Leyendas del folklore argentino (Parte 3)
Las leyendas argentinas son relatos orales o escritos que narran historias inventadas, que pueden tener algún componente real, y que se transmiten en Argentina. Estas narraciones siempre incluyen personajes o sucesos fantásticos. Existen leyendas argentinas antiguas, que en su mayoría son de pueblos originarios. Pero también hay leyendas contemporáneas o urbanas, es decir, que se originaron hace poco y suelen hacer referencia a creencias que tienen en el presente determinadas comunidades.
• Atajacaminos Esta extraña ave, de hábitos nocturnos y de canto muy monótono, hacia la hora del crepúsculo se sitúa en los caminos para salirle de repente a los transeúntes.El Yanarca. Cuenta Félix Coluccio que en algunas regiones traducen el canto del atajacaminos como "chorizo gordo" o "clarito había sido", en alusión a la añapa de algarrobo que gusta y que no es suficientemente espeso como a él le gusta. Nos dice también que sobre los huevos de este animal existe la creencia de que al que los saca de su nido les produce un adormecimiento casi cataléptico. En otros lados se cuenta que el atajacaminos era un gaucho bandido, que asaltaba caminos y que fue condenado a vivir así, a la vera del camino y perpetuo sobresalto.
• Las Aguas del Bermejo Hubo un tiempo en que las aguas del Bermejo fueron claras como las de sus vecinos, los ríos Pilcomayo y Uruguay. Un tiempo en que a sus orillas no se asomaban, como hoy, las casas de los pueblos formoseños, ni eran surcadas por las embarcaciones de los argentinos descendientes de europeos. Las tierras que recorría el Bermejo eran disputadas por dos tribus enemigas: los tobas y los matacos. Unos y otros atrapaban los peces de su cauce, se sumergían en su frescura en las tardes calurosas, deslizaban las canoas por su corriente y se sentaban a sus orillas en las noches de luna. La mayor afrenta que sufrieron los tobas durante esa larga guerra fue la captura de la hija del cacique, una joven hermosa y decidida, que pasó de vivir en sus chozas a las de los matacos. Aunque extrañaba a los suyos, poco a poco sus captores se le hicieron menos extraños, sobre todo desde que conoció al hijo del cacique y comenzaron a pasar largas horas juntos. Se enamoraron mientras conversaban a la sombra de un urunday, mientras nadaban en el río, mientras caminaban en silencio siguiendo al ciervo de los pantanos... Pero sus relaciones eran imperdonables. La unión entre una toba y un mataco estaba prohibida por los hombres y maldita por los dioses. Cuando el consejo de la tribu dio órdenes estrictas para prohibir los encuentros entre los jóvenes, ellos establecieron citas secretas y se amaron más todavía a la sombra de su sigilo. Y llegó el día en que, reunido nuevamente el consejo de la tribu, debieron comparecer ante él. Los jefes, que ya habían deliberado, los miraban en silencio. Los corazones de los jóvenes se aceleraron ante esos rostros severos e imperturbables. El cacique habló con voz suave y firme.
• Camalote Chululú, un indiecito guaraní de seis años, vivía con su abuelo, el cacique de la tribu. Le enseñaba a nadar, a manejar el arco, andar en canoa y también solían pescar juntos. Un día, llegó al lugar una familia española con su hermosa hija de quince años, cabellos rubios y ojos azules. Pronto se hizo amiga de Chululú y de todos los indiecitos; les enseñaba su lengua y jugaba con ellos. Cuando llegó el verano todos los chicos indios se bañaban en el río mientras Pilar los miraba desde la orilla. De pronto Chululú se estaba ahogando. La chica, sin pensarlo, se tiró para salvarlo. Pilar intentó tomarlo del cuello, pero el indiecito no lograba mantenerse a flote. La chica continúa tratando de salvarlo, pero todo parece inútil. El cacique, al ver lo que ocurría, nadó para salvarlos. Luchó contra la fuerza del agua, pero sólo pudo salvar a su nieto. A Pilar la arrastraba un remolino. Desesperados, todos buscaban a Pilar que no volvió a aparecer. Pasaron muchas horas, tanto era el dolor que nadie se movía de la orilla. De repente apareció un camalote, la chica se había transformado en una planta acuática.
