Twerking

 


La historia del Twerking no es tan reciente como se piensa. El término twerk, utilizado para describir este tipo de movimientos sexies, está aceptado en el respetadísimo Oxford English Dictionary donde se lo describe como un baile popular que se ejecuta de una manera sexualmente provocativa, utilizando movimientos de empuje de caderas realizados con el torso inclinado en posición de cuclillas. 

Por lo que se cuenta, tanto la palabra como la danza provienen de Nueva Orleans y lleva bailándose desde hace unas décadas. Este estilo nació siendo parte de lo que se conoce como Dance Hall pero poco a poco se fue escindiendo hasta volverse independiente. Actualmente, aunque tienen una raíz en común, el Dance Hall y el Twerking, representan culturas diferentes. El Twerking pertenece a la cultura Bounce, un subgénero local de Hip-Hop descaradamente orientado a las pistas de baile, iniciada y promocionada por la comunidad LGTB de Nueva Orleans. Uno de los pasos estrella del Bounce, es conocido en el slang local, como Twerk, palabra que es mezcla de work, twist y jerk. La mujer que quiera entregarse al frenesí del Twerking tiene que agacharse, sacar las nalgas y agitar las caderas arriba y abajo, haciendo rebotar las nalgas a gran velocidad. El Twerk es una celebración de los glúteos femeninos. Su nada disimulada función es la de calentar y provocar a la concurrencia, lo que se conoce en inglés como tease. No en vano, el Twerk está relacionado con los movimientos de Lap Dance con los que las strippers obsequian por turnos a sus babeantes clientes. La música que se usa en el Twerking también es diferente. Aunque realmente se puede bailar con cualquier tipo de música que tenga el ritmo apropiado para mover las caderas y las nalgas, el sonido original que acompaña a este provocativo baile es una especie de Hip-Hop con ritmo marcado y un efecto scratching conocido como triggaman. Lo fundamental para llegar a dominar el Twerking es conseguir aislar los movimientos de la parte inferior del cuerpo mientras que la mitad superior debe mantenerse lo más estable posible.

El Twerking devino en un fenómeno viral por culpa de Miley Cyrus. Desesperada por deshacerse del sambenito de niña Disney que lastraba su carrera musical, esta rapazuela de Nashville quiso dar campanada con el lanzamiento de su disco “Bangerz” (2013), y lo hizo con un cambio drástico de su imagen y de su actitud: luciendo tatuajes, fumando hierba y ofreciendo un despliegue de obscenidad sin precedentes. En el videoclip de su single ”Wrecking ball”, se vio a la recién metamorfoseada Cyrus, armada de una maza haciendo añicos la crisálida de Hannah Montana. En un delirio de narcisismo , con ”Bangerz” la postadolescente rezumante de Chanel aspiraba a convertirse en el icono sexual supremo de la generación youtube: la Madonna del siglo XXI. Sin embargo, sus intentos generaron en el público más vergüenza ajena que testosterona. Como parte de su plan maestro, la dulce Miley buscó la forma de levantar polvareda mediática explotando reclamos sexuales atípicos y novedosos; era difícil, empero, encontrar recursos poco trillados en el mercado: a la sazón las sexualidades no normativas, fuente inagotable de morbo y ventas, estaban ya copadas en el escaparate global por la talentosa barbadense Rihanna y sus apologías al lesbianismo y el BDSM. La bombilla se le encendió a nuestra refugiada de la factoría Disney durante una estancia en Nueva Orleans; allí descubrió de primera mano el Twerking y decidió apropiárselo para sus propios fines megalomaníacos. En videoclips, conciertos y todo tipo de apariciones públicas, la cantante se empleaba a fondo en usar y abusar de sus dudosas habilidades con el Twerking. De esta manera, y como lleva más de un siglo en EEUU, las comunidades afroamericanas desarrollan formas viscerales y auténticas de cultura popular para que luego algún blanco avispado de la industria musical se las presente al gran público, llevándose toda la fama y dinero. Como ocurre con tantos otros ritmos, pasos y melismas de la cultura de la música negra estadounidense, sus verdaderas raíces están en África. Hoy el Twerk es cultura de masas. A través de la MTV, oráculo de las tendencias urbanas, el otrora baile endémico de los ghettos de Nueva Orleans, ha colonizado la libido global a golpe de nalgas.

 

 





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