el ataque de demonios y brujas. Con respecto al origen de los nombres, el sitio digital especializado en religión cristiana tubibliaonline.com señala que Melchor es un nombre de ascendencia hebrea, cuyo significado es “mi rey de luz”, el cual pudo tener su origen en el continente europeo. Por su parte, Gaspar se deriva de una lengua persa de los territorios de Irán, cuyo significado puede ser “administrador del tesoro”, mientras que Baltasar es un nombre babilónico que quiere decir “Dios protege al rey”. No obstante, un artículo de National Geographic apunta que la nacionalidad de los tres Reyes Magos pudiera ser la siguiente: Melchor originario de Persia, Gaspar (o Caspar) de la India, mientras que Baltasar procedería de Arabia; cada uno rey de su región, de acuerdo con el Liber Pontificalis, la cual es una compilación de reseñas biográficas de los primeros papas. La adoración de los Reyes fue un motivo pictórico que alcanzó su máximo esplendor durante el Renacimiento. Grandes maestros como Masaccio, Fra Angelico, Gozzoli o Botticelli, en Italia; Van der Weyden, Memling, El Bosco y Rubens, en Flandes, y El Greco, Velázquez y otros, en España, recrearon la famosa escena. La imagen era siempre la misma en la tradición cristiana: tres reyes vestidos con áureos trajes y acompañados de exóticos séquitos, arrodillados en un humilde establo de Belén. En la actualidad, la festividad de los Reyes Magos viene cargada de tradiciones como la de la Cabalgata del día 5 de enero, en la que, como antesala de lo que ocurrirá durante la noche, los tres Reyes Magos desfilan en maravillosas carrozas acompañados de sus séquitos. Los Magos reparten caramelos y los pajes de cada rey recogen las cartas de los niños más rezagados. Otra costumbre de la Noche de Reyes es dejar los zapatos de cada miembro de la familia en el balcón para que Sus Majestades depositen dulces en su interior. Esto tiene su origen en una curiosa leyenda: dos amigos del niño Jesús, apenados de verle siempre descalzo debido a la pobreza de su familia, quisieron darle sus propios zapatos; pero como eran usados, en un intento de que parecieran nuevos, y para que tuvieran mejor aspecto, los generosos niños se esforzaron en limpiarlos al máximo, así que los lavaron y los dejaron por la noche en el balcón para que se secaran. Al día siguiente, milagrosamente los zapatos aparecieron llenos de regalos y dulces como premio a su buen corazón. Los Reyes Magos habían pasado aquella noche por allí y habían recompensado la bondad de los dos niños. Tampoco se debe olvidar dejar agua y pasto para los camellos, y una copita de licor o un vaso de leche y turrones para que los cansados Reyes recuperen fuerzas. Pero no todos los niños recibirán un regalo por su buen comportamiento. Está establecido que los Reyes dejarán un trozo de carbón a todos los niños que se hayan portado mal durante el año (en la actualidad se deja al niño travieso un trozo de azúcar que imita al carbón).

 


























 
 

 

  






















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