El Jazz y la lucha por los Derechos Civiles

 


Recogiendo los frutos y aprovechándose del camino abierto por los movimientos culturales surgidos de épocas anteriores, la década de los 60 fue un tiempo revolucionario plagado de diversas tendencias de impacto masivo (incluidos grupos y corrientes musicales), que marcarían un antes y un después en la historia del activismo y de la cultura como forma de protesta.

Dicha década de los 60 comenzó con la gran esperanza entre muchos estadounidenses de que estaban en el umbral de una nueva y brillante época de cambio. El 20 de enero de 1961, un joven John F. Kennedy tomó el juramento presidencial, prometiendo llevar al país hacia una “nueva frontera”: una en la que los estadounidenses se unirían para lograr aparentemente metas lejanas superando divisiones y discriminaciones.

Y muchos de los movimientos de activismo y reivindicación, que surgían por doquier en los EEUU, estaban formados por músicos afroamericanos con aspiraciones políticas. Más allá de la defensa de los Derechos Civiles, la música fue una de las grandes voces que desafío al status quo de la época. Los músicos de Jazz siempre estuvieron en primera línea, con la expresión del sufrimiento y la injusticia que impregnaba la vida de los afroamericanos, lo que los convertía en líderes activistas muy creíbles y seguidos.

La música como forma de protesta no era algo nuevo para el pueblo afroamericano, ya en los días de la esclavitud en la Nueva Orleans del siglo XVIII en Congo Square los esclavos se congregaban a bailar, cantar y tocar los domingos para dar un respiro sus vidas cansadas por el trabajo esclavo, a pesar de las amenazas y prohibiciones. Lo curioso de estas reuniones era que no todo el mundo hablaba el mismo idioma y la música hacía de lengua común.

También en el Renacimiento del Harlem en los años 20, sería una explosión cultural y artística como respuesta a una situación social de desigualdad.

En 1943 Duke Ellington, obligado por la prohibición del acceso a los afroamericanos a ciertos hoteles, se vio obligado a comprar vagones de tren para que los músicos que integraban su orquesta y que eran tanto blancos como negros pudieran dormir en el mismo lugar durante las largas giras por todo el país. Ese mismo año compuso el tema “Black, Brown & Beige” para contar la historia de los negros a través de la música.

La creciente voz de descontento dentro de las comunidades afroamericanas, junto con esta explosión de arte y cultura politizada, trajo consigo una atención más especial al trato injusto recibido por el pueblo afroamericano y fue el germen del movimiento de los Derechos Civiles a principios de la década de los 60. Por ello, los músicos de Jazz y Blues sirvieron como altavoces para aquellos discursos que generalmente no llegaban a las grandes masas. Discursos como aquel que denunciaba las ramificaciones persistentes de esclavitud institucionalizada en los EEUU. Así, uno de los temas que mejor refleja esa protesta que se unía a la música sería “How it feels to be free”.

El pianista Billy Taylor grabó “I wish I knew how it would feel to be free” (Ojalá hubiera sabido cómo se sentía ser libre) en 1963 con el baterista Grady Tate y el bajista Ben Tucker. Taylor había escrito el tema para su hija como instrumental, pero el letrista Dick Dallas colaboró más tarde con él en la letra.

Nina Simone llevó la canción a un nivel más alto cuando la versionó unos años más tarde en su álbum “Silk and Soul” y la popularizó como un pegadizo himno a los Derechos Civiles, que contiene unos versos llenos de anhelo de libertad, pero a la misma vez depresivos por lo lejos que se ve esa libertad para su pueblo.

La aparición de personajes como Martin Luther King con su mensaje no violento generaba simpatía incluso en esos sectores más violentos, pero sin embargo para algunos artistas este enfoque silencioso y espiritual era demasiado pasivo para la lucha que había que librar.

Muchos músicos comenzaron a hacer llamadas a la acción y empezó a tratarse el tema de la esclavitud con un tono mucho más agresivo. Entre ellos se pueden encontrar a uno de los pioneros del Bebop, el baterista Max Roach que en colaboración con el letrista Oscar Brown grabaron y produjeron el álbum “We Insist! Freedom Now Suite”. Un álbum lleno de alusiones a la opresión a los afroamericanos históricamente en EEUU y donde en los versos de sus letras se encuentran fuertes emociones y unidas a duras realidades, llegando a igualar la vida de los afroamericanos con bestias de carga. Estas canciones fueron muy incomodas para ciertos sectores de la sociedad de 1960 norteamericana. Al abordar este difícil contenido con su propia banda y poniendo en riesgo su carrera Max Roach se convirtió en toda un guía del movimiento

En 1963 una pequeña iglesia bautista fue bombardeada en Birmingham (Alabama) por supremacistas blancos, este evento sacudió a la nación, lo que hizo que el mundo de la cultura y de la música respondieran con la esperanza de ayudar y sanar al país para que no volviera a ocurrir algo similar en el futuro. En este contexto, Nina Simone y John Coltrane escribieron canciones desde enfoques muy diferentes. Coltrane empleó un sutil, pero llamativo título llamado “Alabama” donde el saxofonista enfoca el tema de una manera reflexiva acompañado al piano por McCoy Tyner. Nina Simone sin embargo con una denuncia más agresiva titularía su tema “Mississppi goddam” (Mississipi Maldita Sea), en la que llamaba a las armas en una línea similar a Roach.

Estos diferentes enfoques representan las diferentes formas en las que los artistas y músicos de Jazz decidieron liderar y relacionarse con sus comunidades, pero a pesar de esas diferencias, el fin los unió e hizo que la sociedad tome conciencia. Su condición de iconos culturales los convirtió en líderes comunitarios. Por ejemplo, John Coltrane con sus innovaciones en el Modal Jazz, sus escritos y poesías, hizo que su influencia se extendiera más allá de la música y sirvió de guía para muchos artistas afroamericanos durante la lucha por los Derechos Civiles y años más tarde con el nacimiento del movimiento Black Power.

Estos artistas y músicos que realizaron obras políticamente poderosas, eran todos activistas en un sentido estricto, liderando a la comunidad afroamericana con sus acciones. Cuando la gente piensa en los líderes de los derechos civiles de la década de 1960 enseguida piensan en Martin Luther King Jr, y Malcom X, con sus discursos filosóficos y liderando protestas en la calle, sin embargo, el liderazgo y el activismo se extiende más allá.

Muchos de los músicos de la década brillaban como líderes activistas en la forma tan vanguardista que llevaron a la opinión pública esas ansias de cambio cultural. El Jazz con esa libertad que concede la improvisación y donde músicos de diversos orígenes disciplinas se juntaban para crear una expresión artística que serviría de fuente de inspiración en otras disciplinas y que fue disfrutado por iconos de la lucha por los Derechos Civiles del pueblo afroamericano. El mismo Malcom X escribió a su hermano sobre cómo le encantaba la música de Sonny Stitt y Milt Jackson durante su estancia en Detroit.

El activismo inspirado en el Jazz se unió a otros esfuerzos políticos y cívicos para impulsar al Congreso de EEUU a aprobar la Ley de Derechos Civiles de 1964, que declaró ilegal la discriminación por motivos de raza, color, religión, sexo u origen nacional; la Ley de Derecho al Voto de 1965, que prohibió muchas prácticas discriminatorias de voto; y la Ley de Vivienda Justa (también conocida como Ley de Derechos Civiles de 1968), que prohíbe la discriminación en el sector de la vivienda.

 

 

Fuentes:

 

• Revistalarazonhistorica.com

• Jazzeando.com.ar

• Share.america.gov

 


 















































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