Kabuki (Japón)

 


Cuando pensamos en las artes tradicionales de Japón, una de las primeras cosas que nos vienen a la cabeza (tras las geishas y la ceremonia del té) es el Kabuki. Sin embargo, todas esas manifestaciones culturales son bastante desconocidas en general para este lado del planeta, y tienen a mezclarse conceptos o a tener ideas preconcebidas que, hay que admitir, suelen antojársenos incomprensibles o inaccesibles.

El Kabuki es nada más y nada menos que una de las tres formas de teatro clásico japonés, consideradas Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO. Existen varias teorías para el origen de la palabra Kabuki, siendo la más aceptada la que traduce sus ideogramas literalmente como “el arte de cantar y bailar”. Eso suena a teatro musical, pero no, no es exactamente eso, aunque entre las técnicas y destrezas empleadas en el Kabuki suelen incluirse interpretaciones con instrumentos musicales tradicionales en directo o números de danza, siendo una de sus características más emblemáticas el que todos los papeles son interpretados por hombres, aunque en sus comienzos era justo al contrario: todos los papeles eran encarnados por mujeres.  La historia del teatro Kabuki comienza en 1603 durante el Shogunato Tokugawa (1600-1668), en manos de una compañía de actrices dirigidas por Izumo no Okuni, quien probablemente fue la doncella de un templo o una prostituta. En sus inicios, las obras se destacaban por sus bailes vivaces y rápidamente ganó fama entre las clases bajas. En ese entonces, el Kabuki se asoció con la palabra kabuku, que en el lenguaje arcaico de la época tenía la connotación de extraño, exótico y subido de tono. En 1629, debido a la prostitución femenina de las actrices de Kabuki, las autoridades del periodo Tokugawa prohibieron la actuación de mujeres (prohibición que se mantuvo hasta 1868, año en que cae el Shogun y se restaura la figura del emperador). De aquí en adelante, hombres jóvenes denominados “wakashu” representarían los roles femeninos.
Luego de esta censura, los hombres adultos llegan a los escenarios del Kabuki y apareció la figura del “onnagata” (literalmente, “figura de mujer”) quien, de ahora en adelante, interpretaría los papeles femeninos en las obras. Fue así como los movimientos, gestos y bailes que antes eran ejecutados por las actrices, pasaron a ser patrimonio del onnagata. Luego de la aparición del onngata, las obras de Kabuki se nutrieron de los dramas del teatro Noh y de las comedias Kyogen (otras formas teatrales del periodo), no obstante, su principal influencia la obtuvo del teatro de marionetas denominado Bunraku. Así, el Kabuki adaptó sus actuaciones debido a la popularidad alcanzada por estos géneros y cambió el significado de su nombre. El Kabuki alcanzó su máximo esplendor en la llamada época de la cultura Genraku, casi un siglo más tarde, marcada por el florecimiento de las artes y espectáculos populares, así como de las actividades del ocio y placer, los negocios de mala reputación y la vida bohemia. Todo esto puede recordar un poco al Renacimiento, y si se lo saca de contexto no es difícil imaginar esos corrales de comedias en las afueras de las grandes urbes, rodeados de tabernas y prostíbulos, teatros como el Globe de Shakespeare, con sus cánticos, historias de reyes, y damiselas interpretadas por hombres. Sin embargo, sus particularidades y su trasfondo cultural lo hacen único. Para entenderlo un poco hace falta una descripción general de algunos de sus elementos principales. El aragoto recoge probablemente la esencia del Kabuki y es lo que puede resultar más reconocible. Consiste en un estilo interpretativo que describen como poderoso y majestuoso, marcado por discursos, poses y gestos exagerados que definen al personaje. Los actores que encarnan este tipo de personajes a menudo lucen también maquillajes muy aparatosos llamados kumadori.
Las técnicas de kumadori marcan o transforman facciones según se representen animales, personajes mitológicos, alegóricos, malvados, heroicos, etc., siendo muy importante el empleo del color para representarlos. Por ejemplo, una de las reglas del Kabuki marca al villano con líneas de tonalidades azules, o al héroe con líneas rojas. El wagoto, al contrario que el aragoto, es un estilo interpretativo realista y más delicado, que suele ir acompañado de ropajes o maquillajes mucho menos llamativos. Dentro de una misma obra pueden darse ambos estilos, según el personaje y el papel que desempeñen en la misma. Otro de los elementos más reconocibles son las escenas de lucha. Para la representación de estas escenas se despliegan una serie de técnicas llamadas tachimawari, que recogen bellos y precisos movimientos y distintas poses, cada una de ellas con su nombre propio, casi como los pasos de baile en una coreografía. Las escenas de lucha son casi ineludibles en cualquier relato que se precie en la tradición japonesa. La escenografía también contiene una serie de ingredientes propios presentes en todos los teatros dedicados al Kabuki, y desde sus primeras épocas están equipados con diferentes estancias, niveles, zonas rotatorias y sofisticados mecanismos de trampillas y componentes móviles destinados a dar fluidez a la historia y a los diferentes decorados, así como crear efectos visuales o incorporar elementos mágicos. Destaca la presencia de las pasarelas hanamichi, que extienden el ya de por sí amplio escenario adentrándose entre el público, y los grandes telones llamados joshiki-maku, que se abren y cierran de lado a lado, y que están a menudo decorados con anchas franjas con los colores representativos del Kabuki. El teatro alcanzó tal popularidad que en 1680 aparecieron los primeros roles actorales definidos dentro de las obras. Sakata Tojuro introdujo la figura del wagoto (joven eternamente enamorado de una cortesana) e Ichikawa Danjuro I implementó la figura del aragoto (representación brusca y dinámica de un guerrero). También las obras empezaron a clasificarse según su temática en tres categorías fundamentales: • Shosagoto: obras de baile. • Jidaimono: obras históricas. • Sewamono: obras para las clases populares.




Estatua de Izumo no Okuni

Estatua de Ichikawa Danjūrō  IX

Kabuki-za de Tokio













































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