• Huayrapuca En quechua “viento colorado”. Es la madre de Shulco, el Viento; prima hermana del Remolino y pariente del Rayo. Viene a ser la diosa o espíritu del aire, Vive en las altas cumbres y en los profundos abismos cordilleranos. Es un ser bicéfalo o tricéfalo. En un extremo de su cuerpo tiene una monstruosa cabeza de dragón, y en el otro una cabeza de serpiente. También puede tener cabeza de guanaco en una punta, y de renacuajo en la otra. O ser su cabeza y cuello de guanaco, su cuerpo de avestruz y su cola de serpiente, en cuyo caso toma el nombre de Tanga-tanga. Otras veces predomina lo antropomorfo, pues se dan monstruosas combinaciones con partes de distintos animales. También hay versiones que la pintan como una hermosa mujer de cabellos negros, cubierta con un manto por lo general rojo, hecho con el polvo que recoge en algunos cerros y gargantas.
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Al parecer Pachamama venció, aunque temporariamente, los instintos destructores de Huayra Puca, y por eso recibe ahora las ofrendas que antes se destinaban a ésta, relegándola así al olvido.
• El Kakuy Es un ave de rapiña, nocturna, denominada Kakuy y Túray por los quichuas, Urutaú por los guaraníes, la Vieja y Mae da luna por los brasileños. Según Alberto Vúletin en “Zoonimia Andina” la pronunciación correcta es cácuy porque es onomatopeya del canto de esta ave de la familia de las Caprimulgidae. Cuenta la historia que dos hermanos vivían en el monte. La hermana era mala y el hermano era bueno. Él le traía frutos silvestres y regalos, pero ella le correspondía con desaires y maldades. Un día él regresó de la selva cansado y hambriento, y pidió a su hermana que le alcanzara un poco de hidromiel. La mala hermana trajo el fresco líquido, pero antes de dárselo lo derramó en su presencia. Lo mismo hizo al siguiente día con la comida. El hermano decidió castigar su maldad. La invitó una tarde a recoger miel de un árbol que estaba en la selva. Fueron allí y el hermano logró que ella trepara a lo más alto de la copa de un quebracho enorme. Él, que subió por detrás, descendió desgajando el árbol de modo tal que su hermana no pudiera bajar. El muchacho se alejó. Allí quedó la joven, en lo alto, llena de miedo. Cuando llegó la noche, su miedo se convirtió en terror. A medida que pasaban las horas, comenzó a ver, horrorizada, que sus pies se transformaban en garras, sus manos en alas y su cuerpo todo se cubría de plumas. Desde entonces, un pájaro de vuelo aplumado, que sólo sale de noche, estraga el silencio con su grito desgarrador – “¡Turay, Turay!” – “¡Hermano, Hermano!”.
• Isondú Dicen que dicen....que de todas las especies animales los insectos, son los más numerosos, pero el isondú no es un insecto común porque este goza de luz propia. Isondú en guaraní significa gusano de luz, este pequeño insecto tiene la cabeza brillante y el resto del cuerpo salpicado por una cadena de veintidós lucecitas brillantes. Dicen que hace muchas pero muchas lunas los guaraníes que habitaban la tierra roja, entre los ríos Paraná y Uruguay vieron crecer un joven hermoso en toda la amplitud de la palabra. Él no solo poseía una singular belleza física, sino que era alegre, solicito, trabajador, amable y por sobre todas las cosas un muy buen hijo y mejor vecino.
• Mayuato Del quichua mayu, río, y atoj, zorro. Animal misterioso que parece limitar sus dominios a una ciénaga próxima a Animaná, provincia de Salta (Adolfo Colombres), pero su influencia se extiende a todo el Norte Argentino y algunos sectores del Litoral. Se asemeja al zorro del agua, del que toma su nombre, pero tiene manos de guagua (niño pequeño) y patas como de perro. Llora como criatura. Es muy común oír a la gente hablar de este ser, pero sin saber exactamente cuál es el peligro real que encierra. Muchas veces se encontraron sus huellas en zonas cenagosas y a pesar de que es muy difundida su existencia, son pocos los datos que se tienen al respecto.
