Carnaval de 25 de Mayo (Argentina)
Entrar en la historia de los corsos en “25 de Mayo, Ciudad del Carnaval” también lleva a remontarse en el tiempo. Los carnavales de antaño, 1889-1890, fueron realmente destacables, tenían lugar en horas de la tarde, debido a la falta de luz artificial. Infaltable el juego con pomos de agua florida.
“La Noche del Entierro”, última noche de corso, se efectuaba el espectacular incendio de todos los muñecos juntos. El fuego tomaba mayor brillo por la falta de iluminación y la gran cantidad de cohetes y bombas que explotaban en el cielo. Otro espectáculo con los Judas lo ofrecían aquellos que llegaban desde el campo a caballo y durante la quema arremetían contra los muñecos hasta descolgarlos, arriesgándose a un incendio.
Llega el siglo XX, y con él todo tipo de carnavales para contar. Durante las primeras décadas, caminaban todo el recorrido del corso, bandas numerosas en las que cada uno tocaba su respectivo instrumento. En los años 20, las Fiestas se hacían de domingo a martes, incluidos los principales Bailes, teniendo la bendición de la Parroquia. El primer martes tenía lugar el “Corso de Flores”, en el que circulaban los nardos, las mascotas, cantidades inmensas de “agua florida”. Los personajes más destacados iban a parar a las páginas de “25 de Mayo”, revista del Padre Salerno, en la que se observaba como diseño de tapa una foto de la Iglesia ahuecada en el centro, lugar ocupado con imágenes de las mujeres o niñas del pueblo. El sábado y domingo último, los pescadores se adueñaban del desfile. En todo el recorrido se marcaba la alegría de personas de todas las edades jugando con las históricas serpentinas “El Loro” que caían en grandes cantidades como si fueran llamativas cascadas. La noche llegaba a su fin con el último toque de las 12 en el campanario de la iglesia y el estallido de la bomba. Entonces salían a relucir impermeables en los carruajes y palcos sabiendo que iniciaba una lluvia de globos de agua escondidos en los techos y terrazas, incluida la Casa Parroquial, -ya que el Padre Salerno fue uno de los más entusiastas participantes-, sobre toda persona que pasara.
Ya entrando en los años 30, los corsos consistían en duelos permanentes de serpentinas. Los caballeros acostumbraban a obsequiar nardos, muñequitas, y si el interés iba más allá, se llegaba a los bombones. Todo era galantería acompañada con un fino humorismo. En el trayecto se levantaban palcos adornados por las mismas “niñas” que los ocupaban. Circulaban con vía libre sulkys, charrets, volantas breaks, carros, siempre y cuando estuvieran bien adornados con infinidad de flores y ramas.
Las máscaras sueltas, gauchos a caballo, parejas de novios, cocoliches, payasos se volvieron infaltables, ruidosos e incansables. Existían ya los premios a las distintas categorías: carruajes y sulkys; murgas y comparsas y máscaras sueltas. Se contaba con muchos y famosos Bailes de Carnaval, que tenían un lugar preferencial en el gusto popular, amenizados por orquestas de bandoneón, violín, guitarra y contrabajo, las que dejaban oír Tangos, Vals, Pasos Dobles y Fox-Trox, una buena novedad entonces.
Hasta 1940, era improvisación, casualidad y ganas de divertirse. Luego del desastre producido a fines de los 50, forzosamente, se convirtió en una empresa que debía encararse solidariamente. En los ’60, debido quizás al ligero ritmo con que avanzan las manifestaciones sociales, la real Fiesta del Carnaval se vio desdibujada. Los corsos pasaron a ser reuniones de tipo vulgar. Las comparsas, murgas y máscaras disminuyeron su calidad, logrando desdibujar y casi llevar al olvido tan milenaria tradición.
Sorteando más de un inconveniente, las autoridades municipales citaron a reconocidos vecinos, para conformar una Comisión encargada de planificar, organizar y supervisar los corsos.
Una de sus tareas fue recordar y vigilar el cumplimiento del Reglamento de Faltas vigente, el que entre otros puntos prohibía: el uso de disfraces del sexo opuesto, vestiduras sacerdotales, uniformes militares de la época, el juego con agua durante los corsos y en sitios de acceso libre, uso de disfraces sin permiso oficial, etc.
Los años 70 llegaron acompañados de nuevas y productivas ideas para el desarrollo de los mismos. La iluminación recibió mejoras, además de utilizarse lámparas a gas de mercurio blancas y de colores que prestará la municipalidad. También se ubicaron altavoces en todo el trayecto para mantener informado al público y animar el desfile.
Con el estruendo de la tradicional bomba, a fines de febrero de 1971, inició un nuevo carnaval. El conjunto de luces, música, alegría y color conformaron un todo que brinda a la masa de visitantes un espectáculo inolvidable.
lunes y martes ya no fueran feriados, influyó mucho en la cantidad de público.
En el año 2001 después de mucho ir y venir se trasladó el Corsódromo al actual Boulevar Valmarosa del Parque Laguna Mulitas donde hoy se está progresando día a día en su infraestructura. Y en ese año también, se incorporaron al carnaval las comparsas “Ángeles y Demonios”, actual “Así-Así”.
A fines del 2003 ingresaron como miembros, representantes de las dos comparsas que tomaron peso e importancia dentro del carnaval que son “Mirú-Mirá” y “Ángeles y Demonios”.
En la Actualidad son 7 instituciones que participan activamente de las actividades de la Comisión: Club Atlético Argentinos, Club Juventud Unida, Centro Educativo Complementario Nº 802, Comunidad del Carmen, Amigos de Mirú-Mirá, Davemar y Así-Así.
El Corsódromo proporciona una perfecta visión hacia la pasarela de 400 metros de largo por 8 metros de ancho, donde desfilan más de 500 personas, tiene una capacidad para 6000 espectadores cómodamente sentados.
Fuente:
0 comentarios: