Jacha Tata Danzanti (Bolivia)

 

 

El Jacha Tata Danzanti es una danza ritual altiplánica del territorio boliviano, interpretada por un joven escogido por sus habilidades para la danza y su fuerza moral y física. El primer registro bibliográfico acerca del Danzante se encuentra en un artículo de María Eugenia Soux, titulado “Música e identidad: La ciudad de La Paz durante el siglo XIX”.

En dicho texto la autora se basa en las descripciones de un tal Wedel (1854), que seguramente presenció esta danza a mediados del siglo XIX. En su descripción se muestra claramente que esta danza se la bailó no solamente dentro los márgenes de las comunidades, sino que incluso fue conocida en la ciudad de La Paz. Según algunos testimonios, la danza se bailaba en el atrio de la actual Iglesia de San Pedro. Antonio Gonzáles Bravo en un artículo titulado: “Música: Instrumentos y Danzas Indígenas”, publicado el año 1948, a pesar de la escueta información contenida en su trabajo, las ilustraciones mediante un gráfico, donde se muestra la forma como vestía el Danzante y sus acompañantes, y la trascripción de la música del Danzante en una partitura, son elementos esenciales que permiten advertir las características de esta danza durante aquella época. También sostiene que esta danza se bailaba en varias regiones del altiplano y que hasta antes de la publicación de su obra, escuchó decir que recientemente había desaparecido en Umala y Sicasica, ubicados en la provincia Aroma del departamento de La Paz. Unos años más tarde, en 1966, Hugo Ruíz Ruíz en un artículo publicado por la Dirección Nacional de Antropología, titulado “Archivos del Folklore Boliviano”, realizó una etnografía sobre la fiesta patronal de San Pedro en la localidad de Achacachi. En ella detalla las características de la fiesta en el pueblo de Achacachi, los protagonistas principales de la danza, algunas breves leyendas que hablan acerca del origen del Danzante y algunas ilustraciones fotográficas más la transcripción de la música completa en partituras. Posteriormente el costumbrista Antonio Paredes Candia también proporciona información importante sobre esta danza, pero además da un detallado relato sobre la indumentaria, los instrumentos de música, los integrantes de la danza y el simbolismo que rodeaba a su personaje principal.
Lamentablemente existe poca información sobre el origen de esta danza, además de no existir material bibliográfico o referencias personales; además que en las pocas regiones donde aún realiza este ritual ha sido modificado a través de los tiempos perdiendo el verdadero significado de esta danza ritual. De todas maneras, existen dos versiones sobre su origen. Primera versión: En esta, un tanto escalofriante, la persona que interpreta al personaje debe bailar hasta morir, lo cual es el sacrificio que se necesita para el beneficio de la agricultura; aquella persona que decide interpretar al Jacha Tata Danzante (personaje que tiene vínculo estrecho con la muerte), debe pedir permiso a un consejo de ancianos de la comunidad, una vez aprobada su solicitud se escoge la fecha de su interpretación; un día antes se le ofrece comida, bebida y doncellas para pasar la noche, al amanecer un pequeño grupo de asistentes le ayudan a vestirse con cascabeles en las piernas, pollerín, chaqueta y el objeto más representativo y llamativo, la máscara de ojos saltones, orejas grandes, boca desproporcionada, bastante grande y pesada al mismo tiempo, normalmente de color verde y adornada con algunos espejos. Debido a que la máscara enorme que llevaba puesta, el cuello se fracturaba en algún momento. Este sacrificio servía para que la comunidad estuviese a salvo de plagas y sequías. Esta versión se la puede ver reflejada en la película boliviana “La nación clandestina”, de Jorge Sanjines. Segunda versión: El contexto de esta versión es de castigo, se encontró registro en región de Chognacala por la comunidad de Arasaya (Achacachi); esta es una forma de castigo que se lo realiza generalmente a los jóvenes cuando cometen una falta o delito en contra de la comunidad haciéndolo bailar danzante, con esto le dan una oportunidad antes de expulsarlo; pero con contextos muy diferentes, viendo la hora del sol el día que va a bailar, el tiempo, ropa adecuada (por lo general si es joven lleva chaqueta azul), lo preparan espiritual y mentalmente no solo días antes al ritual, sino durante todo un año, durante este tiempo el danzante debe vestirse de negro y reflexionar sobre lo que hizo y su reivindicación.
Pasada la ceremonia se dice que queman la ropa u otras veces la careta, la persona y/o familia viste con sus mejores ropas y va a disculparse de toda la comunidad, con esto se dice que el danzante renace como persona. El dato más reciente que se tiene de este tipo de castigo es del año 2011, un joven se negó a hacer el servicio militar, por la idiosincrasia que tiene la gente del campo esto es muy mal visto; entonces la familia llegó a un acuerdo con la comunidad, haciéndolo bailar todo el día en forma de castigo. La danza Jach'a Tata Thuquri es interpretada sólo por varones con un número aproximado de cinco danzantes. El Jach'a Tata Thuquri o Danzanti, también llamado Wiraqucha, es la figura principal. Le acompañan dos diablitos, edecanes o guardias, ubicados a ambos lados del Wiraqucha, así como dos músicos disfrazados de “awilas", uno porta un pinkillu y el otro un tambor, o también pueden llevar ambos instrumentos en ambas manos. Los “pinkillos” antes eran fabricados de carrizo, con una longitud de 56 cm, en la parte frontal lleva dos orificios inferiores, la embocadura tiene un corte biselado y tapón, que a propósito este es uno de los instrumentos que se conocía en la época prehispánica, que solo cambio el material de fabricación ya que ahora son de plástico, con algo de variación en las medidas. El instrumento menbranófono llamado “wankara” fabricado de piel y corteza de madera, con un diámetro es de 74 cm, en unas de las caras lleva un cordel que le atraviesan unas tablillas de cañahueca que ellos llaman “corchea” o “tañen” con un mazo o “jauk`aña” que también cambio en el material de construcción y con variación en el tamaño.
La danza se reduce a un andar acompasado del Wiraqucha y a un zapateo ágil de los diablitos, siendo más un espectáculo colorido que una coreografía estructurada. Destacan el atuendo de sus componentes, además de los mitos y leyendas que le rodearon en tiempos pasados. Los diablitos visten pantalón recto de un solo color, adornado a los lados con una delgada faja de donde cuelgan cascabeles y tres borlas; blusa azul, con bordados en la espalda; faja con monedas en la cintura; pañuelo de color anudado al cuello. El traje es complementado por una máscara de tela de confección sencilla, que en muchos casos se ha perdido como parte de la vestimenta; además de una gorra en la cabeza, adornada con un penacho de plumas multicolores. Los awilas (músicos) llevan, desde sus hombros hacia la espalda, una piel de llama (blanca wari), sobre la que prenden infinidad de borlas multicolores. Además, un sombrero con plumas rojas de pariguana, dispuestas horizontalmente y en la parte delantera; y, a manera de penacho, plumas de ñandú y una wiska (soga elaborada de lana de llama). Las transformaciones se evidencian en el cambio de vestimenta. También se observa la variación de las costumbres que caracterizaban a esta danza, por ejemplo, en la región de Peñas se sustituyó la costumbre por una paliza dada por cuatro individuos al Jach'a Tata Thuquri, quien tiene que soportar cubierto con un sacatán doble, a manera de colchón o resguardo.

 

 

Fuentes:

 

• Studocu.com

• Es.scribd.com

 


 


















































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