Música Programática

 


La Música Programática es algo así como la banda sonora de una idea, impresión o sentimiento del compositor, que habitualmente expresa su intención en el título, o hace referencia a un poema, historia o argumento literario concreto. Lo más importante es que la música intenta significar algo más que sonidos ya que su objetivo es evocar imágenes, representando musicalmente una escena, estado de ánimo o imágenes, como un viaje, paisajes o una batalla.

Es la música que se basa en un programa, guía o argumento, por lo que, para comprenderla mejor, habría que conocer ese programa o argumento, ya que intenta contar una historia, sugerir un paisaje, el carácter de un personaje, etc. Se diferencia de la música absoluta o pura o aquella que explora estéticas desde lo sonoro y musical. En otras palabras, cuando se habla de música absoluta, se hace referencia a la música como un lenguaje en sí misma, sin necesidad de establecer una relación de interdependencia. Los compositores románticos se inspiraron a menudo en fuentes literarias y pictóricas. Cultivaron por ello la Música Programática, en especial, con el Poema Sinfónico. La poesía de los siglos XVIII y XIX formó la base del arte de la canción, en la que el compositor retrata con música las representaciones y caracteres de los textos. La Música Programática adquirió popularidad en el siglo XIX con el Romanticismo seguido del Renacimiento, el período Barroco, el período Clásico, el período Romántico, hasta el siglo XX. Los compositores del Renacimiento escribieron una abundante cantidad de Música Programática, especialmente para clavecín, incluyendo obras como, por ejemplo, “The fall of the leaf” (La caída de la hoja), de Martin Peerson, “The battle” (La batalla), de William Byrd, en las que se describía el desplazamiento de los soldados, marcha de infantería, marcha de caballería, trompetas, marcha irlandesa, gaita y tabal, flauta y tabal, marcha a la batalla, las trompas se enfrentan, retirada, Gallarda de la victoria. Del período Barroco, probablemente la obra más destacada sea “Las cuatro estaciones”, de Antonio Vivaldi, un conjunto de cuatro conciertos para violín y orquesta de cuerdas que ilustra las estaciones del año con lluvia, el zumbido de las moscas, vientos helados, esquiadores sobre el hielo, campesinos bailando y muchas más cosas.
Otra obra programática barroca muy conocida es “Capricho sobre la despedida de un estimado hermano”, BWV 992, de Johann Sebastian Bach, cuyas diferentes secciones presentan títulos descriptivos (“Los amigos lo rodean e intentan disuadirlo de marchar”, “Le explican los peligros que puede encontrarse”, “El lamento de los amigos”, “Como no pueden disuadirlo, se despiden de él”, “Aria del mozo de puesta”, “Fuga en imitación de la trompa del mozo de puesta”); Georg Friedrich Händel y su “Música acuática” y la “Música para los reales fuegos artificiales”. En el período Clásico se le dio menos lugar a la Música Programática, ya que en esa época la música se nutría de sus recursos internos, notablemente en obras compuestas en forma de Sonatas. Durante el período Romántico se dio una revalorización de la música instrumental y en la música se buscaba transmitir, de manera autónoma, contenidos de otras artes como la literatura. En el siglo XIX, la Música Programática adquirió mucha importancia porque en el Romanticismo francés, hacia el año 1830, los compositores necesitaban que sus sentimientos y vivencias fueran expresados con su música. Tanto la Música Programática como concepto, como el leitmotiv (tema musical dominante que se repite en una composición), son conceptos del período post Romántico musical. Beethoven sentía cierta renuencia a componer Música Programática, y dijo de su Sinfonía N° 6 (Pastoral 1808) que “la obra entera puede ser percibida sin descripción, es más una expresión de sentimientos que un poema musical”.
Aún así, la obra contiene descripciones de los cantos de los pájaros, el rumor de un riachuelo, una tronada, etc. Beethoven volvió más adelante a la Música de Programa con su Sonata para piano n.º 26 en mi bemol mayor, op. 81a, conocida bajo el título programático de “Les adieux”, que describe la despedida y el regreso de su amigo el archiduque Rudolf de Austria. En el siglo XX, la Suite lírica, de Alban Berg, fue considerada por mucho tiempo como Música Absoluta, pero, en 1977 se descubrió que estaba dedicada a Hanna Fuchs-Robettin. La Música Programática es instrumental y hace referencia a elementos extra musicales. En ella, los instrumentos simulan fenómenos sonoros de un personaje o una escena (susurros, pasos, cantos de pájaros), haciendo referencia explícita al elemento externo sonoro. Además, incorpora elementos musicales que describen una idea o una escena que no son sonoros. Por ejemplo, en un amanecer podría escucharse registros graves que se fusionan con agudos para dar a entender el paso de oscuridad a la luz, efectos armónicos de disonancia para generar tensión, y de disonancia para suscitar reposo. La Música Programática se puede dar de tres formas: • Música Descriptiva: sugiere musicalmente fenómenos de la naturaleza (el mar, tormentas, etc.) o de determinadas situaciones. Por ejemplo, “Las cuatro estaciones”, de Vivaldi. • Poema Sinfónico: composición con un solo movimiento que está determinada por algo externo a la música (idea extramusical) descriptiva o poética (un poema, una idea argumentada). Su objetivo es mostrar musicalmente esa idea o poema. Por ejemplo, “Danza macabra”, de Saint-Saëns; • Música incidental, es la que se compone para un momento concreto de una obra de teatro, principalmente. Hoy en día correspondería a ciertas bandas sonoras del cine, música compuesta para unas determinadas imágenes. Por ejemplo, “Vals triste”, de Jean Sibelius. El término "música programática" no se usa cuando se habla de música popular. La tradición de piezas exclusivamente orquestales con programa ha disfrutado de continuidad en algunas piezas para orquesta de Jazz, principalmente debidas a Duke Ellington.













































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