Los Doce Pares de Francia (México)
Más allá de las manifestaciones cotidianas de nuestro mestizaje, las tradiciones del pueblo agregan a la cultura popular otro ingrediente menos esperado. Tal es el caso de un pequeño poblado nahua asentado en las faldas del Popocatépetl, en donde tiene lugar cada año una representación escénica y musical que dura tres días y en cuyo reparto hay personajes como Carlomagno y Mahoma.
Al término de la Semana Santa, durante trece horas diarias (de 10 de la
mañana a 11 de la noche) tiene lugar “el reto” de Los Doce Pares de Francia,
en Achichipico, municipio de Yecapixtla, Morelos. Es una danza dramática que
tradicionalmente se celebra en varias regiones de la República Mexicana. Se le
llama “reto” porque se desafían y guerrean entre sí moros y cristianos. El
extenso libreto con los parlamentos de los 32 actores oriundos del pueblo es un
manuscrito original del siglo XIX, probablemente copiado a su vez de otro más
antiguo perteneciente a la época colonial, pues ya se sabe que el teatro
comunitario era una forma habitual de evangelización usado por los frailes para
introducir a los indios en la religión cristiana, o para reforzar su
catequización. Ello podría remontarnos incluso hasta el siglo XVI. Esta danza
es una reminiscencia de la Historia del Emperador Carlo Magno, llamada también “El
Cantar de Roldán”. Es un poema épico originalmente escrito en francés y
cuya traducción al castellano, se realizó en Sevilla en 1525. Era un grupo de
doce franceses de la alta nobleza, hermanos, tíos, primos y parientes del Rey,
que formaban un consejo imperial y en algunas ocasiones se consideraban iguales
en potestad a su Majestad, por eso el nombre de Pares. Los cristianos son 14 y
sobresalen el emperador Carlomagno, Constantino de Roma, Ricarte
de Normandía, Guy de Borgoña y el arzobispo Turpín.
Los moros son 18 y destacan el profeta Mahoma, Balán, Fierabrás
de Alejandría y la bella reina Floripes y sus dos damas, entre
otros. Por supuesto, “el reto” es ganado por los primeros. Todo el libreto (más
de 30 horas de parlamentos) está escrito en verso rimado cuya métrica varía
constantemente, desde tercetos octosílabos hasta estructuras mucho más
complejas. Semejante extensión hace indispensable al apuntador, quien se
desenvuelve entre los actores caminando, corriendo o en medio de las numerosas
danzas que se efectúan.
El vestuario es sorprendente: los cristianos portan
galanos trajes azules con capas bordadas en hilos multicolores y chaquira, en
las que se representan, formadas por variados dibujos y de manera reiterada,
vírgenes guadalupanas; para completar el sugerente atuendo ostentan sombreros
con largas plumas. Los ropajes de los moros son rojos y sus tocados diferentes.
Las jóvenes que cadenciosamente evolucionan al ritmo de los “bailetes”, están
vestidas con deliciosos trajes blancos de reina y capas rojas bordadas; por
supuesto, lucen coronas como complemento de la jerarquía social a la que hace
alusión su vestuario. La danza festiva ritual de los actores contagia a los
pequeños de ambos sexos que también bailan y guerrean por la plaza del pueblo,
siguiendo a los personajes de los dos bandos contendientes. No falta el
inofensivo borrachín, también parte de la fiesta, que aporta sus propios pasos
a la coreografía. Conviene dar un marco a la notable festividad artística de
Achichipico: “uno de los testimonios más antiguos y documentados para el caso
de Morelos es la escenificación de la muerte de Dios Jesucristo que se presentó
en Cuernavaca alrededor de 1531”, señala Eduardo Hernández Cortés en el prólogo
a Los
Doce Pares de Francia. En esta entidad destacan, dentro del mismo
género de teatro religioso popular, los “concilios” de Semana Santa, la “loa
poética a la virgen santísima”, las pastorelas navideñas y los “retos”, “morismas”,
“combates” o “desafíos”. A veces las puestas en escena son nocturnas. “Cada
representación es preparada y esperada con esmero -continúa Hernández Cortés-.
En ella, el pueblo se reúne, escenario y público se conjugan, se mimetizan.
Bajo los acordes de la música de viento, los diálogos y los enfrentamientos
entre moros y cristianos son seguidos con atención hasta el anhelado desenlace:
el triunfo del bien sobre el mal”.
Escenificaciones como esta de Achichipico
son una reminiscencia del teatro religioso medieval del centro de Europa
vinculado a las Cruzadas y que llegaron con la España del siglo XVI como medio
para alcanzar la conquista espiritual de los aborígenes; para iniciarlos y
adentrarlos en la religión católica. Esta danza recuerda las grandes epopeyas guerreras
de Carlo
Magno, contra los mahometanos, cuando estos pretendían invadir a
Francia, después de haber dominado gran parte de España durante 777 años. Los
mahometanos fueron derrotados por estos nobles franceses en las montañas de los
Pirineos, acompañados por los Doce Pares. Cierto día se
presentaron ante Carlo Magno, embajadores del rey moro Marsil con un mensaje de
paz y de sumisión. Los guerreros franceses aprobaron estas palabras creyéndolas
de buena fe, entonces el emperador propuso a Ganelón para contestar el
mensaje de Marsil. Por el camino Ganelón meditó una traición contra Roldán
que comandaba a los franceses, y acordó con Marsil atacar la
retaguardia del ejército de los Doce Pares. Cuando el ejército
regresaba a Francia, fueron atacados en la retaguardia por los moros, en el
paso de los Pirineos. Roldán blandió su regia espada, vencedora
de cien batallas y derribó racimos de guerreros infieles; Oliveros descargó,
furiosos golpes con su hoja de acero. Pero los franceses van cayendo también; y
su pérdida es sensible por la desproporción de ambas fuerzas. Un moro hirió a Oliveros
mortalmente por la espalda, al mismo tiempo que Turpín cayó atravesado
por cuatro lanzas y gritaban los moros en un coro: ¡Acabemos de una vez con Roldán!
Y un grupo de ellos lo hirió con todas sus armas, le mataron el caballo, le
agujeraron el escudo y le destrozaron la armadura; pero no lograron matarlo. Según
el relato, Roldán moribundo subió a lo alto de un cerro, desde donde se
contemplaban las tierras de Francia. Debajo de un pino, trató de romper su
espada, pero antes se rajan los peñascos a que se quiebre el arma prodigiosa.
Lloró por los compañeros muertos; luego levantó al cielo su guante derecho,
inclinó la fatigada cabeza y exhaló el postrer suspiro. Este es el tema del
poema épico “Los Doce Pares de Francia”. Sin embargo, en las
representaciones de esta danza en la región, ganan siempre los cristianos; o,
según el decir de los habitantes de esa zona: el bien sobre el mal. Ya apuntaba
Bernal
Díaz del Castillo que “yendo Hernán Cortés a las Hibueras llegó a
Coatzacoalcos, donde gran recibimiento le hicimos con arcos triunfales y
ciertas emboscadas de cristianos y moros y otros grandes regocijos e
invenciones de juegos”. Y Fernando Horcasitas plantea: “¿Por
qué doce caballeros o vasallos? Del agrupamiento de Cristo y los doce apóstoles
parecen venir directamente los Doce Pares de Francia y los doce
caballeros de la Mesa Redonda del rey Arturo. Este número también se encuentra
en la mitología indoeuropea: los doce dioses del Olimpo, los doce hijos de
Niobe, los doce santos guerreros de los hititas, el rey que tenía doce
hijas...”
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