Las mujeres del Blues
El Blues ha sido, y todavía es, la música que mejor sintetiza y expresa las vivencias y sentimientos de la comunidad afroamericana. Como ingredientes se encuentran todos aquellos elementos que acompañan la vida cotidiana de una sociedad oprimida y discriminada: la pobreza o la miseria, el dolor causado por la segregación y el odio racial, los amores y desamores por los que inevitablemente atraviesa la existencia de todos los humanos, etc.
Dentro del Blues, las mujeres han tenido un papel muy importante. Hay que tener en cuenta que, además de todo lo dicho, ellas deben combatir contra todo lo que afecta negativamente al género femenino: son negras y son mujeres. No hace falta decir nada más. Quizá por todo ello, las intérpretes femeninas de Blues se han erigido como figuras principales de esta música.
Históricamente son famosas: Ma Rainey, Bessie Smith, Clara Smith, Mamie Smith, Alberta Hunter, Memphis Minnie, Victoria Spivey, Ruth Brown, Carrie Smith, Aretha Franklin, etc. Toda una saga de grandes cantantes a las que pueden añadirse aquellas que se han movido básicamente dentro del mundo de las orquestas de Jazz, como Ethel Waters, Ella Fitzgerald, Billie Holiday, Helen Humes, Dinah Washington, etc.
Cuando el compositor y músico de Jazz Perry Bradford soñaba con la grabación de su emblemático tema “Crazy Blues” imaginaba que la voz era la de una mujer afroamericana. Por eso, cuando hablaban de que lo interprete Sophie Taker, una cantante blanca de Vodevil, él aprovechó su influencia para sellar la historia y sugirió que la encargada fuera Mamie Smith, una artista que estaba en los teatros de Harlem, en Nueva York. De fondo, una banda de Jazz completaba la fórmula de este éxito que vendió un millón de ejemplares y fue un hito de las race series, dado que en aquel entonces los blancos todavía no consumían Blues.
Una de las bluseras que apareció en la etapa en la que las mujeres predominaban fue Gertrude Pridgett, conocida como Ma Rainey, a la que Netflix le dedicó la película “La madre del Blues”. De hecho, si bien hay quienes dicen que el primer tema de Country Blues lo grabó Ed Andrews, en 1924, ella se le había adelantado junto al dúo de guitarristas de los gemelos Miles y Milas Pruitt.
“La mejor cantante de Blues de todo el mundo nunca dejará de cantar. Bessie Smith (1895-1937)”, reza la lápida de esta “emperatriz” a la que, como predijo en su canción “Down Hearted Blues”, “los problemas la siguieron hasta la tumba”. A pesar de que fue la cantante negra mejor paga (dicen que llegó a ganar 2000 dólares por semana) y a que rescató financieramente al sello Columbia, su familia no había podido afrontar los costos, por lo que su tumba -ubicada en el cementerio de Mount Lawn- no tuvo nombre hasta que Janis Joplin se encargó de llenar ese vacío.
Independiente, empoderada y libre, esta mujer también vivió entre excesos. Por eso, una de las anécdotas que más reflejan la personalidad de esta artista de Country Blues -que se casó tres veces- revive un concurso de guitarristas bluesingers en el que le ganó la final al mítico Big Bill Broonzy, con quien se batieron a duelo para obtener el gran premio: un cajón de botellas de whisky que terminaron aquella noche.
Hace unos años, un grupo de coleccionistas se reunió para definir cuál era el mejor blusero de todos los tiempos y decretaron que se trataba de Garfield Akers, un artista que grabó solo 4 temas. En el universo de mujeres se repite la historia y la favorita es Geeshie Wiley.
No se conoce ninguna foto de la dueña de la mejor voz femenina del Blues, que también grabó solo 4 canciones en tiempos en que los hombres ya habían irrumpido en la escena. De la que sí se filtraron retratos es de la artista Elvie Thomas, que había cantado con ella. Esta mujer es una pieza clave de su descubrimiento porque fue la que le reveló su existencia al investigador Robert “Mack” McCormick.
Moanin’ Bernice Edwards comenzó a grabar cuando tenía entre 20 y 21 años y, por ser considerada una artista, cobraba el doble que el resto de las prostitutas en el sitio donde trabajaba. Esta es una profesión que, según expertos, compartió con otras bluseras como Lucille Bogan o Bessie Tucker, porque la prostitución era vista por muchas mujeres afroamericanas pobres como el único escape.
Esta mujer, que se destacó principalmente por el vibrato de su voz, conducía todos los miércoles un programa radial desde la cárcel, en el que cantaba y leía las cartas que le enviaban sus seguidores: en un solo día recibió 3000.
Cabe la pregunta de qué reinado es más fuerte: si el de la emperatriz o el de la madre del Blues; aunque lo cierto es que, más allá de quién se eleve más en el podio, lo verdaderamente importante es la reivindicación de la comunidad afrodescendiente porque, si el Blues es en cierta forma el género madre, la conclusión es sencilla: les debemos buena parte de la música.
Sus biografías, a menudo auténticos dramas, son ejemplos de lucha y confrontación con una sociedad que las oprime por su doble condición de mujeres y negras. Su canto, sutil o desgarrado, hecho de murmullos o a gritos, expresa de manera sublime todo lo que arde en sus corazones y exalta sus almas. Las Mujeres del Blues son una parcela importante de la cultura de los negros norteamericanos.
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