Tucumanos (Perú)

 


La danza de los Mula Mula, también llamada de Los Arrieros o Los Tucumanos, arrogantes y temperamentales que no agachan la cabeza y lidian pecho a pecho con su ocasional adversario Atahualpa Yupanqui, declama sobre los tucumanos: “Es bandera de nieblas su poncho al viento/lo saludan las flautas del pajonal/ y guapeando en la senda por esos cerros/ el arriero va, el arriero va”.

En la plaza de armas de Puno, a medio día, te espera una salteña con puntitos de limón. Exquisita empanada, testimonio de caminos recorridos desde Salta en el norte argentino. La salteña se quedó en Puno, como el canto dolido de los arrieros, para “entibiar los inviernos”. En la actualidad, año tras año la Fiesta de la Virgen de la Candelaria es asistida con una gran acogida, por parte de todos los peruanos y extranjeros, que desde muy lejos asisten para poder deleitarse con las danzas de luces desde el 2 de febrero. Muchas veces se desconoce que existe una célebre competencia al de las danzas de luces, este es el concurso de autóctonos, donde muchos pueblos se preparan arduamente para llegar con las danzas más tradicionales que tiene Puno, tales como: Mallku Kunturine, Unucajas y Tucumanos, entre otras. En este caso hablaremos específicamente de la tan aclamada danza de los arrieros provenientes de Tucumán, conocida por diversos nombres como los Mula Mula, los Mula Putas, los Trajinantes, los Tucumanos, o los Arrieros, ya que con el pasar del tiempo, aunque se sigue danzando, muchos han olvidado lo que en verdad significa esta danza. Para entender la historia de los Mula Mula, es importante ubicarse en el contexto de 1593. En este año, las rutas que permitían la comunicación y tratos entre los arrieros, quienes eran los encargados de comercializar los animales de ganado, se consolidaron, facilitando así, la llegada de los trajinantes provenientes del Rio de la Plata, quienes se instauraron en las provincias de Vilque, Azángaro, Carabaya y Sandia, situadas en el actual departamento de Puno. Ellos llegaban a la ciudad a caballo el sábado antes de la octava de la Virgen de la Candelaria. Hoy en día, se le hace alusión al cabalgar de estos arrieros provenientes de Argentina, con la danza. No sería honesto afirmar categóricamente que esta danza procede de Tucumán (Argentina) como producto de algunos portadores coreográficos venidos desde allá; como afirman algunos autores. La danza de los tucumanos es una sátira al argentino comerciante, de ahí que su jocoso movimiento no sólo imita la forma de cabalgar del gaucho, también refiere sus movimientos a las mulas cuando se ponen tercas o entran en celo. Sus máscaras; ahora de facciones diversas; alguna vez fueron la representación del argentino viajero y de uno que otro negro que lo acompañaba en su travesía para ayudar con la carga, sin duda existe una gran diferencia en la danza de Los Tucumanos o Mula Mulas que se aprecia en diferentes provincias de Puno, de forma especial en Paucarcolla y la representación que se muestra hasta hoy en día en diversos escenarios, donde la danza ha adquirido más características de la Chacarera argentina con un aire de danza ruda que en algunas casos lamentables se aprecian hasta zapateos en “propuestas” generalmente limeñas. No hay que olvidar que para el poblador indígena el fin de esta expresión siempre fue y será satirizar lo extranjero. Desgraciadamente en la actualidad, son pocas las locaciones donde aún los pobladores conservan esta danza, estos son los residentes de Paucarcoya, Ácora, y también algunos de la provincia de Azángaro. En la danza de Los Tucumanos del departamento de Puno, se aprecia una disputa entre los personajes; donde se menciona una particularidad en una de las mulas, nos referimos a la “parda”. Esta danza se ejecuta en las fiestas en honor a la cruz en el departamento de Puno en especial en Paucarcolla donde se aprecian estas representaciones, sin embargo, una de las cosas que más llama la atención es la mención a la tan famosa “mula parda” que pasa desapercibida para algunos pero que guarda una curiosa historia, este dicho proviene de las tierras de Salta en Argentina. Recordemos que muchos de los arrieros tucumanos que llegaban al antiguo Perú lo hacían por los caminos que conformaban parte del entonces territorio del Virreinato del Plata, las rutas empleadas para llegar a Puno constituían caminos desde Tucumán, Salta, Potosí, Oruro, la Paz y Puno (llegando principalmente a Vilque y a diversas provincias). Fueron estas rutas las que usaron los arrieros tucumanos para llevar su mercadería.
Empleaban mulas que servían como transporte de carga, siendo las que llamaban “parda” (por su raza) las menos deseadas pero más resistentes, pues se dice que eran torpes y tercas; los lugareños en Puno (especialmente los ganaderos) tomaron esos dichos dejados por aquellos personajes que alguna vez estuvieron por esas tierras para referirse a las “imillas” (muchachas indígenas) tercas difíciles de raptar y conquistar, de ahí que en escenario se emplea la frase “esa mulita parda...¡es mía!...”; que refiere no necesariamente al animal, sino peyorativamente a la chola que se resiste al lazo del que viste con karabotas; personaje que representa al arriero en la danza del Tucumanos; desde luego todo tipo de cortejo es expresado siempre colocando al varón en una postura particularmente machista, esto ocurre en muchas danzas puneñas. Su coreografía pareciera imitar la acción de cabalgar a briosos corceles con zurriagos (látigos) en las manos, en actitud de arrear que en determinados momentos se muestran al danzar en sus pasos enérgicos, y que hace vibrar el piso cuando este es de madera. La danza es ejecutada por puros varones, sin embargo, lo hacen en parejas simulando una competencia de virilidad, energía y destreza con guapeos y manifiestos del más fuerte. Su vestimenta tiene semejanza a la que se supone usaron los tucumanos y consiste en: sombrero alón, camisa, dos reatas terciadas a ambos hombros, un mantón de Manila como el que usan en la Pandilla Puneña, y que le sirve en este caso, de especie de chiripá o chamal; colgado de la cintura para abajo envolviéndose en él las piernas a modo de pantalón, un par de botas de cuero y espuelas de las llamadas roncadoras por el sonido singular que producen al andar o danzar. Ejecutan la danza ocho o más parejas de jóvenes de talla alta y figura atlética, de preferencia y en razón a su vigorosa coreografía y manifiesta gallardía. El acompañamiento musical está conformado por guitarras, bandurrias, requintos (guitarrillo), violines, chilladores (charango encordado con cuerdas de alambre) y quenas, o por una estudiantina igual que acompañe a la Pandilla Puneña. El ritmo de la música es igualmente vigoroso y pareciera imitar el trotar de las mulas, en ciertos momentos de su ejecución.










































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