Carnaval Encarnaceno (Paraguay)

 

 

El carnaval más famoso de Encarnación (Paraguay), la mayor fiesta que tiene a esa ciudad como principal referente en la región, que despliega brillo, lujo y esplendor nació a principios del siglo XX. En la actualidad, la combinación de sol y arena de la Costanera, con el majestuoso río Paraná de fondo, y los Carnavales Encarnacenos, convirtieron a Encarnación en el principal centro turístico del país.

Paraguay comenzaba a resurgir de las cenizas de la guerra genocida que dejó a una población diezmada con cinco años de cruenta guerra contra la Triple Alianza. Pasaron tres décadas y los sobrevivientes que volvieron de los campos de batallas reconstruyeron sus familias y los inmigrantes que llegaron de lejanos lugares del planeta y eligieron a Villa Encarnación para echar raíces, lograron que para 1906 pudieran nuevamente tener alegría después de años de tantas tristezas.

El majestuoso río Paraná que constituyó una vía esencial desde la época del descubrimiento contribuyó para que Encarnación prospere nuevamente. El Paraná siempre fue productivo ya que desde las primeras colonias se trasladaban por esta vía los productos que ya existían naturalmente como la yerba mate y la madera, que comenzó a explotarse en los obrajes de la región.

En 1906 Encarnación contaba con 10 000 habitantes, estimativamente. El país alcanzaba 635 571.

Un gran flujo migratorio de sirio–libaneses, franceses, italianos y algunos españoles, llevaron consigo un mosaico humano que sumaron sus aportes a la conformación de una sociedad nueva. Los pobladores adquirieron un refinamiento cultural apreciable. Los encarnacenos pronto adoptaron costumbres distintas. El auge comercial posibilitó a la gente acumular riqueza que le permitió realizar fastuosas construcciones y adquirir enseres domésticos al estilo del Viejo Mundo.

Las clases más adineradas sucumbieron ante la fiebre de demostrar su condición económica, de salir de ese común denominador determinado por la arquitectura, reemplazando a las primitivas construcciones de aleros o corredores, apareciendo algunos balcones, lunetas, capiteles, guirnaldas y balaustres que le daban un aire europeo.

La entrada del siglo XX transformó su perfil urbanístico. Las construcciones que empezaban a engalanar el núcleo urbano se realizaron con aporte artístico de los maestros constructores provenientes de Italia, Francia y España. Los edificios tenían un estilo de paredes gruesas y adornadas que dieron a la Villa un aire de ciudad, sin afectar el carácter coloquial que caracterizó siempre a Encarnación.

De aldea fue convirtiéndose en una urbe importante. En todo el país se hablaba del éxito económico alcanzado. La prosperidad hizo que la Villa Encarnación comenzara a tener un ambiente de casa grande. Las viviendas construidas en los primeros años de 1900, en su mayor parte ya tenían características europeas, notándose la influencia de los inmigrantes. Alguna suntuosa, como la residencia de don Domingo Bado, acaudalado comerciante, tenía grandes salones para bailes, que se desarrollaban periódicamente, y a los que concurrían lo más selecto de la sociedad de Encarnación y Posadas cuyas familias estaban estrechamente vinculadas por lazos de amistad, y algunas por afinidad.

La comunidad contaba con un núcleo selecto de familias respetables, vinculadas muchas de ellas con las de la capital de la república, que hacían una activa vida social íntima. Ofrecían espléndidas reuniones sociales y fiestas bailables. Contribuyó a ese entusiasmo de relaciones entre los vecinos de Encarnación y Posadas,

Normal era ver a las damas de las familias acaudaladas sentarse en sus balcones con balaustradas con sus abanicos en mano. Los paseos por las calles céntricas con aire europeo alegraban la vista de los transeúntes. Así, con esta incipiente élite familiar, se fundó el Centro Social, el 4 de marzo de 1905.

Como las fiestas de carnaval están estrechamente ligadas a la abundancia y a la riqueza, a fines de febrero y comienzo de marzo de 1906, la gente que fundó el Centro Social, realizó un desfile de carrozas y celebración de los días de carnaval, con ocasión del primer año de la fundación.

