Hundimiento ARA General Belgrano


 

El 16 de abril de 1982 zarpó desde la Base Naval Puerto Belgrano hacia el este de la zona de conflicto con 1093 tripulantes. Los testimonios y relatos describen ese momento como de una incertidumbre completa, de una esperanza simbolizada en la promesa de volver y de una movilización por defender la Patria.

El buque debía mantenerse fuera del área de exclusión impuesta por los británicos, vigilando las intenciones de las fuerzas enemigas. Luego de recalar en la ciudad de Ushuaia, se reunió con dos destructores. El 1° de mayo, mientras navegaba recibió la orden de atacar a la flota británica por el sur, pero ya había sido detectado por el submarino nuclear HMS “Conqueror”, que se había posicionado en cercanías del ARA "General Belgrano". La apreciación inicial argentina era que se estaba configurando una situación en que la fuerza naval británica se hallaba comprometida en una operación de desembarco. El crucero ARA “General Belgrano”, los destructores ARA “Piedra Buena” y “Bouchard” y el petrolero de YPF “Puerto Rosales” conformaron el grupo de tareas GT 79.3. El 29 de abril fueron levantadas las restricciones para el empleo de las armas. El 30 de abril, fue detectada actividad de aeronaves indicativa de un grupo de portaaviones, en latitud 51º (S) y longitud 51º (W). Eso motivó un reagrupamiento de la Fuerza de Tarea 79. Hasta ese día, el GT 79.3. había navegado la faja del sur del archipiélago de Malvinas, en zona de bajas profundidades, poco favorable para las operaciones de submarinos. El comandante del crucero ARA “General Belgrano”, había elaborado su propio plan de operaciones, donde tuvo en cuenta los tipos de amenaza probables, adoptando una formación que daba cierta protección aérea y antisubmarina considerando: la posición a ocupar por el buque petrolero, las profundidades para el desplazamiento, el cortinado protector, el apoyo mutuo, las comunicaciones, la búsqueda de sonar, etc.
En la madrugada del 1º de mayo se recibió información acerca de los primeros ataques británicos a Puerto Argentino. En consecuencia, se ordenó un despliegue de la fuerza naval para materializar una amenaza a la flota británica, conformando una operación coordinada entre los GT que integraron la Fuerza de Tarea 79. “Siendo 1° de mayo de 1982, el GT 79.3 recibió órdenes de destacarse por el sur del banco Burdwood en aproximación al enemigo intentando contacto con unidades de superficie que operaran hacia el sur de Malvinas para desgastarlas mediante un ataque con misiles. Atacar únicamente blancos de oportunidad favorables, teniendo en cuenta la amenaza aérea. Asimismo, otra de sus tareas se relacionaba con el control de los accesos al teatro de operaciones desde el sur y efectuar disuasión respecto de eventuales movimientos de naves de otros países. Inicialmente, al GT 79.3 no se le habían asignado objetivos materiales que atacar, luego se le dio libertad de acción manteniéndose en el sur del teatro, sin necesidad de ingresar a la zona de exclusión, a la espera de eventuales blancos que se desplazaran hacia el sur. Así el GT 79.3. inició una derrota hacia el este, siempre al sur de la zona de exclusión, a la que nunca ingresaría, derrota que mantendría hasta las primeras luces del 2 de mayo”. Cita textual de Daniel Cavalieri. Al día siguiente, 2 de mayo de 1982, se ordenó al GT 79.3. anular la operación y dirigirse a zonas más cercanas al continente, al sur de la zona de exclusión británica, pero el ARA “General Belgrano” ya había sido detectado por el submarino británico HMS “Conqueror”.
Finalmente, el submarino lo localizó el 1° de mayo, y lo persiguió de cerca aguardando que ingresara en la zona de exclusión marítima de 360 kilómetros de radio con centro en las Malvinas para atacarlo. Entre las 12 y las 15 horas del día 2 de mayo, el crucero ARA “General Belgrano”, navegando a 270º (hay publicaciones que sostienen a 280°), efectuó pruebas de detección sonar pasiva de los destructores sobre el crucero, alejados entre 5000 y 8000 yardas del mismo, quedando éstos por la banda de estribor del crucero en formación flexible y con una velocidad inicial de 15 nudos que terminó siendo de 10. A las 16 horas, el GT 79.3. marcaba a 110º de Punta San Juan (Isla de los Estados), a una distancia de 87 millas, navegando al rumbo 290º, a una velocidad de 10 nudos. En ese momento, el crucero ARA "General Belgrano" fue atacado por el submarino nuclear HMS “Conqueror”, al mando del entonces Comandante Christopher L. Wreford-Brown. Fue exactamente a las 16:02 horas, cuando el submarino comenzó el ataque lanzando el primer torpedo Mark 8 que impactó en la sala de máquinas, disparado a una distancia de tan sólo 5 km. El segundo impacto fue en la proa, destruyéndola casi por completo. No había opción y la tripulación escuchó a las 16:23 horas la orden de abandonar el buque. En momentos del ataque, el GT 79.3. se encontraba a más de 30 millas al sud-sudoeste fuera de la zona de exclusión. Media hora después, el “Belgrano” se hundió en las gélidas aguas australes, dejando a la deriva balsas con hombres que enfrentaron durante casi dos días “Mar 4, visibilidad 500 yardas y viento del noroeste a 30 km/h” (fragmento del SITREP emitido por el ARA “Piedrabuena” en misión de rescate).
