Danza de Chivarrudos (México)
Desde hace más de 400 años los Chivarrudos han existido haciendo mofa de los hacendados, estos personajes son un ícono cultural del municipio de Zacatelco con sus versos, su vestimenta tan particular y la quema de toritos.
La
Danza
de Chivarrudos es un baile folclórico celebrado en la comarca sur
del estado mexicano de Tlaxcala previo a Semana Santa y que se conjunta con la
temporada de carnaval, cuyo baile consiste en saltos y movimientos corporales
al ritmo del icónico teponaztle (instrumento musical del tipo de tambor de
hendidura que es de origen mesoamericano, fue utilizado por los aztecas, los
mayas y otras culturas prehispánicas y es imprescindible en el carnaval y en
los actos de solemnidad religiosa). Esta peculiar danza se originó tras
concluir el movimiento de independencia y floreció durante la revolución
mexicana, para evocar a los arrieros que trasportaban ganado y otros utensilios
al Puerto de Veracruz y a la ciudad de Puebla. Los principales grupos danzantes
provienen de Zacatelco, aunque también los hay en localidades como Santo
Toribio Xicohtzinco, Papalotla, Acuamanala, San Juan Huactzinco y Santa Cruz
Quilehtla. El 20 de febrero de 2020 el congreso del estado, nombró a los Chivarrudos
y su danza del municipio de Zacatelco como Patrimonio Cultural Inmaterial del
estado de Tlaxcala por ser una tradición cultural única y originaria de la
entidad que tomó forma a finales de la Independencia y se fortaleció durante la
Revolución. Al recibir esta denominación el presidente municipal, Tomás Orea
Albarrán destacó que esto coloca al municipio como un referente en la
preservación de sus tradiciones, al destacar las expresiones culturales con las
que cuentan y garantizar su preservación. En atención a la declaratoria, el
ayuntamiento de Zacatelco creó una estatua como testigo de esta danza
representativa del sur del Estado. La Danza de Chivarrudos revive de
manera cómica las tareas de arreo que realizaban vaqueros, cabreros y caporales
de las haciendas ganaderas de Tlaxcala en el ocaso del Siglo XIX y principios
del Siglo XX.
Se lleva a cabo durante los meses de marzo y abril justo antes de
semana santa. Esta danza se propagó por varios de los municipios del sur, como
Zacatelco, Xicohtzinco, Papalotla, Acuamanala, San Juan Huactzinco y Santa Cruz
Quilehtla. El nombre de “Chivarrudos” proviene de sus
curtidos que son obtenidos a partir de las pieles de chivos, los cuales se
colocan como chaparreras para danzar desprendiendo un aroma desagradable para
que las personas no lo puedan soportar al estar junto a ellos. El propósito es
personificar a cabreros, vaqueros, arrieros, peones, mayorales y jinetes
encargados del cuidado de los animales de corral, entre los que se encontraban
los chivos o cabras, los cuales trotaban de norte a sur a través de los campos.
Al igual que los Huehues de carnaval, la danza y atuendos de los Chivarrudos
traen consigo la mofa, en este caso, hacia los antiguos vaqueros, cabreros y
caporales de las haciendas ganaderas de Tlaxcala a finales del siglo XIX. De
acuerdo con la presidente de la Comisión de Educación, Cultura, Ciencia y
Tecnología, la Diputada Luz Vera Díaz, con esta distinción se dignifica y se
fortalecen las representaciones artísticas y culturales de Tlaxcala, dándole a
la entidad un valor único. Otra de las características que resaltan de estos
danzantes son sus versos, que rezan con la intención de que les inviten a comer
o les den dinero para poder recuperar la inversión que hacen en sus trajes. Los
también conocidos como “locos” por su forma de saltar, portan una indumentaria
muy peculiar, el sombrero ancho de madera pintado de colores, que tiene la
forma de un comal (especie de sartén) donde se cuecen las tortillas, que
también expresa galantería, la chamarra de piel que en la mayoría de los casos
es color negra con figuras decorativas bordadas a mano.
Anteriormente, destacaba
la chamarra de manta diseñado con el águila mexicana en la parte trasera y
decorada con figuras tejidas a mano hasta la década de 1930. El traje también
se compone de mascadas de varios colores que se portan en los brazos y cuello,
con la intención de dar un toque de elegancia, además de las distintivas
chivarras sujetas al color de la piel del chivo o chiva, con sus
correspondientes tirantes y cinturón, para ajustarlas. Otros aditamentos son
las chaparreras, el caballito, la cuarta y la máscara de madera de color rojiza
con bigotes y cejas pobladas con rasgos del mestizo, con la que se representa a
los arrieros de la época revolucionaria. Un tanto fanfarrón y un ente
completamente social a diferencia del (parco) aunque también machista vaquero
estadounidense. En los últimos años, la mujer ha iniciado su participación
dentro de estas camadas de Chivarrudos, lo que deja de ser una
danza exclusiva de varones y da pauta a la manifestación cultural incluyente. Como
tal, los Chivarrudos no cuentan con una música especifica ya que los
brincos de la danza van al ritmo del teponaxtle. Los Chivarrudos, a quienes se
les ve danzar en plazuelas y calles de los municipios sureños antes de la
Semana Santa, llaman la atención ante su peculiaridad de brincar al ritmo del
teponaxtle. Desde luego no puede faltar el lenguaje florido propio de los
arrieros, con versos que van desde los piropos dignos del halago a una mujer,
hasta las irreverentes coplas, poniendo énfasis en dedicatorias a los
personajes políticos, funcionarios, servidores o ciudadanos comunes. Después
del arreo y toreo en medio de versos y brincos característicos, se procede a la
quema del torito, donde el torero fastidia a los Chivarrudos y
concurrentes con el estruendo de los cohetes y las chispas de los buscapiés,
sin olvidar los cohetes chifladores que salen del armazón del torito, todo esto
en medio de la algarabía, emoción, temor y diversión de los asistentes.
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