Opéra-Féerie

 

La Opéra-Féerie es un género teatral francés sumamente espectacular y popular que alcanzó su máximo esplendor durante la primera mitad del siglo XIX, entre la Revolución de 1830 y la caída del Segundo Imperio en 1870, sirviendo como un fascinante puente entre la Ópera Seria, el Mélodrame y el teatro de variedades.

Se define esencialmente como una obra escénica que fusiona los elementos dramáticos y vocales de la Ópera con los requisitos visuales, coreográficos y mágicos de la féerie teatral, el género popular de las hadas. Su objetivo principal no era la profundidad psicológica o la complejidad musical, sino la magia visual y el asombro del espectador.

Esta forma de arte se desarrolló en un momento crucial de la cultura parisina, cuando el público, especialmente la burguesía emergente, que, en su rápido ascenso, buscaba un entretenimiento suntuoso, visualmente deslumbrante y escapista, a diferencia del drama serio del Romanticismo.

Podría llegar a considerarse a Henry Purcell como precursor del género de la Opéra-Féerie. De hecho, sus semióperas “La reina de las hadas” (1692) y “La reina india” (1695) se inspiran en leyendas de hadas para crear una obra bailada, cantada, representada y hablada; pero estas obras deben situarse en su particular contexto inglés de semiópera, es decir, de hibridación con el arte teatral, tras el cierre de los teatros ingleses entre 1640 y 1660.

La Opéra-Féerie era una celebración del artificio teatral, donde la verosimilitud se subordinaba a la ilusión. El género tomó prestada la estructura musical de la Opéra Comique o del Grand Opéra tardío, alternando números musicales y arias con diálogos hablados o recitativos, pero su verdadera identidad residía en su compromiso ineludible con la fantasía.

Esta demanda por el espectáculo llevó a que las obras se basaran casi exclusivamente en cuentos de hadas, mitología exótica, leyendas de caballería o fábulas orientales, proporcionando la justificación narrativa para la increíble puesta en escena.

Las raíces de la Opéra-Féerie se encuentran en las féeries populares del siglo XVIII, espectáculos que se realizaban en los teatros de la feria parisina y en los théâtres de boulevard. Estos espectáculos se especializaron en la representación de lo fantástico, utilizando la maquinaria teatral disponible de la época. Cuando la música seria y orquestal se integró de manera más profunda en estas producciones mágicas, el género se elevó a la categoría de Opéra-Féerie.

El libreto, o guion, era típicamente episódico, extenso y a menudo ingenuo, centrándose en el triunfo final del bien sobre las fuerzas del mal, representadas por brujas, ogros o genios oscuros.

Una de las características estilísticas más importantes era la transformación, donde los escenarios y los personajes cambiaban mágicamente ante los ojos del público. Esto incluía la conversión de una cabaña humilde en un palacio de cristal, o de un personaje animal en un príncipe encantado.

La música, aunque no siempre era la parte más memorable, era típicamente de estilo romántico ligero, con frecuentes intervenciones del coro y secciones dedicadas al ballet, el cual era indispensable para representar los “Reinos de las Hadas” o los séquitos de la realeza mágica. La Opéra-Féerie fue el vehículo perfecto para compositores que querían experimentar con orquestaciones coloridas que evocaran paisajes exóticos o sobrenaturales.

La Opéra-Féerie fue, ante todo, un teatro de maquinaria (théâtre de machines). El éxito de la obra dependía directamente de la sofisticación de los efectos escénicos. Los teatros invertían sumas astronómicas en tramoyas, poleas y plataformas hidráulicas capaces de crear ilusiones como el vuelo de personajes (utilizando cables invisibles), la aparición instantánea de ejércitos o la simulación de tormentas marinas y erupciones volcánicas.

Esta obsesión con el espectáculo significó que los elementos técnicos a menudo dominaban y eclipsaban la calidad tanto del libreto como de la partitura musical.

El apogeo del género se sitúa entre las décadas de 1820 y 1840. Ejemplos notables incluyeron adaptaciones de cuentos clásicos como “Cendrillon” (Cenicienta) y “La Belle au bois dormant” (La Bella Durmiente), aunque el género alcanzó su cima con la espectacularidad de producciones como “Le Cheval de bronze” (El Caballo de Bronce) de Daniel-François-Esprit Auber en 1835. Esta obra, con su mezcla de música atractiva y efectos escénicos innovadores, se mantuvo en el repertorio por décadas.

La Opéra-Féerie ejerció una influencia directa en el desarrollo del Grand Opéra, que adoptó el uso de grandes coros, ballets obligatorios y la necesidad de un espectáculo visual fastuoso para satisfacer al público burgués.

El género comenzó su declive natural en la segunda mitad del siglo XIX, principalmente debido a los costos prohibitivos de producción, los cuales rara vez se recuperaban, y el cambio en los gustos del público que se inclinaba hacia el realismo en el drama y la ligereza satírica en la comedia.

Sin embargo, la Opéra-Féerie encontró una gloriosa revitalización y, al mismo tiempo, una parodia en las manos del compositor franco-alemán Jacques Offenbach. Offenbach tomó la estructura grandiosa y los temas fantásticos del género para subvertirlos y ridiculizarlos, creando la Opéra-Bouffe. Obras como “Le voyage dans la lune” (Viaje a la Luna, 1875), basada libremente en la novela de Julio Verne, utilizaban todos los trucos de la Opéra-Féerie (viajes espaciales, planetas de cartón y escenarios fantásticos) no para asombrar, sino para satirizar la sociedad, la política y la ciencia de su época.

Esta fusión del espectáculo mágico con la sátira permitió que el género sobreviviera, transformado en una crítica social envuelta en brillo y fantasía. El legado de la Opéra-Féerie reside en haber establecido la tradición del gran espectáculo musical francés, siendo el precursor de la moderna comedia musical y el melodrama cinematográfico, donde la maquinaria y el efecto visual son elementos primordiales de la narración.

 

 

Fuentes:

 

• Fr.wikipedia.org

• Imslp.org