Tizita (Etiopía)

 


La Tizita (o Tezeta) no es simplemente un género musical etíope; es una profunda expresión emocional, una melodía y un modo que encapsula la nostalgia, la añoranza, el arrepentimiento, el amor perdido y la melancolía. Es el corazón sonoro de la cultura etíope, resonando con una intensidad que a menudo se compara con el Blues en Occidente, pero con una identidad y un sistema musical completamente propios.

Más allá de ser una escala o un ritmo, la Tizita es un sentimiento, una forma de recordar y de conectar con el pasado, que impregna la vida cotidiana y el arte de Etiopía.

La historia de la Tizita está tan arraigada en el alma de Etiopía como sus antiguas montañas y su profunda fe. Sus orígenes se remontan a las tradiciones musicales ancestrales de las tierras altas de Etiopía, especialmente entre los pueblos Amhara y Tigray, quienes son los principales guardianes de los modos musicales Qenet.

El Qenet es el sistema modal pentatónico etíope, y la Tizita es uno de sus cuatro modos principales (junto con Bati, Ambassel y Anchihoye). Este sistema musical se diferencia notablemente de las escalas diatónicas occidentales, lo que le confiere a la música etíope su sonido único y reconocible al instante.

La música religiosa de la Iglesia Ortodoxa Etíope Tewahedo ha jugado un papel fundamental en la formación y preservación de la Tizita. Los cantos litúrgicos y las melodías sagradas, que se remontan a siglos atrás, a menudo utilizan modos que resuenan con la Tizita, infundiéndole una solemnidad y una conexión espiritual profunda. Los sacerdotes y los debtera (cantores y eruditos religiosos) han sido los custodios de estas tradiciones musicales. Instrumentos como el Masenqo (un laúd de una cuerda con arco) y el Krar (una lira de seis cuerdas) se han utilizado durante siglos para acompañar tanto la música secular como la religiosa, ayudando a codificar y transmitir las melodías de Tizita de generación en generación.

Durante las épocas feudales de Etiopía, la Tizita era interpretada por cantores ambulantes, los azmaris. Estos músicos tradicionales, a menudo poetas y filósofos callejeros, viajaban de pueblo en pueblo, de banquete en banquete, entreteniendo a la gente con sus canciones. Los azmaris eran maestros de la improvisación, y la Tizita era su terreno fértil. Podían componer versos sobre la marcha, inspirados en las historias, los sentimientos o las peticiones del público. Esta interacción en vivo, donde el público podía solicitar una “tizita” sobre un amor perdido, una batalla recordada o una patria lejana, solidificó la conexión del modo con la nostalgia y el recuerdo personal.

La verdadera explosión y modernización de la Tizita ocurrió en la “Edad de Oro” de la música etíope, aproximadamente entre las décadas de 1960 y 1970. Con la apertura de clubes nocturnos, la aparición de orquestas y la llegada de la radio y la grabación en Addis Abeba, la Tizita encontró un nuevo escenario. Músicos visionarios comenzaron a fusionar los modos tradicionales etíopes con influencias de Jazz, Funk, Soul y R&B. Así nació el Ethio-Jazz.

Artistas como Mulatu Astatke, el “padre del Ethio-Jazz”, fueron pioneros en esta fusión, utilizando las melodías melancólicas de la Tizita y otros modos Qenet sobre estructuras rítmicas de Jazz y Funk. Otros gigantes como Mahmoud Ahmed, Tilahun Gessesse y Alemayehu Eshete (conocido como el “Elvis de Etiopía”) llevaron la Tizita a nuevas alturas, cantando letras emotivas con acompañamiento de guitarras eléctricas, saxofones, trompetas y órganos. Sus grabaciones de esa época, muchas de ellas compiladas en la serie “Éthiopiques”, son testimonio del poder y la versatilidad de la Tizita.

A pesar de la represión cultural durante el régimen del Derg (1974-1991), que prohibió las reuniones públicas y las grabaciones, la Tizita persistió en la clandestinidad y en el exilio, demostrando su profunda resiliencia y su arraigo en el pueblo etíope.

La Tizita se basa en una escala pentatónica anhemitónica, lo que significa que utiliza cinco notas por octava sin semitonos. Esto la diferencia de las escalas occidentales (que generalmente tienen siete notas y semitonos) y le da un sonido distintivo que puede sonar “abierto” o “ambiguo” para oídos no acostumbrados. La ausencia de la segunda y la sexta nota en su forma más pura (o su uso particular en variaciones) es clave.

Existen dos tipos principales de Tizita:

• Tizita menor: Es la que más comúnmente se asocia con la melancolía y la nostalgia. Sus intervalos evocan una sensación de tristeza o añoranza.

• Tizita mayor: Aunque también es pentatónica, tiene un carácter ligeramente más brillante, pero aún conserva la cualidad etíope distintiva y la sensación de recuerdo.

