Festival Nacional de Folklore de Cosquín (Argentina)
El Festival de Cosquín, que es el mayor encuentro folklórico del país, celebró sus seis décadas de vida, ya que desde 1963 se lleva a cabo el evento y cuyo origen es tan digno de contar como el nacimiento del festival: una vez más, ese entusiasta grupo de vecinos que se empeñó en poner a la ciudad y al folklore en los primeros planos, fue el gran protagonista.
“El doctor (Reynald) Wisner y
los suyos, sin dudas han cumplido su cometido. Han convertido a la progresista
Cosquín en la Capital del Folklore (...) y también darle un marco escénico de
indudable jerarquía”, publicaba La Voz del Interior en su edición del martes 22
de enero de 1963, tres días después de la apertura de la tercera edición que
inauguraba el escenario en el nuevo espacio elegido, la Plaza Próspero Molina. Su
origen se remite a la Novena por la Virgen del Rosario, que es la patrona de la
ciudad y es por eso que el Festival dura nueve noches y se realiza en la última
semana de enero. La tradición acostumbra a hacer referencia a las Nueve Lunas
de Cosquín o Nueve Lunas Coscoínas. Su origen se dio en enero del año 1961. La
primera edición se realizó entre el 21 y el 29 de enero sobre la ruta nacional
38. El pueblo, sediento de música, cortó la misma con un escenario de material.
Las dos primeras ediciones habían consolidado a Cosquín en su propósito:
convertirse de a poco en un centro neurálgico de la cultura argentina y
alejarla del estigma de ciudad de tuberculosos. Además, había inaugurado un
estilo de festival inédito hasta entonces y en sintonía con el boom del
folklore que se registraba en todo el país, la convocatoria crecía de manera
exponencial. La edición de 1962 concentró más de 10 mil personas con solo 1.500
asientos disponibles, demostrando que el espacio con el escenario construido
para cada una de las ediciones sobre la calle San Martín, quedaba chico.
Según
describe el libro sobre la historia del festival escrito por Santiago
Giordano y Alejandro Mareco, la comisión organizadora recurrió a la por
entonces Escuela de Arquitectura de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC)
buscando asesoramiento sobre dónde instalar un escenario permanente que
respondiera a las necesidades de un evento en plena expansión. El arquitecto
Ernesto Lapadula se hizo eco de las inquietudes y después de estudiar el caso,
aconsejó ubicar el predio del festival en la Plaza Próspero Molina, un espacio
ubicado a pocas cuadras del río y poco frecuentado, frente a la iglesia y la
comisaría. Wisner, quien encabezaba la comisión organizadora por aquellos años,
estaba seguro que ese podía ser el lugar, pero no encontraba eco en la
autoridad municipal para comenzar con las obras. Próspero Molina había
nacido en Catamarca y siendo joven arribó a Córdoba en 1860, para trabajar en
la zona de San Roque. Años más tarde, encabezó un emprendimiento que realizaba
traslados de mercancías y la actual plaza era su patio de carretas. Fue el
propio Próspero Molina quien donó su casa para crear la Junta sindical
presidida por Don Palemón Carranza y que sería el antecedente del primer
gobierno municipal. Además, Molina gestionó fondos y cedió los
terrenos para concretar la edificación del templo parroquial, inaugurado en
1884. Con su salud deteriorada y la tristeza a cuestas por la pérdida de un
hijo, falleció en Cosquín el 15 de enero de 1889 a los 62 años de edad. Su
plaza de carretas cedida a la Villa como espacio verde llevó desde entonces su
nombre. Se avecinaba el verano de 1963 y el tema seguía sin resolverse.
¿Dónde
se realizaría la tercera edición del festival? La Comisión de Cultura, Turismo
y Fomento (hoy Comisión Municipal de Folklore), comenzó a difundir entre la
ciudad la idea propuesta de un predio permanente en el espacio mencionado, que
prendió rápidamente en la población y conectaba directamente con la historia
del nacimiento de Cosquín. Por ese entonces, el municipio estaba a cargo de
José Reyes Contreras, nombrado por la intervención encabezada por Rogelio Nores
Martínez en lugar del intendente electo Ángel Bergese. Según cuenta Santos
Sarmiento (otro de los fundadores del festival) en sus memorias, a fines de
1962 se realizó una gran peña que derivó en una asamblea del pueblo. Cuando el
locutor anunció la negativa municipal de ceder la plaza, sobrevino un gran
abucheo. “La plaza Próspero Molina no es propiedad de la Municipalidad, solo la
administra. La plaza es del pueblo y el pueblo debe tomarla”, arengaba el
locutor quien ponía en palabras el sentir general. Se propuso entonces que al
día siguiente la gente llevara material de construcción y así aparecieron sobre
los canteros ladrillos, arena, bolsas de cal y piedras. Así, la decisión del
pueblo resultó irreversible. No tuvo más remedio el municipio que faltando
pocos días, aportar mano de obra y maquinaria para acelerar la construcción. Para
la tercera edición del festival que tuvo lugar entre el 19 y 27 de enero de
1963, se levantó un escenario de unos doce metros de frente y seis de
profundidad.
La platea para 4.500 personas se armó con sillas y bancos, que en
las noches de lluvia se utilizaban para taparse del agua. El último sábado
aconteció un hecho histórico cuando cantó por primera vez en el festival Atahualpa
Yupanqui, quien había regresado hacía algunos años de su exilio en
Francia. Casi una década después, en 1972, el escenario de Cosquín sería
bautizado con su nombre en lo que fue un enorme homenaje en vida para uno de
los máximos exponentes del folklore argentino. Ese año también se produjo un
desembarco que marcaría el futuro de Cosquín: se produjo el debut como maestro
de ceremonias de Julio Márbiz, contratado a partir de una recomendación de Horacio
Guarany. La arenga “Aquí Cosquín, capital nacional del Folklore”,
instalada desde la primera edición, se convirtió en la voz de Márbiz
en una marca personal, ya que le incorporó un tono futbolero, elevando el grito
y repitiéndolo varias veces por noche. Con los años, este locutor de Radio
Belgrano y conductor del programa “Aquí está el folklore” en Canal 9, lograría
una notable influencia en Cosquín, hasta convertirse en el amo y señor del
festival. Pero esa es otra historia. Las sillas de madera de aquellos primeros
tiempos fueron reemplazadas por sillas de chapa y posteriormente a comienzos de
la década de 1970 se realizó una importante remodelación del escenario y
construyeron las históricas butacas de cemento que permanecieron hasta 2005. Cuatro
años antes, en 2001, se inauguró el nuevo escenario con una boca de 50 metros
de largo, seis de alto y 830 m² de superficie, convirtiéndolo en uno de los más
grandes de América Latina. Para esa misma edición, se agregaron a las 7.800
butacas de cemento, dos tribunas laterales con capacidad para dos mil
espectadores más. Finalmente, en 2005, se reemplazaron las butacas de cemento
ya muy deterioradas por asientos rebatibles que permitieron retirarlos en forma
total y ampliar la capacidad por 20 mil personas de pie. Ese año, se producía
la salida del Cosquín Rock de José Palazzo tras cuatro ediciones allí y el
desembarco del Siempre Rock de Jorge Guinzburg. La Plaza recibía a
otros géneros musicales (luego fue también el Cuarteto), aunque la
mística folklórica está impregnada en historia.
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