Kinderoper

 

El término Kinderoper (ópera infantil) se refiere a producciones de teatro musical para público infantil, así como a Óperas compuestas específicamente para ser interpretadas por niños, o incluso por los propios niños. Las instituciones, salas de conciertos o ciclos de programación especializados en este tipo de obras también suelen denominarse Kinderoper.

Las Kinderoper tienen como objetivo introducir a los niños en el mundo de la Ópera. Pueden presentar tramas de cuentos de hadas u otras dirigidas principalmente a niños, incluir música apropiada para su edad, tener temas educativos y estar destinadas a representarse en escuelas o en programas de televisión infantiles. La línea que separa la Kinderoper del Kinderballett (ballet infantil) suele ser difusa.

Algunas de las obras de teatro escolares jesuitas de los siglos XVII y XVIII estaban dirigidas al público infantil. En este sentido, el Singspiel clásico de Mozart con temática religiosa, “Apolo y Jacinto” (1767), sigue siendo una obra compuesta para niños. Las Óperas escolares más modernas se desarrollaron a partir de este género.

La Kinderoper como género comenzó a desarrollarse a finales del siglo XIX. La obra más famosa es “Hänsel y Gretel” (1893), del compositor Engelbert Humperdinck, que aún se representa en muchos teatros de ciudades de habla alemana durante la Navidad. En el siglo XX, una obra infantil o un cuento de hadas navideño formaba parte del repertorio de muchos teatros de Ópera, en parte para acercar el teatro al público joven y en parte para aumentar la taquilla, ya que las funciones solían tener una gran afluencia de público. Pocas de estas obras ocasionales sobrevivieron a su estreno.

La Kinderoper se define por una serie de características esenciales y deliberadamente estructuradas para su audiencia. En primer lugar, la temática debe ser intrínsecamente coherente, apropiada y atractiva para un público en edad formativa; los libretos suelen recurrir al vasto acervo de cuentos de hadas universales, a las fábulas clásicas con una clara moraleja, a narrativas que reflejan los dilemas y las alegrías de la vida cotidiana infantil, o a versiones didácticas de mitos clásicos y grandes Óperas, simplificados sin perder la fuerza dramática central.

En segundo lugar, su duración y su estructura temporal están meticulosamente calibradas para respetar la capacidad de atención de los niños; las obras son perceptiblemente más cortas que las Óperas convencionales, con tiempos de ejecución que raramente superan la hora de duración, y con estructuras musicales y dramáticas que incorporan pausas intencionadas, cambios rápidos de escena o interludios interactivos para mantener el interés activo y sostenido.

El lenguaje musical empleado en la Kinderoper busca deliberadamente ser tanto accesible como sofisticado, una dualidad difícil de lograr; los compositores priorizan el uso de melodías claras, pegadizas y un tempo rítmico que sea inmediatamente atractivo, aunque no renuncian a la complejidad armónica o contrapuntística si el objetivo subyacente es educativo.

El uso de coros sencillos, fáciles de memorizar para un público infantil, y melodías cantables es una constante metodológica en el género. El propósito fundamental de la Kinderoper es, por tanto, doble: es simultáneamente pedagógico y profundamente estético, buscando primordialmente introducir a los niños a la totalidad de la forma operística –la compleja y mágica combinación de música orquestal, actuación teatral, canto dramático, danza y escenografía– de una manera no intimidante, lúdica y accesible, logrando así desmitificar la Ópera de su histórica percepción como un arte elitista, lejano o excesivamente complejo para el entendimiento popular.

Es un elemento definitorio y clave que un número considerable de obras dentro de este género están específicamente diseñadas para fomentar la participación activa y directa de los niños, quienes son invitados a formar parte del coro incidental, actuar como figurantes, o incluso interactuar verbal o rítmicamente con los artistas desde el patio de butacas, convirtiéndolos en creadores activos de la experiencia artística.

Aunque la plena consolidación del término Kinderoper y del género como tal se produjo decididamente en el siglo XX, sus raíces históricas se pueden rastrear mucho antes. En el siglo XVIII, las formas teatrales ligeras como el Singspiel alemán, caracterizadas por el uso del diálogo hablado en lugar del recitativo puramente cantado y por tramas sencillas y populares (como la temprana obra “Bastien und Bastienne”, de Wolfgang Amadeus Mozart), ofrecieron un formato popular y accesible que ejerció una influencia formativa en el desarrollo posterior de un género dedicado enteramente a la audiencia infantil.

Sin embargo, no fue sino hasta principios del siglo XX que la Ópera Infantil comenzó a formalizarse como un género con distinción propia, impulsada significativamente por movimientos pedagógicos y sociales que buscaban democratizar y expandir el alcance del arte de alta cultura a las escuelas y a las clases populares.

Compositores clave de las décadas de 1920 y 1930, como el fundamental Paul Hindemith, con su obra seminal “Wir bauen eine Stadt” (1930), y Ernst Toch, se dedicaron a componer piezas deliberadamente didácticas y participativas, cuyo diseño instruccional estaba específicamente pensado para que los niños no fueran solamente espectadores pasivos, sino agentes y ejecutantes directos de la experiencia operística.

Este enfoque marcó un punto de inflexión irreversible en la historia y la filosofía de la Kinderoper. El apogeo y la posterior consolidación global se produjeron especialmente después de la Segunda Guerra Mundial, en la segunda mitad del siglo XX, con un fuerte desarrollo en países con profunda tradición operística como Alemania, Austria y Gran Bretaña.

Una figura absolutamente esencial en esta era moderna fue Benjamin Britten, cuya obra “The Little Sweep” (1949), integrada en un proyecto más amplio denominado “Let's Make an Opera”, fue ingeniosamente diseñada para que el público infantil pudiera participar activamente cantando interludios o coros específicos. Britten demostró con maestría que era completamente posible fusionar una calidad musical de estándar superior y sofisticado con una accesibilidad narrativa total y envolvente.

Las influencias del Jazz y la música Pop desde la década de 1950 han dado lugar a formas híbridas entre la Ópera y el Musical. “Joseph and the Amazing Technicolor Dreamcoat” (1968), de Andrew Lloyd Webber, retoma el género del teatro escolar.

Entre los compositores del siglo XXI que han escrito Kinderoper se encuentran Thierry Tidrow (“Nils Karlsson-Däumling”, 2018, y otras), Gordon Kampe (“Kannst du pfeifen, Johanna”, 2013, y otras).

Las versiones más populares siguen siendo adaptaciones de obras conocidas como Kinderopern, como “La flauta mágica”, de Mozart.

Hoy en día, la Kinderoper es considerada un componente vital y programado regularmente en muchas de las principales casas de Ópera del mundo, incluyendo instituciones de altísimo prestigio. El género continúa evolucionando, abordando nuevas temáticas de relevancia contemporánea, como la ecología, la tecnología o el bullying, y utilizando activamente formatos interactivos y multimedia para asegurar su constante vitalidad y la formación continua de las futuras audiencias de la Ópera.

 

 

Fuentes:

 

• De.wikipedia.org

• Kinderopern.de

• Operundtanz.de

 


 
















































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