Los instrumentos y la Orquesta Típica en el Tango
Al igual que durante los inicios de esta inconfundible manifestación artística, que se vio plasmada a través de los cambios que se produjeron en la Ciudad de Buenos Aires con la llegada de los inmigrantes a estas tierras, la posterior evolución que vivió el Tango durante los años que van desde principios del siglo XX hasta la década de 1930, estuvo íntimamente ligada al explosivo crecimiento de la urbe porteña.
Fue precisamente durante los primeros
treinta años del siglo XX cuando Buenos Aires comenzó a transformarse en uno de
los más importantes centros urbanos, no sólo considerado así dentro del
territorio argentino, sino también a nivel mundial. La fisonomía de la ciudad
se vio transformada, dando lugar a la aparición de locales comerciales donde se
vivía y se sentía la atmósfera creada por el Tango. Ejemplo de ello es sin
dudas el crecimiento imparable que tuvo la calle Corrientes, que comenzó
rápidamente a poblarse de cines, salas de teatros, cafés y demás, donde se
reunían los poetas, compositores y músicos que impulsaran al Tango y con ello
lograran impregnar a Buenos Aires con su identidad porteña. En este contexto,
el bandoneón se convirtió en uno de los instrumentos principales dentro de las
incipientes orquestas que comenzaron a ejecutar el 2x4 fuera del prostíbulo, y
llevaron su música de manera lenta y gradual más allá de las fronteras de la
noche y el vicio. Lentamente, el Tango fue dejando su estructura de dos por
cuatro, caracterizada por un ritmo ágil, rápido, movido y alegre, y con la
inclusión del bandoneón pasó a entonar las notas melodiosas y melancólicas del
cuatro por ocho. Estos cambios requirieron a músicos que conocieran la técnica
de la interpretación musical, por lo que comenzaron a surgir interpretes que
poseían conocimientos musicales, haciendo posible que el Tango se convirtiera
en una corriente musical tangible, con la publicación de partituras.
Se
denomina como orquesta típica o típica en Latinoamérica a la formación musical
dedicada a la interpretación de música popular de una región. El término se usa
para designar agrupaciones de tamaño medio (de 8 a 12 músicos).En Argentina
este termino quedóa ligado al Tango. A pesar de la lucha que mantuvo
constantemente esta expresión musical, con el fin de lograr convertirse en el
arte que representará a la masa popular porteña, lo cierto es que durante los
primeros años del siglo XX el Tango fue rechazado y repudiado por sociedad. Tengamos
en cuenta que debido a sus orígenes amorales, sus letras muchas veces atrevidas
y su baile sensual y en muchos casos obsceno, el Tango fue prohibido y quedó
excluido durante algún tiempo de las reuniones que tenían lugar en las casas de
"gente bien". Gracias a la incipiente clase media, que comenzó a
consumir esta atractiva música, como así también a la difusión y éxito que
logró el género fuera de las fronteras del país, sobre todo en Europa,
finalmente el Tango logró consolidarse como la verdadera música ciudadana, y
alcanzó un lugar de privilegio en sitios que jamás hubiera imaginado. Fue
precisamente en el año 1917 cuando se hizo presente el tema titulado “Mi noche
triste”, también conocido como "Lita", compuesto por Samuel
Castriota, con letra de Pascual Contursi, el cual fue considerado como el
primer tango canción, definiendo de esta forma al género.
Con esta composición,
el Tango pasó de ser una música cuyo estilo se caracterizaba por sus letras
pícaras y atrevidas, para convertirse en un medio de expresión en el que se
priorizaba la melancolía, el sentimiento descarnado, la dualidad del hombre y
la finitud de la vida, temas universales que fueron plasmados a la perfección
por un sinfín de poetas dedicados al Tango. Con la grabación de dicho Tango
realizada por Carlos Gardel junto al guitarrista José Ricardo en el año 1917
para el sello Odeón, se inició el furor por la música ciudadana, que a partir
de allí representaría a los argentinos hasta la actualidad. Los cambios y la
aceptación de la gente dieron lugar a nuevas transformaciones en la
conformación de los conjuntos musicales que interpretaban los tangos más
populares de la época. De esta manera, al igual que sucediera con el bandoneón,
el piano se convirtió en uno de los instrumentos indispensables de las
agrupaciones, forjando así el nacimiento de la llamada Orquesta Típica. En sus
orígenes el tango se ejecutaba con guitarras, flauta y violín, y más tarde, el
bandoneón sustituiría a la flauta, retomada un siglo después por Astor
Piazzolla en su octeto y su noneto de tango. La mayoría de estas orquestas
estaban compuestas por alrededor de diez músicos, que ejecutaban magistralmente
las notas impuestas por las partituras. Para ello, se utilizaban bandoneones,
piano, violines, contrabajo, y en algunas ocasiones se incluían guitarras,
violas, violonchelo y clarinete.
