Escondido (Argentina)


El Escondido es una danza de parejas sueltas, independiente, vivaz y pantomímica. Se la considera una recreación americana –quizás específicamente argentina- de un modelo europeo relacionado con la Contradanza, que introdujo el argumento del “compañero perdido o escondido”. La danza se asemejaba más a un juego que a una coreografía. En nuestro país, el Escondido se difundió en la primera mitad del Siglo XIX. Testimonios escritos prueban que se lo bailaba por 1850, en los salones señoriales tucumanos. Una década después, un diplomático británico de paso por Córdoba, mencionó esa danza y la del Gato, como bailes típicos de esa ciudad. En ciertas zonas se lo llamó “Gato Escondido”, por eso se cree que pudo ser una derivación del Gato de cuatro esquinas. Se lo practicó especialmente en las regiones rurales de todas las provincias hasta fines del Siglo XIX, y en algunas comarcas del centro y del Oeste perduró hasta mediados del Siglo XX. En algunas regiones aisladas aún suele bailarse. Alicia Aretz dice al respecto que actualmente sigue perviviendo. Fue practicado en las regiones de Cuyo, Tucumán, La Rioja, Catamarca, Santiago del Estero, Salta, Córdoba y probablemente en Buenos Aires. Entre las notaciones musicales más antiguas figuran las de Luis Bonfiglio (1889), Andrés Chazarreta (1911), Manuel Gómez Carrillo (1916), etc. El Escondido se suele acompañar con guitarra, bombo, bandoneón o violín. La música, en compás de 6/8, divide a la canción, como en muchas de estas danzas, en dos partes iguales.
Una de las mejores descripciones del paisaje central del Escondido, pertenece al músico sanjuanino Arturo Berutti, que en un artículo publicado en 1882 en la revista “Mefistófeles”, de Buenos Aires, lo refirió de la siguiente manera: “de pronto, una de las señoritas nota que el compañero ha desaparecido, y es que se le ha escondido detrás de una puerta, debajo de una silla o a la espalda de una señora que está por ahí. La niña, entonces, no tiene más remedio que buscarlo, y para ello sigue bailando indistintamente por toda la sala, fijando su atención en todos los rincones y recovecos de la pieza hasta dar con él”. Tanto el hombre como la mujer pueden cumplir el papel de “escondido”. Las variaciones del episodio son muchas. En la mayoría, el resto de los bailarines ayuda a quien ha perdido a su pareja a encontrarla. En algunos casos, el “escondido” se arrodillaba y oteaba ansioso el horizonte, a veces bailaba desconcertado buscando a su pareja, hasta que aparecía y se producía la algarabía del encuentro. En otras circunstancias se acostumbraba a reemplazar momentáneamente al desaparecido, porque el o la bailarina que busca, no queden solos. En algunos casos, la dama debe elegir entre el que estuvo oculto y otro circunstancial rival. La serie de ocultamientos y apariciones puede prolongarse indefinidamente, ya que, cuando aparecía el “escondido”, se volvía a bailar en pareja hasta que desaparecía otro, y así continuaba el baile hasta que todos los “escondidos” eran encontrados. La versión tradicional del Escondido, trocó el ocultamiento formal, por el gesto simbólico equivalente, como es la versión actual de esta danza.






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