Lo crucial de la Tizita no es solo la serie de notas, sino cómo se usan: los adornos melódicos, las microtonalidades (notas que caen entre los tonos estándar occidentales), y las inflexiones vocales le dan su carácter único. La improvisación juega un papel esencial, permitiendo al músico explorar las emociones inherentes al modo.

La Tizita puede ser interpretada con una variedad de instrumentos, tanto tradicionales como modernos:

Masenqo: Este laúd de una cuerda, tocado con arco, es el instrumento tradicional más asociado con la Tizita. Su sonido rasposo y penetrante, a menudo con un vibrato intenso, es perfecto para expresar la melancolía del modo. El músico puede manipular la tensión de la cuerda para crear microtonos, añadiendo expresividad.

Krar: Una lira de cinco o seis cuerdas, el Krar tiene un sonido más melódico y resonante que el Masenqo. Es utilizado para acompañar el canto y para pasajes instrumentales, a menudo con un punteo percusivo.

Washint: Una flauta de bambú que produce melodías etéreas y que también se utiliza para interpretar la Tizita, a menudo para evocar paisajes o estados de ánimo contemplativos.

Begena: La “arpa del Rey David”, una gran lira de diez cuerdas, utilizada tradicionalmente en contextos religiosos y para la meditación. Aunque su música es más solemne, el modo Tizita puede ser interpretado en ella para invocar un sentimiento introspectivo.

Kebero: Un tambor de doble cabeza, utilizado para proporcionar el ritmo y la percusión en conjunto.

La Tizita se adapta a guitarras eléctricas, bajos, pianos, órganos, saxofones, trompetas y batería, lo que le da una sonoridad más completa y contemporánea sin perder su esencia etíope. El saxofón, en particular, ha demostrado una afinidad asombrosa con las melodías de Tizita, gracias a su capacidad para bendings y vibratos que imitan las inflexiones vocales etíopes.

Una canción de Tizita a menudo comienza con una introducción instrumental que establece el modo y el ambiente. Luego, el vocalista entra con una melodía que es a la vez una súplica y una narración. El canto es muy melismático, con largas notas y adornos vocales que expresan la emoción del texto. La letra suele ser una décima o un poema más largo, que se repite y se explora a través de lazares melódicos improvisados.

Los azmaris son maestros en el “descenso” a la Tizita: comienzan con un tono más elevado o una narrativa más general, y gradualmente “bajan” al modo Tizita, intensificando el sentimiento de nostalgia y recuerdo. La interacción entre el cantante y los instrumentos es fundamental, con el Masenqo o el Krar respondiendo y ecoando las frases vocales.

La lírica de la Tizita es tan central como su música, y ambas se entrelazan para crear una experiencia emocional profunda. Las letras de las canciones giran en torno a temas universales de la condición humana, pero teñidos con la particularidad de la experiencia etíope.

Temas Recurrentes:

Nostalgia y Añoranza: Este es el tema principal. La Tizita es la “melodía del recuerdo”. Se añora un pasado idealizado, un amor perdido, un hogar lejano, la infancia, amigos ausentes, o incluso el simple paso del tiempo. No es una nostalgia triste en un sentido depresivo, sino una reflexión agridulce sobre lo que fue y lo que ya no está.

Amor y Desamor: Un subtema prominente es el amor en todas sus facetas: el amor no correspondido, el amor que se ha ido, el dolor de la separación, pero también la belleza de los recuerdos de un amor pasado.

Patria y Exilio: Para muchos etíopes, especialmente aquellos en la diáspora, la Tizita es un vínculo emocional inquebrantable con su tierra natal. Canta la belleza del paisaje etíope, la calidez de su gente y el dolor de la estar lejos.

Arrepentimiento y Reflexión: Las letras a menudo contienen un tono de introspección, reflexionando sobre decisiones pasadas, errores cometidos y el paso irreversible del tiempo.

La Vida Cotidiana y los Retratos Sociales: Aunque menos común que la nostalgia, la Tizita también puede usarse para describir escenas de la vida diaria o para hacer comentarios sutiles sobre la sociedad, siempre con ese velo de melancolía o reflexión.

Las letras de Tizita se cantan predominantemente en amárico, la lengua oficial de Etiopía. La poesía amárica es rica en metáforas, alusiones y dobles sentidos es profundo y a menudo crítico o devoto.

La estructura de las letras a menudo se presenta en décimas o cuartetas, con repeticiones y variaciones que permiten al cantante improvisar y profundizar en el sentimiento. La capacidad de improvisar letras de Tizita sobre la marcha, como hacen los azmaris, es una muestra de gran habilidad poética e intelectual.

 

 

Fuentes:

 

• Ethiopiaintheory.org

• The-peak.ca

 


 












































 

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