Misa Criolla (Argentina)
Quizás haya
sido la novedad de su versión sudamericana, con ritmos folklóricos de la
Argentina y Bolivia (Yaraví, Chacarera, Estilo,
Vidala,
Baguala),
lo que en una primera instancia le dio esa transcendencia fuera de los ámbitos
religiosos, donde se solían escuchar las misas corales escritas por
compositores europeos, de Machaut y Palestrina (en los siglos XIV y XVI,
respectivamente) hasta las misas barrocas de Monteverdi, Bach
y Purcell,
entre otros.
En un principio, Ariel Ramírez no pensó en componer una misa sino una obra que estuviera inspirada en la vocación de dos monjas que había conocido en Europa. Luego, el encuentro del músico con un amigo de juventud, que se convirtió en sacerdote católico, y el clima posconciliar de mediados de la década del 60, con la posibilidad de celebrar la liturgia en castellano, terminaron de darle forma a la idea de una misa, a la manera criolla. Ramírez, que por los años 50 era joven y viajero, había llegado a un convento en el poblado holandés de Würzburg. Allí conoció a las religiosas Elizabeth y Regina Brückner. Esa casona y las tierras más distantes habían sido parte de un campo de concentración donde hubo alrededor de mil judíos prisioneros. Una estricta regla castigaba con la horca sin más trámite a cualquiera que ayudara a aquellos que esperaban su trágico destino. Pero Elizabeth y Regina habían elegido la misericordia y habían sido formadas para el valor, de modo que, noche tras noche, empaquetaban cuantos restos de comida podían y se acercaban sigilosamente al campo para dejar su ayuda en un hueco debajo del alambrado. Durante ocho meses ese paquete desapareció cada día. Hasta que un día nadie retiró el paquete. Al finalizar el relato de sus queridas protectoras, Ramírez sintió que tenía que escribir una obra, algo profundo, religioso, que honrara la vida, que involucrara a las personas más allá de sus creencias, de su raza, de su color u origen. Que se refiriera al hombre, a su dignidad, al valor, a la libertad, al respeto del hombre relacionado a Dios, como su Creador.
En un principio, Ariel Ramírez no pensó en componer una misa sino una obra que estuviera inspirada en la vocación de dos monjas que había conocido en Europa. Luego, el encuentro del músico con un amigo de juventud, que se convirtió en sacerdote católico, y el clima posconciliar de mediados de la década del 60, con la posibilidad de celebrar la liturgia en castellano, terminaron de darle forma a la idea de una misa, a la manera criolla. Ramírez, que por los años 50 era joven y viajero, había llegado a un convento en el poblado holandés de Würzburg. Allí conoció a las religiosas Elizabeth y Regina Brückner. Esa casona y las tierras más distantes habían sido parte de un campo de concentración donde hubo alrededor de mil judíos prisioneros. Una estricta regla castigaba con la horca sin más trámite a cualquiera que ayudara a aquellos que esperaban su trágico destino. Pero Elizabeth y Regina habían elegido la misericordia y habían sido formadas para el valor, de modo que, noche tras noche, empaquetaban cuantos restos de comida podían y se acercaban sigilosamente al campo para dejar su ayuda en un hueco debajo del alambrado. Durante ocho meses ese paquete desapareció cada día. Hasta que un día nadie retiró el paquete. Al finalizar el relato de sus queridas protectoras, Ramírez sintió que tenía que escribir una obra, algo profundo, religioso, que honrara la vida, que involucrara a las personas más allá de sus creencias, de su raza, de su color u origen. Que se refiriera al hombre, a su dignidad, al valor, a la libertad, al respeto del hombre relacionado a Dios, como su Creador.
La génesis de
la Misa Criolla hay que buscarla en el Concilio Vaticano II, que había
comenzado en 1962. A partir del Vaticano II se introduce el llamado Novus Ordo
Misae, en el que el sacerdote celebra la misa de cara al público y en lengua
vernácula, o sea en la lengua propia del lugar donde se celebra la misa. El
espíritu que sobrevolaba el Concilio alentaba la “traducción” de la Santa Misa
al lenguaje popular. De vuelta en Buenos Aires, y luego del encuentro de Ariel
Ramírez con su amigo de juventud, el padre Osvaldo Catena, comenzó a
tomar forma la "Misa Criolla", con textos
traducidos por Catena, Alejandro Mayol y Jesús
Gabriel Segade y con arreglos corales de Segade. El padre Osvaldo
Catena era en 1963 Presidente de la Comisión Episcopal para Sudamérica
encargada de realizar la traducción del texto latino de la misa al español.
Cuando Ramírez ya tenía terminados los bocetos y formas del ordinario
de la misa el mismo Catena presentó a quien realizaría los arreglos corales de la
obra: el Padre Segade. Así surgió la misa completa interpretada con
ritmos folklóricos. El Kyrie se basa en dos ritmos: Vidala
y Baguala.
El Gloria
es un Carnavalito con una parte central en Yaraví; La Chacarera
trunca fue el ritmo elegido para el Credo; el Carnaval Cochabambino
para el Sanctus; y por último, el Agnus Dei es un estilo pampeano. La
primera versión tuvo como protagonistas a Los Fronterizos, el charanguista Jaime
Torres y la Cantoría de la Basílica del Socorro, dirigida por Segade.
Luego se grabaron cientos de registros y versiones. Incluso, Los
Fronterizos registraron otra, 12 años después, con diferentes arreglos,
a cargo de Oscar Cardozo Ocampo. Se grabó en 1964 y se publicó como disco
un año después, en la cara A de un LP que también contenía la obra "Navidad
Nuestra". La primera grabación estuvo dirigida por Ariel
Ramírez. De Los Fronterizos a Mercedes Sosa, de Zamba
Quipildor a José Carreras, a la "Misa Criolla" la interpretó
tanta gente que ya no hay una versión oficial.
Ariel Ramírez: piano, clavecín y dirección general.
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Domingo Cura: percusión.
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Jaime Torres: charango.
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Chango Farías Gómez: bombo y accesorios de percusión.
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Luis Amaya: guitarra criolla.
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Juancito el Peregrino: guitarra criolla.
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Alfredo Remus: contrabajo.
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Eduardo Madeo: voz solista.
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Gerardo López: voz solista.
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César Isella: voz solista.
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Juan Carlos Moreno: voz solista.
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Raúl Barboza: acordeón en ”La anunciación”.
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Cantoría de la Basílica del Socorro: coro.
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