Día Nacional de la Zamba (Argentina)

 


Cada 7 de abril se celebra el Día Nacional de la Zamba, una fecha que invita a volver la mirada hacia nuestras raíces y rendir homenaje a una de las expresiones más bellas del folklore argentino.

Aunque la danza nacional es el Pericón, la Zamba se ganó un lugar privilegiado dentro de la cultura argentina. El origen de su día y la canción que lleva la fecha en su nombre encierran muchas conjeturas y misterios.

Romántica, sensual y provocativa. Así se entiende a la Zamba, esta danza típica que retrata el momento del encuentro entre dos almas, que mezcla pañuelos y miradas y que ha sido musa de muchos artistas que dieron vida a grandes letras como “Zamba para no olvidar”, “Zamba para no morir”, “Zamba de Juan Panadero”, “El Paraná en una zamba” o “Zamba de mi esperanza”, entre tantas otras.

Sucede que desde el sentido tradicional se toma precisamente la fecha del 7 de abril, porque ese día se inscribió en SADAIC la Zamba que lleva por nombre “La 7 de abril”, hace más de 100 años. Su autoría se atribuye al santiagueño Andrés Chazarreta.

Más allá de eso, esta pieza se convirtió en un símbolo cultural que dio nombre a la fecha más sentimentalmente reconocida por artistas, bailarines y amantes del folklore.

La “7 de abril” es para muchos la madre de las Zambas y tiene una historia muy particular. Por ejemplo, no se conoce con rigor a su autor verdadero y poco sabemos sobre el motivo de su nombre. Según escribe José Antonio Faro es su libro “Zambas históricas y tradicionales”, existen dos versiones: una es la que Andrés Chazarreta le escuchó tocar a músicos populares santiagueños, a inicios del siglo XX, y que en 1916 registró a su nombre, con una letra romántica, que nada explica en relación al “7 de abril”.

En 1923, Manuel Gómez Carrillo, publicó una versión cuyas diferencias con la de Chazarreta son de notación musical, dato irrelevante para músicas de tradición oral. A esa versión, Leda Valladares le agregó años más tarde una letra que tampoco explica el nombre.

Santiagueños y tucumanos se disputan la pertenencia de la “7 de abril”. La investigadora Isabel Aretz refiere que el verdadero autor sería un violinista tucumano conocido como el “Ñato Carrillo”, que murió en 1911. Otras fuentes dan como autor al arpista Agenor Reynoso. Pero en Santiago del Estero es atribuida por tradición a diversos músicos populares de fines del siglo XIX, entre ellos un arpista, “el ciego Chaza”. Los Hermanos Ábalos decían que jamás se iba a conocer quién fue realmente su autor.

Con respecto al origen de su nombre, se manejan varias conjeturas. Al noreste de Tucumán, en el departamento Burruyacú, existe una localidad con el nombre 7 de Abril. Una comuna sobre la Ruta Nacional 34, uno de los tantos pueblos de esa región que hasta mediados del siglo XX vivió de obrajes madereros y hoy extraña el tren. Por otro lado, el 7 de Abril se conmemora el levantamiento de Tucumán contra el gobierno de Juan Manuel de Rosas. La proclama del 7 de Abril de 1840, cuando Marcos Avellaneda encabezó el pronunciamiento de la llamada “Liga del Norte”, que Rosas respondió con el envío del general Oribe y el coronel Mariano Maza para reprimir a los insurrectos, quienes al mando del general Juan Galo de Lavalle fueron derrotados en Famaillá. Avellaneda huyó al norte, pero Oribe lo alcanzó en Metán y lo fusiló. Llevaron su cabeza a Tucumán y la expusieron en la plaza principal durante varios días.

La Secretaría de Cultura de la Nación en su sitio oficial menciona que el Día Nacional de la Zamba se estableció oficialmente el 29 de septiembre en homenaje al natalicio de uno de los “padres del folklore”, Gustavo “Cuchi” Leguizamón.

Desde sus orígenes en la Zamacueca hasta su florecimiento regional, con un protagonismo especial en la provincia de Salta, la Zamba es mucho más que una danza: es una expresión de identidad, un diálogo amoroso y un legado artístico que perdura en el tiempo.

La historia de la Zamba se entrelaza con la de otro baile tradicional sudamericano: la Zamacueca. Originaria de Lima, Perú, a principios del siglo XIX, la Zamacueca era una danza vivaz y pícara que rápidamente se extendió por diferentes regiones de América del Sur. Alrededor de 1825-1830, esta danza llegó a territorio argentino, echando raíces principalmente en las provincias del noroeste: Salta, Jujuy y Tucumán.

Con el paso del tiempo y la influencia de las costumbres locales, la Zamacueca fue transformándose, adquiriendo características propias que la diferenciaron de su matriz peruana.

Lentamente, emergió la Zamba que hoy se conoce: una danza de pareja suelta e independiente, donde el pañuelo se convierte en un elocuente protagonista y la coreografía dibuja un sutil juego de acercamiento y alejamiento entre los bailarines.

Si bien la Zamba se extendió por varias provincias argentinas, cada región le imprimió su sello particular, dando origen a sutiles diferencias en el estilo musical, la coreografía y la interpretación.

El Noroeste Argentino (Salta, Jujuy, Tucumán): Esta es la cuna de la Zamba argentina, donde alcanzó su máximo esplendor y donde se conservan las formas más tradicionales. La influencia de la música andina y las costumbres locales se hacen evidentes en las melodías y el sentir de las Zambas de esta región.

También con una fuerte tradición zambera, Santiago del Estero aportó su propio ritmo y cadencia, a menudo con una instrumentación particular que incluye el bandoneón en algunas variantes.

La Zamba se difundió a otras provincias, como Córdoba, La Rioja y Catamarca, donde también se adaptó y floreció, aunque quizás con menor predominancia que en el noroeste.

La provincia de Salta ocupa un lugar central en la historia y la identidad de la Zamba. Es en esta tierra donde nacieron y se consagraron muchos de los más grandes compositores e intérpretes del género, y donde la Zamba forma parte intrínseca de la vida cotidiana y las celebraciones.

La Zamba salteña se caracteriza por su profunda emotividad, se destaca también por su estilo carpero, pero en definitiva sus melodías melancólicas y a la vez apasionadas, y la fuerte conexión con el paisaje y la cultura local. Las letras de las Zambas salteñas a menudo evocan la belleza de sus valles, montañas y ríos, así como las costumbres, los personajes y la historia de su gente.

 

 

Fuentes:

 

• Eltribuno.com

• Red43.com.ar

• Lavoz.com.ar

 


 

 


























 

 

 

 






















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