Gracias a su participación constante en el
teatro, como en la musicalización en vivo de películas pertenecientes a la
corriente del cine mudo, las Orquestas Típicas lograron obtener un lugar de
privilegio en la sociedad, que cada vez consumía con mayor entusiasmo este
fenómeno cultural. De esta forma, fueron lentamente incorporándose los
cantantes, primero como estribillistas que acompañaban a las orquestas,
interpretando sólo los estribillos de las letras, y luego llegando a ser cantores
populares que muchas veces alcanzaron mayor fama que la de las propias
agrupaciones. Mientras tanto, existía un rubro paralelo, el llamado cantor del
pueblo, que interpretaba las letras de los Tangos acompañado sólo de guitarras.
Ese fue precisamente el caso de Carlos Gardel, que como muchos se inició en la
música a través de sus interpretaciones de canciones criollas, que luego lo
hicieron devenir en cantor de tango. El período que abarca las décadas de 1920
a 1940 es conocido como la era de la "Guardia Nueva", que se
caracterizó por introducir notables cambios en las composiciones melódicas, la
poética y la interpretación de los temas populares. Signada por la
participación de músicos profesionales de significativa calidad y capacidad
musical, la Guardia Nueva dio lugar al nacimiento de un tango estructura,
poético, cadencioso y de compás firme, aspectos que quedan evidentes en las
composiciones y ejecuciones realizadas por músicos de la talla de Julio De
Caro, Francisco Canaro, Alfredo Gobbi, Rodolfo Biagi, Angel D'Agostino, Roberto
Firpo, Juan Maglio Pacho, Osvaldo Fresedo y tantos otros.
Promediando la década
del 20, el Tango comienza a originar un nuevo movimiento de composiciones, cada
vez más profundas y de mayor calidad, con creaciones como “Quejas de bandoneón”
de Juan de Dios Filiberto, “Flores negras” de Francisco Canaro, “Tierra
querida” de Julio De Caro, entre otras. Junto con esta transformación, el Tango
alcanza el estallido de popularidad necesario para ingresar en los ámbitos de
todas las clases sociales argentinas, y lentamente convertirse en la
manifestación artística de moda, que en principio lograría trascender como
filosofía porteña a través de las letras surgidas de la inspiración de Enrique
Santos Discépolo, para alcanzar su mayor momento de gloria en la década del 40.
Tenía cara de clown (payaso) y ojos bondadosos y tristes. La tristeza le nació
a los 5 años, cuando tuvo que salir a la calle con un organito y una cotorrita
a ganarse el sustento. Se le ahondó leyendo a Nietzsche y Schopenhauer y tomó
carta de amargura en sus oficios de estibador, calderero y ajustador mecánico
en los talleres de Vasena. Desde temprano se hizo bohemio. Pero en vez de tomar
para el lado del ajenjo, como Verlaine, se dejó arrastrar por la música. A los
9 años, un tío lo llevó con su organito a Lobos y lo hizo tocar en el patio de
la pulpería donde la partida mató a Moreira. En ese viaje lo impresionó el
viento en los árboles y el murmullo de la naturaleza. El primer instrumento sin
manija que tuvo, fue una guitarra robada y en ella ensayó su primera obra, que
compuso silbando. Era cuando tocar un tango significaba tanto como decir una
mala palabra. Pero Filiberto le puso a su música su impresión infantil del
campo y un poco no más de aquel matiz de barrio turbio que le había oído
deshilvanar a Ángel Villoldo en una armónica acoplada a una guitarra. A Carlos
Ibarguren se le dio por escribir que "el tango ha estragado nuestra
música"; Juan de Dios lo leyó y quiso demostrar que no era cierto. Para
ello escribió "Caminito", un tango suave y dulzón, casi una canción
de cuna, en el que puso un quejido liviano y un llanto avergonzado donde otros
ponían una puñalada. Lo estrenó un lunes de Carnaval y se lo silbaron toda la
semana. Después, por su porte decente, entró en las salas donde las chicas
tocaban el piano y llegó, hasta la Facultad de Derecho con una orquesta de 50
profesores. Filiberto murió a los 80 años, en 1964, en la Boca, donde siempre
estuvo, en una casa de frente lleno de colores... Como su música.
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