Las bravías olas dificultaron la supervivencia y posterior rescate de los náufragos, quienes ante cada contingencia superada creían firmemente volver a nacer. Durante el ataque fallecieron 323 tripulantes y fueron rescatados 770. “No todos fallecieron durante el ataque, sino que de sus 1093 tripulantes perdieron la vida 323 por efectos de los impactos, incendios, naufragios o permanencia en el mar en aguas a muy bajas temperaturas”. Extraído de Horacio Rodríguez, Buques de la Armada Argentina, 1970-1996, Buenos Aires, Instituto de Publicaciones Navales, 1997. Fue una gran proeza encontrar las balsas en las condiciones climatológicas reinantes, lo cual no hubiera sido posible sin la acción de un Neptune de la Aviación Naval que las divisó y de la determinación de los tripulantes a bordo del ARA “Gurruchaga”, del ARA “Bouchard”, del ARA “Piedrabuena” y del ARA "Bahía Paraíso" como buque hospital, que fueron quienes los rescataron. Ningún marino deja a otro marino en el mar. La operación en sí misma fue una gran proeza, pero también significó un gran dolor. En un mar de incertidumbre por no saber qué había pasado con el buque, pero con la sospecha de lo peor, a 6 horas del naufragio se ordenó la operación de búsqueda y rescate de posibles sobrevivientes. Desde Río Grande, la Escuadrilla Aeronaval de Exploración desplegó sus aeronaves Neptune. El primero de ellos fue el 2-P-112 al mando del entonces Capitán de Corbeta Ernesto Proni Leston, que voló unas 9 horas arriesgándose al hacerlo a muy baja altitud, pero sin lograr detectar indicios del crucero. Se fueron sumando los destructores ARA “Piedrabuena” y ARA “Bouchard”, que patrullaban el área, más el aviso ARA “Gurruchaga” y el buque polar ARA “Bahía Paraíso”, convertido a hospital y que contaba con un helicóptero.
El Neptune retornó a su base a las 6:30 del día siguiente y su relevo fue el 2-P-111 al mando del Capitán de Corbeta Julio Pérez Roca. El mal tiempo, la poca visibilidad, las bajas temperaturas y un fuerte temporal entorpecían la exploración aérea, sumado a que las balsas a la deriva se habían alejado unos 80 kilómetros al sureste del lugar del hundimiento. Recién pudieron ser divisadas al mediodía siguiente por el otro Neptune de la Aviación Naval que, a punto de quedarse sin combustible suficiente para su regreso al continente, decidió “hacer una pasada más” en busca de sus camaradas. A esto se sumó la determinación de los tripulantes a bordo del “Gurruchaga”, del “Bouchard”, del “Piedrabuena” y del “Bahía Paraíso”, que fueron quienes rescataron a los náufragos. Ninguno claudicó ni escatimó esfuerzos por salvar a sus pares, y esa actitud de compromiso quedó plasmada con una frase del Comandante del “Gurruchaga”, Capitán de Corbeta Álvaro Vásquez: “Hasta la última balsa”. Habían transcurrido más de 20 horas desde el hundimiento. El “Gurruchaga” rescató 3 balsas con 40 sobrevivientes; el “Bouchard” dos con 41 sobrevivientes; y el “Piedrabuena” rescató 5 balsas (una vacía), con 42 sobrevivientes. Por información de aeronaves se estimaban 30 balsas más a flote, informaron a las 17:50 desde el “Piedrabuena”, el primer buque en tomar contacto con los náufragos. Luego encontrarían decenas más de balsas contando con apoyo aéreo reforzado por las aeronaves navales Beechcraft B-200 (4-G-44), un Electra L-188 (5-T-1) y un Fokker F-28 (5-T-21). La dolorosa y abnegada proeza de los tripulantes de estos buques y aeronaves que participaron de la operación se vio reflejada en incontables actos de coraje, muestras de solidaridad y espíritu de sacrificio, día y noche, sin descanso y en condiciones hostiles. Tal es el caso del aviso “Gurruchaga”, una embarcación pequeña que rescató a 360 náufragos, más de 4 veces su dotación, o del “Piedrabuena”, que con 300 tripulantes pudo salvar alrededor de 270 náufragos del crucero. También el “Bouchard”, que siguió rescatando náufragos a pesar de sufrir una avería en sus máquinas. Al mediodía del 4 de mayo, el ARA “Bahía Paraíso” rescató a los últimos 18 tripulantes vivos del crucero. Estaban a unos 100 km del punto del hundimiento y habían transcurrido 43 horas. El 5 de mayo, el “Piedrabuena”, el “Bouchard” y el “Gurruchaga” arribaron a Ushuaia para desembarcar a los centenares de náufragos. Para el mediodía del 4 de mayo ya se habían recuperado a los 770 sobrevivientes. Hasta el 9 de mayo se continuó recuperando balsas vacías o con tripulantes fallecidos. El “Bahía Paraíso” encontró las últimas balsas con cuerpos sin vida. En total, se rescataron 793 tripulantes.

 

 

Fuente:

 

• Argentina.gob.ar

 


 



































 
 

 
















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