Escombros industriales y una sociedad descompuesta. Los años 80 terminaron
con deseo de ruptura, al ritmo del Acid House y bañados en éxtasis, en
la que fue la mayor revuelta musical, ideológica y estética en décadas en el Reino
Unido y en Europa. Quizá la última.
El verano, o su particular concepto, apenas
asoma en Gran Bretaña, pero cuando lo hace, lo hace ostentoso. Como en 1989, el
más caluroso en la isla en 300 años y el momento de la mayor revolución juvenil
en Reino Unido desde mediados de los años 60. Todo, en los últimos coletazos de
los nefastos 80, era sobre el futuro. El Acid House se convirtió en la banda
sonora del cambio y la esperanza que se propagó por toda Europa. Meses después
el Muro de Berlín se derribaba con techno de fondo. Durante 1989, Margaret
Thatcher celebraba su décimo aniversario en el poder. La década en la que se
afianzaron los procedimientos ideológicos brutalmente neoliberales, traducidos
en precariedad laboral, violencia urbanística, criminalización de la pobreza y
desequilibrios territoriales. Las celebraciones thatcheristas del éxito
metropolitano derribaron al orgulloso norte industrial. Era una generación que
no solo quería crear una nueva escena musical, sino una actitud, algo que fuera
una alternativa, casi una contracultura. Lo que nos unió con el Punk
era que había mucha energía liberada. El club The Haçienda abrió sus puertas en
1982, inspirado en los clubs que sus fundadores (el periodista y creador del
sello Factory, Tony Wilson, y New Order) descubrieron en Nueva York. En las
noches de Manchester, Dave Haslam fue uno de los encargados de dar forma al
mito. El lugar no fue casual. La primera ciudad industrial del mundo vio cómo varias
generaciones de las mismas familias se ganaban la vida en las mismas fábricas. En
el norte se desarrolló una nueva Inglaterra bajo la promesa de la bonanza
económica que derivó en desempleo masivo y depresión. El londrescentrismo sitúa
el inicio oficial de la historia del Acid House en el verano de 1987, en
el viaje iniciático de los DJ Paul Oakenfold, Danny Rampling y Nick
Halloway a Ibiza. Una escena que intentaron reproducir de vuelta al
Reino Unido y que se bautizaría como Balearic.
No fue sino hasta
1988 cuando la música que llegaba de Detroit y Chicago comenzó a ser apreciada,
aunque Mike Pickering ya tocaba Techno en su club Nude. A esta
escena se la comenzó a llamar Acid House en Inglaterra. Ya era una
bandera que agrupaba a toda la juventud, especialmente en el norte. Dentro de
los muros de The Haçienda o en plena campiña inglesa, miles de personas vivían
una experiencia colectiva cuyo eco llega hasta nuestros días, como una rara
cosecha de magia, unidad y energía. En Manchester, el desembarco simultáneo del
éxtasis y el House modificaron las rutinas para dar origen las Raves.
Convocadas a través de flyers, que apenas indicaban la fecha y el punto de
encuentro, congregaban a miles de jóvenes, con omnipresente smiley adoptado
como mascota, que partían en inacabables caravanas hasta algún lugar de la campiña.
El éxtasis fue el catalizador de la cultura Rave y el sonido Acid
House. Con su llegada se derribaron las fronteras sociales, el Techno
sumaba legiones de seguidores que de ninguna manera habrían pisado nunca una
pista de baile. El cierre obligatorio a las 2 am fue el momento en que comenzó
a construirse la leyenda de la Rave inglesa. Cerraban los clubes,
pero los iniciados partían entonces a la búsqueda de nuevas fiestas, a cubierto
o al aire libre. En 1988 el público blanco ya había entrado mayoritariamente en
el Techno,
la música destinada de origen a los clubes negros y homosexuales que en Reino
Unido ya se había asentado en los guetos. Cuando se habla del consumo de
éxtasis se tiende a juzgar negativamente, pero fue el éxtasis lo que elevó la música
para aquella generación. Suele considerarse que el tema “Acid Trax”, de Phuture,
fue la primera canción con el típico sonido ácido característico del género.
Otros señalan que fue ”I've Lost Control”, de Sleezy
D. como el primero en ser publicado en vinilo. Cerca de 40000 personas
se congregaron el mes de abril de 1992 en Castlemorton en la mayor Rave
de la historia. Dos años después, la promulgación de la Criminal Justice and
Public Order Act, que prohibía las fiestas al aire libre, supuso el golpe final
a las Raves. El Acid House fue un movimiento
fundamentalmente hedonista más que antiautoritario y, por inercia, se convirtió
en algo eminentemente político. También transformó por completo el paisaje
social inglés y cambió las pautas del ocio. Sus huellas aún perduran.
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