Este primer desfile se realizó frente al edificio de la Aduana que representaba la majestuosidad y el desarrollo. A estas fiestas de disfraces y desfile de carrozas llamaron corsos florales, similares a las estudiantinas que se realizaban en el exclusivo club El Porvenir Guaireño de Villarrica y que tenían reminiscencias europeas, incluso las telas para las vestimentas, las bebidas, los accesorios, perfumes, etc., se llevaban especialmente de Europa.

Los corsos florales que duraban tres días eran derroches de creatividad, papel picado y serpentina. Desfilaban carros tirados por caballos lustrosos adornados y las niñas ataviadas con trajes de fantasía quienes al cruzarse con otro coche intercambiaban pequeños ramos de flores en señal de amistad. Infaltables eran los trajes con máscaras, vestimentas multicolores, sombreros coronados con plumas de avestruz. Acompañaban a los carros adornados de flores, dos o tres comparsas, constituidas por muchachos que salían a desfilar, tirando serpentinas y ofreciendo confites a los que participaban. Cada comparsa integrada por los jóvenes más distinguidos de la sociedad. Era la expresión de una juventud bullanguera, de recreación sana y contagiosa.

Los desfiles de carnaval se realizaban en horas de la tardecita. Si bien ya había iluminación artificial, la costumbre de la época no permitía que los jóvenes estén en las calles en horario nocturno. Pero aun así, luego de los desfiles, estas comparsas visitaban las casas de familias para hacer las tertulias, bailar y beber los mejores vinos y champagne europeos.

Siendo una actividad de los jóvenes más pudientes, estos se costeaban exóticos y costosos trajes. Las flores, pomos de perfumes para utilizarlos en los días de jolgorios se importaban de los centros comerciales más importantes del Río de la Plata y de países europeos. Las fiestas terminaban indefectiblemente el día martes, víspera del Miércoles de Ceniza que las familias respetaban por la entrada de la Cuaresma.

Desde 1908 hasta 1913 debido a una gran inestabilidad por las constantes asonadas militares, las actividades sociales, deportivas y culturales desaparecieron. Recién en 1914 con estabilidad política volvieron y con ellas nuevamente la celebración del carnaval que se realizaba en casas particulares donde se reunían los directivos de los clubes y sus familias para divertirse sanamente.

En 1916, siempre en la zona del puerto, se reiniciaron los desfiles de carros tirados por caballos, denominados Victoria, reiterados por tres días en horas de la tarde, aprovechando la luz del día.

En las veredas, las personas se reunían para ver pasar a las señoras, niñas y caballeros.

Los oscuros coches se veían engalanados con las almidonadas enaguas y crujientes brocados que lucían las señoras que completaban su elegante tenida, con enormes abanicos de plumas. Al término del paseo de las tardes de carnaval, se disponían las familias a disfrutar de las alegres como distinguidas fiestas de carnaval en el Centro Social. Estos desfiles duraron alrededor de 5 años, hasta que en 1922 fueron suspendidos debido a la guerra civil que se inició ese año. Luego, el ciclón del 20 de setiembre de 1926 que destruyó la Villa Baja cortó toda algarabía.

Alrededor de 1928, volvieron los desfiles, pero en otro lugar, en el barrio Hospital. Quedaron atrás los desfiles florales. Los corsos que tenían como principal atractivo a los jóvenes más distinguidos de la sociedad fueron reemplazados por las comparsas municipales. Estas agrupaciones tenían especiales características, por cuanto estaban integradas solamente por varones de entre 18 y 30 años, y sumaban 120 integrantes aproximadamente uniformados y acompañados de orquestas típicas.

La vestimenta consistía en pantalón blanco, al que se le adicionaban listas o franjas laterales, y camisa también blanca, a veces con las listas, o camisas y chalecos de fantasía; acompañados de sombreros y bastones que sobresalían tanto por sus colores como por sus diseños. Los comparseros ensayaban sus marciales “coreografías” en las calles de las inmediaciones del Hospital Regional, por ser estas arterias las que, sin ser empedradas, estaban en mejores condiciones que otras para este efecto.

Luego del desfile, la gente se reunía en algunas pistas para bailar hasta la medianoche. Los clubes aun no tenían locales, a excepción de Centro Social. Estos desfiles se hicieron hasta el inicio de la guerra en 1932.

