Barcarola (Italia)
Ahh Venecia… Invariablemente pensamos en sus canales tan llenos de turistas a bordo de las famosísimas góndolas, pero ¿quién está a cargo de dicha navegación? Pues el gondolero por supuesto y para llegar a ser gondolero es toda una travesía. En el siglo XVI había más de 10.000 góndolas en Venecia porque era el único medio de transporte de sus habitantes, se estableció que todas debían ser negras para acabar con las disputas existentes entre los ricos pues luchaban por ver qué góndola era la que más llamaba la atención, hoy solo quedan 400.
Detrás de una góndola, obviamente hay un gondolero y éstos también
están en peligro de extinción pues hasta los años 80, la profesión de gondolero
únicamente podía ser heredada de padre a hijo. Hoy no es necesario, sin
embargo, hay que cumplir con una serie de pruebas de selección exhaustivas para
poder serlo. Lo que se necesita para serlo es, en primer lugar, hay que pasar
un examen para entrar a la Escuela de Gondoleros (Ente Gondola), la cual por
cierto no es muy fácil ni barata. No obstante, de los 150 candidatos que se
presentan cada año, sólo 4 o 5 son seleccionados y adquieren oficialmente el
título de gondoleros. Aunque sea difícil de creer, ser gondolero es un oficio
que requiere de una extraordinaria condición física, un dominio perfecto de las
técnicas de navegación, excelente cultura general, dominar al menos cuatro
idiomas, cantar Barcarolas y conocer a detalle la historia de la ciudad de
Venecia. La Barcarola, originaria de los cantos de los gondoleros
venecianos del siglo XVIII, es una forma musical poco conocida y difundida,
pero sin embargo, todo buen compositor romántico ha compuesto al menos una. Y
es que esta forma de melodías sinuosas cautivó las almas sensibles de los
románticos dando piezas de genialidad y belleza. La Barcarola surgió en el
siglo XVIII como un canto popular interpretado por los gondoleros venecianos.
Imitando el movimiento natural de las barcas sobre el agua, la Barcarola
toma un ritmo lento-moderado de compases ternarios, por lo general 6/8 o en
ocasiones 12/8. Sin duda, era una experiencia cautivadora viajar en góndola por
una ciudad tan mágica como Venecia mientras el remero entonaba canciones
populares de amor y melancolía al ritmo de las olas.
Esta estampa maravillosa
dejaría huella en las generaciones futuras de compositores quienes
introducirían esta forma popular al catálogo de formas de la música clásica. El
estilo sinuoso, melódico y melancólico de la Barcarola atrajo a los
compositores de Ópera del siglo XIX que vieron en esta forma musical un medio
para crear Arias y movimientos sentimentales, dulces y emotivos. Así se
encuentran Barcarolas en Óperas como “La Giaconda”, de Ponchielli;
“Otello”,
de Verdi;
“Oberón”,
de Webern
o “Fra
Diavolo”, de Auber. Pero de todas las Barcarolas
compuestas para óperas, la más conocida sin duda es la “Barcarolle”, de Offenbach,
escrita para su ópera “Los Cuentos de Hoffmann”, de 1881. Si
bien las Barcarolas más famosas son del periodo romántico, el género era
ya bien conocido en el siglo XVIII, pues Burney mencionó en “The Present State
of Music in France and Italy” (1771) que era celebrada como una forma muy
apreciada por los “coleccionistas de buen gusto”. Fue una forma musical popular
en la ópera, donde se aprovechó el aparente estilo sentimental poco artístico
de la canción folklórica. Además del ejemplo de Offenbach, Giovanni
Paisiello, Carl Maria von Weber y Gioacchino Rossini escribieron Arias
que eran barcarolas. Gaetano Donizetti reflejó el
ambiente veneciano al inicio de “Marino Faliero” (1835) con una Barcarola
para gondolero y coro. Por su parte, Verdi incluyó una Barcarola
en “Un
ballo in maschera”. Schubert, aunque no usó el nombre
específicamente, empleó un estilo reminiscente de la Barcarola en algunos de
sus más famosos Lieder, en especial “Auf dem Wasser zu singen” (Para
cantarse sobre el agua). De las Barcarolas señaló Jean-Jacques
Rousseau que: “Escuchándolas... ...llegué a la conclusión de que no
había oído cantar hasta entonces...” en su paso por Venecia.
Otras Barcarolas
notables incluyen: las tres “Canciones de góndola veneciana”, de Mendelssohn;
la Barcarola
“Junio”,
de Tchaikovsky;
“Barcarola”
de Charles-Valentin
Alkan; la Barcarola de Camille Saint-Saëns para violín,
violonchelo, armonio (u órgano) y piano; “Barcarola” de Béla Bartók; Barcarola,
op. 27, núm. 1, de Moritz Moszkowski, y varios ejemplos de Anton Rubinstein, Mily
Balakirev , Alexander Glazunov , Edward MacDowell , Mel
Bonis , Ethelbert Nevin ; y una serie de trece para piano solo de Gabriel
Fauré. En el siglo XX, otros ejemplos incluyen: “Julia Florida”, de Agustín
Barrios; el segundo movimiento del Trío No. 2 (1915) de Villa-Lobos
(que contiene una Berceuse-Barcarola); el primer movimiento de
la Suite
“Napoli”
para piano solo de Francis Poulenc (1925); “La danza de las olas”, de George
Gershwin (1937); Las tres Barcarolas para piano de Ned
Rorem, compuestas en Marruecos (1949); la Barcarola del ballet “Sebastián”
de Gian-Carlo
Menotti; el primer movimiento de la “Sonata para piano núm. 8”,
op. 83, de Nikolai Myaskovsky (1949); “Hola jóvenes amantes” de “El
rey y yo”, de Richard Rodgers (1951); “La
Barcarola de los Reyes”, de “Candide” (1956), de Leonard
Bernstein; y la neoclásica Barcarola para pians de Juan
María Solare (grabación incluida en el disco “Sombras blancas”).
Fuentes:
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