Payada (Argentina)



La Payada en Argentina, Uruguay, Paraguay y Sur de Brasil, o Paya en Chile, es un arte poético musical perteneciente a la cultura hispánica, que adquirió un gran desarrollo en el Cono Sur de América, en el que una persona, el Payador, improvisa un recitado en rima, cantando y acompañado de la guitarra. Cuando la payada es a dúo se denomina contrapunto y toma la forma de duelo cantado en el que cada payador debe contestar payando las preguntas de su contrincante, que luego pasa a preguntar del mismo modo.
Estas payadas a dúo suelen durar horas, a veces días, y terminan cuando uno de los cantores no responde inmediatamente a la pregunta de su contendiente. Este tipo de “discusión dialéctica” responde a un patrón que ha estado presente en un gran número de culturas, y forma parte de la tradición asiática, de las culturas griega y romana y de la historia del Mediterráneo musulmán. Como antecedente a la aparición de este arte en el Río de la Plata, puede encontrarse la obra de Bartolomé Hidalgo, nacido en Montevideo en 1788, el cual es considerado el primer poeta gauchesco. La fecha de su nacimiento (24 de agosto), fue establecida por ley como el “Día del Payador” en Uruguay. En Argentina se estableció el 23 de julio como “Día del Payador” en recuerdo de la famosa Payada celebrada entre Juan Nava y Gabino Ezeiza en 1884 en Paysandú, la cual ganó el legendario Ezeiza con la improvisación de lo que después sería su canción “Saludo a Paysandú”. El primer payador cuyo nombre se registra fue un soldado que luchó en las invasiones inglesas, Simón Méndez.

Hasta la aparición de Gabino Ezeiza el canto de los payadores se caracterizó por ser anónimo. La Payada fue cultivada por muy pocos elegidos que dejaron sus coplas de pueblo en pueblo. El ritmo primitivo que cantaron los payadores rioplatenses fue el Cielito, lo siguieron la Cifra, la Habanera, la Vidalita y el Estilo. Gabino Ezeiza introdujo en los payadores la Milonga. Por lo general los temas que se tratan versan sobre el origen de la vida, el amor, el hogar o la muerte. En el complejo arte del payador hay una estricta metodología del quehacer oral en la que se fusionan el mensaje, el canto y la música. Otros dos elementos la completan y caracterizan: la métrica de los versos y la rima empleada. Para estructurar su mensaje el payador debe tener condiciones intelectuales innatas: básicamente inspiración poética y agilidad mental. A ellas tiene que sumarle sus actitudes de cantor, para volcar oralmente los frutos de su improvisación, y ejecutar adecuadamente la guitarra, que le sirve de acompañamiento, tanto en la parte musical, como de apoyo en la medida de sus versos. En cuanto a la métrica, los payadores prefirieron el octosílabo, desde los precursores hasta los actuales sostenedores del canto improvisado. El canto del payador estuvo siempre identificado con su entorno. Además recibió el mandato de Hernández, quien en su Martín Fierro estableció el norte del mensaje al decir: “Yo canto opinando, que es mi modo de cantar”.







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