Luego de un paréntesis debido a la guerra por el Chaco, entre los años 1936 y 1940, tímidamente se van reverdeciendo otra vez las celebraciones del carnaval. En 1941 comenzó una época que se constituiría más adelante como el cimiento del Carnaval Encarnaceno y de ahí en adelante seguiría hasta hoy sin grandes interrupciones, en franco aumento de la calidad y esplendor.

En esta década, de a poco se fueron animando las mujeres, en un ambiente distinguido, y con grupos de 10, 12 y hasta 20 parejas por cada club, iban desplazándose al son de redoblantes y trompetas y orquestas típicas interpretando ritmos tropicales. Las pequeñas comparsas iban acompañando preferentemente a las carrozas.

En los años 50, junto a las carrozas aparecieron algunas comparsas de clubes con una activa participación de las bellas señoritas. En este periodo había más carrozas que comparsas. Es así que desde la década del 50 las jóvenes encarnacenas sobresalen por su belleza, de forma natural con su sola presencia, en las carrozas alegóricas que se constituyeron en un elemento del desfile de Carnaval, que adquierió mayor presencia, jerarquía y calidad.

Desde 1960 hasta 1975, aproximadamente, aparecieron los trajes de los participantes. Si bien eran originales y coloridos, distaban mucho de tener el brillo que tienen los trajes de la actualidad. Todos los accesorios existían en el mercado, no así las lentejuelas pequeñas que se compraban de Posadas. Estas, en algunos casos bordadas y en otros, pegadas, dejaban como saldo una calzada de desfile bastante regada por las mismas.

Las mascaritas eran otra atracción de esos memorables años, algunas iban vestidas de un solo tono, con antifaces y prendas de fantasía bordadas y otras con trajes hechos de papel. Participaban además de los corsos de antes, los Diablos Rojos, que con su tintineante cola “reprimían” el desborde de los niños en el trayecto del corso. También estaban los Pieles Rojas, elegantes, con un gran despliegue de flecos en sus trajes y tocado de plumas de complemento. Los más solicitados para constituirse en Jefe de Cuidadores de Comparsas eran los Pieles Rojas de atuendo blanco.

Con el correr de los años la organización sufrió grandes cambios. La base de los Carnavales Encarnacenos contemporáneos se dio gracias a la formación de la Comisión de Arte y Cultura de la Municipalidad, el 26 de febrero de 1973.

Se pasó de los carnavales tradicionales de los años anteriores a unos carnavales espectaculares en los que comenzaron el predominio de las comparsas sobre las carrozas.

De a poco las comparsas fueron evolucionando, las danzas entonces ya eran realizadas con largas marchas al ritmo de la Samba brasilera, y empiezan a presentar los trajes con mayor elaboración en su confección, apareciendo en escena tocados, caderales, cuellos y espaldares, estos últimos de mayor vigencia por la posibilidad de obtener un diseño más impactante en creación y volumen. Así también, fue en constante aumento la utilización de lentejuelas, pedrería y abalorios, además de las plumas de gallo, plumero, egret, faisán, pavo real y las indiscutidas reinas: las lumas amazonas (de avestruz).

Desde la edición 1992, cada año se rinde homenaje a un protagonista de los corsos encarnacenos, en esa oportunidad recayó la distinción en la profesora Hilda Gómez Crosta de Villalba.

En 1994, merced a una gestión de la Comisión de Carnaval en los trabajos de ensanchamiento de la calzada, adecuándola a los nuevos requerimientos del Carnaval Encarnaceno, la avenida Dr. José Gaspar Rodríguez de Francia se convierte en la Zona de Corso. Dieciocho años después, en 2012, los desfiles se realizan en el “Sambódromo” de la avenida Costanera denominada “República del Paraguay”.

El Carnaval Encarnaceno ha pasado por una larga etapa de crecimiento, donde la fantasía es la que reina. Los espectadores ya no son solo locales, Encarnación tiene durante los días del Carnaval, la visita de miles de turistas que llegan hasta la ciudad para disfrutar de un espectáculo que crece año tras año. Su fama ha trascendido las fronteras.

Gracias al esfuerzo de muchos que ofrecieron su tiempo y voluntad en más de un siglo, se ha logrado que los corsos encarnacenos sean de creatividad, brillo, lujo y originalidad y ganarse con ello el título de “Encarnación, capital del carnaval”.

 

 

Fuente:

 

• Portalguarani.com

 


 
























































0 comentarios:

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...