• Laguna de Brealito La provincia de Salta es una región bastante misteriosa, repleta de relatos y leyendas como la de la laguna Brealito. En una ocasión, un fanático de la pesca que iba muy seguido a la laguna, se acomodó para dormir esa noche a la orilla de la represa que tiene una forma tornadiza y está rodeada de montañas minerales; además, en su extremo sur se constriñe en medio de un callejón de rocas. El hombre prendió su lámpara y se situó debajo de un imponente algarrobo negro, tiró la cuerda y sorprendentemente las aguas se sacudieron, apreció un chapoteo; algo enorme se movía. La curiosidad pudo más y fue a mirar en qué consistía, precisamente en el límite entre la luz de la linterna y la penumbra, le pareció ver una imagen sombría gigante, la cual fue efímera. Como no consiguió comprender lo que había ocurrido, resolvió tranquilizarse. Después de un muy buen rato, se dispuso a lanzar el sedal otra vez, de pronto las aguas se sacudieron agrestemente. En plena oscuridad divisó una figura monumental que había prorrumpido a escasos metros de él; ése monstruo era un tipo de reptil o un inmenso pejerrey, con dorso escamado. Atemorizado, el pescador desapareció corriendo. En varias oportunidades trató de calmarse y pudo regresar a recoger sus posesiones, que estaban absolutamente mojadas, se veían como si una ola gigantesca las hubiera tapado.
• Ansenuza Era hermosita la diosa del agua, que habitaba en su palacio de cristal del Mar de Ansenuza (nombre indígena de la Mar Chiquita). Pero era una deidad cruel y egoísta, pues la única ofrenda que la volvía propicia era el primer amor de los mancebos. Se cuenta que un día vio llegar a la costa del lago, que era entonces de aguas dulces, a un príncipe indio malherido en la guerra. Tristemente le sonrió a la diosa, lamentando no poder sobrevivir para admirarla. Ella quedó suspensa como sacudida por los rayos cósmicos, por vez primera el embeleso del amor conmovió su alma. Pero pronto sucumbió a la desesperación al comprender el destino de su amado. El cristalino espejo del agua se convulsionó. Un trueno como un largo lamento estremeció el cielo y las nubes lloraron con su diosa. El mar se convirtió en un furioso caos durante un día y una noche. Al amanecer, el joven se encontró en la playa. Sus heridas habían sido cicatrizadas y al abrir sus ojos vio la increíble transformación que se había obrado en la naturaleza. La playa era blanca y las aguas se habían vuelto turbias y saladas. Atónito el joven, como en niebla rasgada por un tenue rayo de sol recordó a la hermosa mujer que le acariciaba cuando se le iban cerrando los ojos. Ahora se sentía sano y sus nervios tensos estaban sedientos de algo. Comenzó a avanzar por el agua, alejándose cada vez más de la costa como si un imperativo lo impulsara. Cuando el agua llegó a su cintura comenzó a nadar. ¿A nadar?... No, no nadaba, flotaba simplemente. Era como si unos brazos femeninos, con dulzura, penetrándole por la piel bronceada le acariciara el alma. Y siguió nadando, hasta que un tenue rayo rosado del amanecer lo fue transformando en el frágil flamenco, guardián eterno del amor de la diosa del mar. Desde entonces las aguas de Mar de Ansenuza son curativas. Amorosamente curativas.
• Benteveo Cuentan los abuelos sabios, que en medio del monte vivía una vieja casi centenaria, cuya única compañía eran dos muchachitos huérfanos, que ella había recogido y criado desde su más temprana edad. La anciana era una déspota, dado que por su edad avanzada había quedado desdentada, solo podía ingerir productos tiernos, como frutas, verduras, peces, perdices o tatúes, para lo cual los jovencitos habían sido adiestrados a fin de satisfacer las necesidades de la anciana.
