Aria


 

Cuando en una Ópera todo pasa a un segundo lugar porque se inicia la interpretación magistral de un solista que demuestra sus habilidades vocales en su mayor esplendor, es probable que se trate del desarrollo de un elemento musical conocido como “Aria”, aquí la orquesta solo es un acompañamiento del cantante y no la protagonista.

La palabra Aria viene del término aire en el idioma italiano. Se trata de un fragmento musical compuesto por tres secciones y para ser interpretado por una sola voz sin la presencia de un coro. Puede ir acompañada de un arreglo orquestal y formar parte de Óperas y Zarzuelas. Esta tiene movimiento pausado, de naturaleza cantábile y con mucha ornamenta. Viene de la época del Renacimiento, en sus años finales. En el Aria la melodía es la que protagoniza por encima del texto. Tiene la cualidad de manifestar sentimientos y es un momento de la obra donde todo se detiene y el cantante alardea de las cualidades de su voz. El Aria está conformada por un componente musical que finaliza en nota tónica y cuya segunda sección va a contrastar con el anterior en lo referente al tiempo, de la misma manera que la tercera sección. Al ver el pentagrama, el Aria no sale reflejada, sino que aparece la frase “da capo” desde el principio) esto le dice al cantante que tendrá que repetir desde el inicio la obra hasta alcanzar la frase. Es en este momento en el que el intérprete revela sus capacidades vocales. Puede usar toda la ornamenta, su desempeño vocal y partitura. Los primeros documentos que hablan de Aria, Aere o Aiere pertenecen al siglo XV, cuando una serie de compositores y teóricos de la música retomaron la palabra latina alterando el significado musical que había tenido hasta la Edad Media: el término Aria comenzó a ser utilizado para indicar un gusto musical libre, suave y melódico (conocido como arioso) que podía pertenecer tanto a la música vocal, entonando versos poéticos, como a la instrumental.
Durante el Renacimiento, madrigales y canciones fueron ocupando una posición cada vez más central en la música polifónica europea, sobre todo gracias al alto valor de sus textos y a su rígida y perfecta estructura poética y retórica. La palabra Aria inició por lo tanto a significar obras homofónicas, con estructuras poéticas y musicales más sencillas, casi siempre caracterizadas por un estribillo que dividía las diferentes estrofas. Aria y monodia se transformaron entonces en un binomio casi inseparable para indicar obras más populares, distantes de la elegancia y perfección de la polifonía renacentista. Con la ópera todo cambió. De ser una forma vulgar y ordinaria, el Aria se transformó en el instrumento perfecto para realizar concretamente lo que Ottavio Rinuccini y Jacopo Peri -y todos los músicos y teóricos romanos y florentinos de esos años- soñaban a finales del 1500: poder dar vida nuevamente a la gloriosa tragedia griega clásica con un género que pudiese unir teatro y música al mismo tiempo. El Aria monódica permitía entonar un texto con una sola línea vocal, sobre una base musical, sencilla y básica, ejecutada casi siempre por un laúd u otro instrumento polifónico. Las Arias de las primeras Óperas eran de hecho una curiosa y experimental mezcla entre melodía, recitativo y elementos decorativos y virtuosísticos en una forma estrófica. Emblemático es el ejemplo “Vi ricorda, o boschi ombrosi”, del Orfeo: repitiendo la misma frase musical con pequeñas variaciones, Monteverdi dio inconscientemente vida a una nueva forma de Aria operística que sus sucesores transformarán completamente.
A finales del siglo XVII, con Cavalli, Cesti y Stradella la Ópera se fue estructurando de forma más sólida y consciente. Como consecuencia, las orquestas y los teatros comenzaron a crecer y la dramaturgia se hizo cada vez más compleja. Frente a tanto cambio, los compositores transformaron su lenguaje musical concentrando todas sus atenciones sobre el Aria, protagonista principal de esta verdadera revolución operística. Siguiendo las rápidas evoluciones de la música instrumental de esos años, marcada principalmente por el triunfo del instrumento solista y de las formas del concierto y de la sonata, los compositores comenzaron a construir frases vocales cada vez más elaboradas. Trinos, escalas, arpegios y virtuosismos de variado tipo comenzaron a llenar las partituras de las nuevas Óperas. El Aria se volvió el corazón de todo: desde una perspectiva dramática fue el momento de máxima tensión en donde el personaje, hombre o mujer, se queda solo en la escena para compartir con el público sus emociones y sensaciones; desde una perspectiva musical es la ocasión para el cantante de expresar todas sus habilidades vocales más extremas e impactantes. Ahora sí, con el Aria, la Ópera encontró una solidez estructural, una forma que le permitió alcanzar una extraordinaria potencialidad expresiva.
Faltaban solo grandes maestros de la música y de la palabra, compositores y libretistas que sean capaces de aprovechar esta estructura para transformarla en una obra de arte. Uno de los representantes más importantes de la música, en especial a lo referente a Arias tipo da capo, es el compositor Alessandro Scarlatti, de origen italiano. Su papel en la época barroca, se caracterizó por perfeccionar las diversas Arias da Capo. Usaba por lo general la voz de soprano y el basso de forma continua. Otro personaje importante fue el alemán Georg Friedrich Händel uno de los mejores expositores de la obra barroca entonada. Entre los diversos tipos de Arias, se encuentran que en la opera la que más importancia tiene es la del tipo de Capo. Esta es en la que se debe recitar la obra desde el principio hasta la marca estipulada. Por otro lado, las Arias compuestas para interpretar en voz de soprano son unas de las más hermosas. Hay que tener en cuenta que el cantante soprano es el protagonista de la Ópera, por eso es uno de los mejores estilos para interpretar arias.

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