Literatura y Música - Mario Benedetti en canciones
Con cerca de 200 versiones, contando solo las musicalizaciones originales, Mario Benedetti es unos de los poetas en lengua castellana que más veces pisó el terreno de la canción popular.
Tanto a través de trabajos conjuntos con
distintos intérpretes y compositores, como en musicalizaciones realizadas por
artistas de diversos orígenes y generaciones, sus versos no han dejado de
nutrir el cancionero hispanoamericano desde hace cincuenta años. A partir de
1970 la obra poética de Mario Benedetti ha sido a menudo
rescatada por numerosos cantantes y cantautores de habla hispana. Remonta
precisamente a 1970 la primera vez que un poema de Benedetti se hizo
canción, cuando Numa Moraes, músico uruguayo, musicalizó “Cielo del 69”, casi unido
a la aparición de la llamada Nueva Canción Latinoamericana. Pero,
más allá de que el autor y muchas de sus composiciones iniciales mantuvieron
claros puntos de contactos éticos y estéticos con aquel movimiento y sus
cultores, él nunca llegó a ser miembro formal de esa corriente. La primera
canción con letra suya, “Cielo del 69”, musicalizada por el
uruguayo Héctor Numa Moraes e interpretada por Los Olimareños, es un
buen ejemplo de aquella tendencia. La elección del Cielito como ritmo, y la
clara connotación política que diferencia el “arriba” y el “abajo” de la
historia, demarcan un espacio más humano o de conciencia que geográfico. La
noción del lugar desde el cual se percibe y se da cuenta de una realidad
determinada es una constante en la obra poética de Benedetti, que se
traslada por supuesto a esta y otras canciones.
Al calor de estas inquietudes,
por citar otro caso de esas nóveles creaciones, nació el “Cielito de los muchachos”,
texto que el poeta entregó a su compatriota Daniel Viglietti para que
lo musicalizara. Viglietti, otro cantautor uruguayo, fue un personaje clave
desde el punto de vista político, cultural y musical en la transformación del
Uruguay a partir de 1968. En el texto, más cercano tal vez a la crónica
periodística que a la poesía, el escritor se refiere al pregón del Movimiento
de Liberación Nacional- Tupamaros, con el cual ambos simpatizaban, en pos de
una renovación social. Este Cielito, aggiornado rítmica e
instrumentalmente y envuelto en una melodía que trasunta optimismo dentro de un
tono épico, fue incluido en el disco “Canciones chuecas”, el más celebrado
en la trayectoria del autor. Así, el mensaje de estos y otros versos de la
época –montado en ese penetrante vehículo que es la música– llegó con mayor
rapidez a oídos de mucha gente. El pianista y compositor argentino Alberto
Favero, quien convirtió en canciones varias de esas “letras de
emergencia”, las describe como “una forma de 'arte periodístico', tanto por sus
características de temática cotidiana como, también, por su calidad efímera: es
como un diario, que tiene valor inmediato pero al otro día su vigencia ya no es
la misma”. Por encima de alguna incursión musical en este tipo de crónicas más
directas, de fuerte compromiso social, Favero, debido a su formación
clásica y jazzística le imprimió a los textos benedettianos –salvo contadas
excepciones- una tónica musical alejada a la de la Nueva Canción, más ligada
a ritmos de raíz folklórica.
La trascendencia de la treintena de canciones que Favero
y Benedetti
alumbraron juntos en dos décadas de labor, se funda justamente en el matiz de
universalidad alcanzado por la conjunción de letra y música. Como haciéndole un
guiño a la historia de la canción, la labor con Favero incluyó desde el
principio a la intérprete de los temas: la actriz y cantante Nacha
Guevara. De esta forma las variables de letra, música y canto surgían
casi sin esfuerzo como una sola cosa. En reiteradas entrevistas y testimonios, Benedetti
siempre sostuvo que para la construcción de canciones prefería esta
metodología. El camino de Benedetti por la canción no resultó,
en modo alguno, sencillo o libre de los tropezones que toda obra artística
voluminosa padece: dejó textos que se transformaron en himnos para varias
generaciones mientras que otros pasaron rápidamente al olvido. De hecho, en el
volumen “Canciones del más acá” que reúne toda su obra musicalizada
hasta 1988, el propio poeta dejó fuera títulos bastante desafortunados de su
cancionero como “Las viejitas democráticas” o “Cielito del 26”, que
alude al Movimiento de Independientes 26 de marzo, brazo institucional del
MLN-T. Entre sus poemas-canción más logrados, en tanto, pueden citarse, en un
apretado resumen, “Te quiero”, “Vuelvo (Quiero creer que estoy volviendo)”
y “Por
qué cantamos” (musicalizados por Alberto Favero);
“Es
tan poco” (interpretada por Alfredo Zitarrosa y musicalizada por
la venezolana Soledad Bravo); “Corazón coraza” (por Eduardo
Darnauchans); “Hombre preso que mira a su hijo”
(por Pablo
Milanés); “Tierra luna” (por Julio Víctor González, El Zucará); “No te
salves” (por el peruano Jorge Pelo Madueño); “Papel
mojado” (música de Víctor Merino e interpretada por Tania
Libertad junto con Joan Manuel Serrat); y “Los
formales y el frío” y “Una mujer desnuda y en lo oscuro”
(por Serrat).
Los dos últimos integran “El sur también existe”, una placa de
resultados desparejos tomando en cuenta los artistas involucrados. Pero más
allá de aciertos y resbalones –y tal cual sucede con sus novelas, poemarios y
cuentos–, su lenguaje llano y el hecho de escribir sobre cuestiones
fundamentales del ser humano son algunas de las razones de peso para comprender
por qué, todavía hoy, el mensaje de las canciones de Benedetti atraviesa
fronteras generacionales y geográficas sin perder su capacidad de comunicar y
conmover. Apenas dos días antes de su partida, desde el cuarto de hospital en
que se hallaba internado, Benedetti dio su aprobación a dos
artistas argentinos para realizar una versión musicalizada de un soneto suyo.
El poema -vaya símbolo- se titula “Esta paz”. Los responsables de
transformarlo en un Tango potente y desgarrado, son el compositor Javier
González y la intérprete Patricia Barone. Fue su última
canción. A tres años de su muerte, la avidez por crear nuevas canciones sobre
sus poemas pareció el disco “BarnaSants canta Benedetti”. Allí
aparecen “Posibles” y “Este arroyo no vuelve”, por Ana
Prada; “Socorro y nadie” y “Piedritas en la ventana”, por Samantha
Navarro; “Los cinco” y “Pasatiempos”, por Daniel
Drexler; “Me sirve y no me sirve” y “Soneto kitsch a una mengana”; por Diego
Kuropatwa; y “Ovillos” e “Indice” (una muy
ingeniosa canción basada en los títulos del índice del libro Cotidianas), por Rossana
Taddei.
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