Pop de los 80



Tiene algo de broma siniestra. El Punk, aquella vigorosa peste que pretendía comer la industria del entretenimiento y desahuciar a las estrellas más corruptas, fue a la postre, el caldo de cultivo para el Pop de los años 80, caracterizado por su renuncia a la rebeldía, la capitulación ante el dinero y una casi total carencia de escrúpulos. Una paradoja sangrienta. Muchas de las figuras doradas de esa década como Boy George o Billy Idol, se alimentaron de la energía Punk. Los más jóvenes seguidores han asimilado los métodos y enseñanzas del Punk, codificados en el decálogo de Malcolm Mc Laren, que puso en órbita a los Sex Pistols (eso sí, obviando ideales). Aprendieron a utilizar los medios de comunicación en su provecho, conscientes de que generar una excitación, un aroma a novedoso, es tan importante como el gancho del producto que se vende, sean discos, conciertos o recuerdos. Saben de la importancia de un peinado, una prenda de vestir, un video, usa sesión fotográfica o una entrevista. Están al corriente de que la mejor fórmula para el éxito es una imagen chocante más un sonido con gancho. Gustaban de la música negra y del Glam Rock, adoraban a David Bowie y Brian Ferry, estaban enamorados de los sintetizadores y de la ambigüedad sexual, no reconocían límites a la hora de ataviarse o maquillarse, frente al desgarro nihilista de los Punks o la nostalgia de la New Wave, ofrecían una vida basada en el hedonismo, la ostentación y el arte. Sus ocurrencias invadieron rápidamente los medios de comunicación, siempre ansiosos de moda fresca y crearon la necesaria controversia para que los primeros discos bajo ese rótulo ascendieran en las listas de éxitos.
Las señas distintivas del Pop de los 80 son:
*una determinada voluntad de alcanzar la máxima popularidad por los medios que sean;
*la definición del éxito en términos económicos;
*la fascinación por la cultura Pop y sus artefactos;
*la alianza con modistos, diseñadores, cineastas, peluqueros y todo tipo de experto en mutaciones;
*el reciclaje como práctica inevitable, no sólo en lo musical: el contructivismo ruso, el futurismo italiano, el expresionismo centroeuropeo, los diversos movimientos revolucionarios entraron en la coctelera del Pop;
Y un largo etcétera.
Las nuevas estrellas creadas para y por los 80 llegaron envueltas en hábiles campañas promocionales concebidas para ser las máximas gobernantes en las listas de éxitos. Algunos lo lograron y lo mantuvieron hasta la saturación, otros tan sólo son unas breves efemérides en el calendario Pop, o simplemente fracasaron. Hay también quienes consiguieron romper su bello envoltorio para demostrar que tenían algo para decir e incluso gozaron de cierto respeto artístico. Si las estrellas de los 50 o los 60 se dejaban moldear por el show bussines, ahora fueron los propios artistas los que se moldearon a sí mismos en montajes cuidadosamente proyectados. El nuevo Pop fue un fenómeno británico cuyos productos eran fácilmente exportables al igual al igual que sus métodos. Sus críticos decían que eran los “grupos de Margaret Thatcher”, ya que reflejaban los mismos valores que rigen al Partido Conservador. Ciertamente, gran parte del firmamento Pop británico renunció a cualquier gesto populista. El nuevo Pop no tenía demasiada conciencia social. Sin embargo no despreció la oportunidad de adquirir respetabilidad. Los encomiables discos y conciertos para ayudar a África sirvieron para lavar culpas. Podían ser exiliados por cuestiones de impuestos, protagonizar escándalos por drogas y sexo, pero tenían “buen corazón”. Uno de los factores que ayudaron a la popularidad del Pop de los años 80 fue el video clip. Muchos cineastas se acercaron al video clip para trabajar con músicos reconocidos produciéndose interesantes colaboraciones entre Jhon Landis y Michael Jackson, Coppola y Tom Waitts, Tobe Hooper y Billy Idol… hasta Fellini estuvo a punto de realizar un clip con Boy George. Para los músicos del Nuevo Pop, el éxito estaba marcado por la cantidad de copias vendidas. Ellos creían a ciegas en la predicción warholiana de que “todo el mundo será famoso durante 15 minutos” y comprobaron lo arduo de intentar prolongar ese embriagador cuarto de hora.























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