Entartete Musik (Alemania)



Música Degenerada (en alemán: Entartete Musik) fue la etiqueta que el gobierno de la Alemania Nazi aplicó durante los años 30 y 40 del siglo XX a determinadas formas de música que consideraba perniciosas o decadentes. La preocupación del gobierno nacional-socialista por este tipo de música formó parte de su conocida campaña contra el arte degenerado ('Entartete Kunst').
En ambos casos, las autoridades intentaron aislar, desacreditar o prohibir las obras. El Gobierno Nazi consideró "degenerados" determinados tipos de música por diferentes motivos; en general, porque se oponían a los fundamentos de la ética y la moral, en virtud de su contenido o la filiación política o racial de sus compositores e intérpretes. Ello incluye las obras de compositores judíos o de origen judío (como Felix Mendelssohn, Arnold Schoenberg, Franz Schreker, Walter Braunfels, Erich Wolfgang Korngold, Kurt Weill, Gustav Mahler, David Nowakowsky y Berthold Goldschmidt); las que incluían personajes judíos o de origen africano (como las de Ernst Krenek); o los trabajos de compositores considerados simpatizantes del marxismo (por ejemplo, Hanns Eisler). La música modernista, como las obras de Paul Hindemith, Alban Berg, Schoenberg y Anton Webern, fue considerada igualmente "degenerada", juzgándose "inferior" a la música clásica pretérita y, por lo tanto, ofensiva hacia el sentido de progreso y civilización nazi y su lealtad hacia determinados compositores alemanes clásicos. Finalmente, la música de Jazz fue también tachada de "degenerada" a causa de sus raíces y su profunda relación con la cultura afro-americana. Desde el ascenso al poder del Partido Nazi, estos compositores encontraron una creciente dificultad, incluso imposibilidad, de obtener encargos o de ver interpretadas sus obras. Algunos emprendieron el camino del exilio ,por ejemplo, Schoenberg, Weill, Hindemith o Goldschmidt. En tanto otros, como Karl Amadeus Hartmann o Boris Blacher, se recluyeron en un 'exilio interior'. Viktor Ullmann y Erwin Schulhoff, incluso, terminaron sus vidas en los campos de concentración.


A partir de 1933 el régimen nacionalsocialista comenzó la depuración sistemática de la vida cultural "con la imposición de un ideal estético basado en la supremacía de la raza aria", una "revolución conservadora" que cristalizó alrededor de los valores del clasicismo y la gran tradición romántica. Fuera de este círculo quedaron las corrientes expresionistas, abstractas y realistas, así como la música atonal, rechazadas y asociadas a la "degeneración". El filósofo Theodor W. Adorno sostenía la idea de que "el Jazz y el pogrom forman una pareja". Ya desde el afiche mismo de la exposición Entartete Musik (un saxofonista negro con una estrella de David en la solapa del frac), los nazis notaban una afinidad entre ambos. No estaban seguros de si el Jazz era una invención con la que los judíos planeaban corromper el mundo, o si era algo que les habían robado a los negros, pero, cualquiera fuera el caso, debía por las dudas ser prohibida. Como ocurrió con el "arte degenerado", a partir del año 1938 se inauguraron en Alemania algunas exposiciones de "Música Degenerada". Una de las primeras la organizó en Düsseldorf Adolf Ziegler, superintendente del Teatro Nacional de Weimar, el cual, en su discurso inaugural, atribuyó la decadencia de la música "a la influencia del judaísmo y del capitalismo". La exposición de Ziegler se organizaba en siete secciones, cada una de ellas dedicada a un tema: * 1) la influencia del judaísmo; * 2) Schoenberg; * 3) Kurt Weill y Ernst Krenek; * 4) "Bolcheviques menores" (Schreker, Berg, Ernst Toch, etc.); * 5) Leo Kestenberg, director de educación musical antes de 1933; * 6) las Óperas y oratorios de Hindemith; y * 7) Igor Stravinsky. Con algunas excepciones, la Música Degenerada fue poco y mal conocida durante casi todo el siglo XX, mientras que, por el contrario, el oratorio Carmina Burana -escrito por Carl Orff, músico oficial del Reich- para celebrar las Olimpíadas de 1936, gozó en esos años de una sostenida popularidad en las salas de concierto de los países democráticos.





 Felix Mendelssohn

Arnold Schoenberg

Franz Schreker

Walter Braunfels

Erich Wolfgang Korngold

Kurt Weill

Gustav Mahler

 David Nowakowsky

Berthold Goldschmidt

Paul Hindemith

Alban Berg

Anton Webern

Ernst Krenek

 Karl Amadeus Hartmann

 Boris Blacher

 Viktor Ullmann

Erwin Schulhoff

























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