• Apacheta De procedencia Inca, las apachetas tuvieron gran difusión en los territorios diaguitas. Indican el término de un espacio y el inicio de otro. Son montículos de piedras, levantados en honor a la Pachamama. Su forma es cónica, van desde monumentos de pocos centímetros de altura, hasta enormes volúmenes rocosos cuya base puede llegar a tener un diámetro aproximado de 10 metros y una altura de tres. Poseen una base amplia debido a los permanentes derrumbes y a que no es costumbre reconstruirlas. Se encuentran ubicadas a los costados de las sendas y caminos de la cordillera, generalmente en las abras, portezuelos, partes altas de una cuesta y escasamente en lugares llanos. Cada vez que se llega a un Apacheta se deposita una o más piedras junto con una ofrenda, que puede ser hojas de coca, en señal de respeto al espíritu que allí habita. El caminante pide entonces permiso para ingresar a un lugar nuevo, y protección y salud para continuar su viaje. Hoy encontramos que algunos de los montículos de piedra se han cristianizado, presentando cruces, velas, fotos y estampitas.
• Algodón Cuenta la leyenda, que en lejanos tiempos, en el Gran Chaco, los indios eran felices, no se conocían las estaciones porque no había cambios de clima, ni fenómenos atmosféricos. En esa armonía y felicidad los indígenas brindaban todos sus tributos a Naktánoón (el bien). Esta actitud puso furioso a Nahuet Cagüen (el Mal) que vivía en las tinieblas, que para vengarse y calmar su ira creo Nomaga (el invierno). Satisfecho de su obra se dirigió al pueblo indígena diciendo: - Ja, ja, ja, morirán de frío. Mi nuevo servidor los hará padecer y se les helará la sangre en las venas. El sol no brillará en el cielo chaqueño. Un perpetuo nublado cubrirá la tierra toba. El invierno será helado y dañino. La naturaleza irá pereciendo. Los indios gritarán y se retorcerán implorando a Naktánoón que les dé calor y castigue a Nahuet Cagüen. Fue entonces cuando cuatro embajadores: El palo borracho; La planta del patito; El picaflor; La viudita; que eran los preferidos y los más escuchados a lo alto suplicaron al Bien, que derrame calor sobre la tierra. Compadeciendo el Bien, los convierte en una flor, la flor del algodón (Gualok) que tiene de cada uno un atributo: El calor: de la planta del patito. El capullo: como el palo borracho. La bandada: del picaflor. La blancura: de la viudita. Despejado el cielo de nubes, la flor (Gualok) llega a la tierra y se abre, mientras siguen resonando los tambores indios y las semillas vuelan y vuelan, y al caer nuevos algodonales nacen... nuevas semillas... y nuevos algodonales hasta que todo el territorio se cubre de blanco. El urundai se hace telar para tejer la hebra suave del algodón convirtiéndose en níveas túnicas que cubren a los indígenas dándoles calor de vida. El canto aborigen se eleva. El bien ha vencido. Ante todo lo acontecido Nahuet Cagüen enfurecido nuevamente y en un último intento, maldiciendo, se convirtió en “Lagarta rosada” plaga del algodón.
• Cóndor Don Cóndor había bajado al valle en ocasión de unas chinganas que se celebraban con motivo de Semana Santa. En uno de los bodegones cerca de una plaza, conoció a un compadrito charlatán y pendenciero, conocido con el apodo de Chusclín. Se trataba nada menos que de un vulgar chingolo. Luego de una entretenida charla, en la que don Cóndor y el Chusclín alardeaban de hazañas y chupaderas, como fin de la charla formularon entre síuna singular apuesta: el que chupara (bebiera) más sin curarse (embriagarse), ganaría la apuesta y el perdedor pagaría el vino consumido y la vuelta para todos. Se inició la competencia: don Cóndor, de buena fe, trataba de agotar el vino de una sentada, sin advertir que Chusclín arrojaba al suelo cada sorbo. Pronto don Cóndor comenzó a sentir dolor de cabeza y para atenuarlo se ató un pañuelo a modo de vincha. Cuando advirtió el juego de Chusclín, lo apostrofó y se le fue encima. Chusclín, veterano peleador, lo esperó sereno y confiado y con un certero golpe sangró la nariz de su oponente, que sólo atinaba a defenderse. En la pelea, el pañuelo que don Cóndor tenía atado a la cabeza se le cayó y desde entonces lo lleva allí: es la golilla que lleva en su cuello.
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