Leyendas del Folklore argentino
El folklore argentino tiene sorprendentes narraciones que se han transmitido de generación en generación en cada punto del país. Mitos y leyendas que han pasado de padres a hijos y que forman parte de la tradición oral. Historias que combinan sucesos reales e imaginarios y que han dado lugar, incluso, a diferentes versiones de las mismas, entre las que se cuentan:
• La
Solapa: Aunque cada vez se usa menos para “asustar” a los niños que no
duermen la siesta, la creación entrerriana tiene su réplica en distintas
ciudades del mundo. La Solapa es entrerriana pero no es original. Cada país y
dentro de cada país tiene un mito o leyenda para asustar a los niños. En realidad,
es un Hada protectora, que asusta a los niños que andan a la hora de la siesta,
cazando pajaritos, en los montes entrerrianos. Nadie sabe el origen verdadero
de este personaje. El que lo diga, lo ha inventado, porque no hay un
comprobante exacto de autor, ni de tiempo. Solo es una leyenda muy antigua, que
ha ido recorriendo los hogares de boca en boca, hasta lograr (como toda buena
leyenda), que se imponga en el sentimiento cultural de una provincia. Y lo ha logrado, porque esta señora de
sombrero blanco grandote, y ropa muy blanca, ha asustado a niños de varias
generaciones, que se escapaban en la siesta, a comer frutas silvestres, a cazar
palomitas, y a exponerse al peligro de la temida yarará. Su alimento preferido, son las frutitas del
monte, como el tas, pisingallo, las moras, la miel de lechiguanas, y otros
manjares que son buscados también por los niños que se escapan en las siestas,
mientras los padres duermen. Los “gurises” como les decimos los entrerrianos a
los niños, tienen a La Solapa como su Hada Protectora. Pero ellos le tienen miedo,
porque cuando comienzan las palomitas lloronas su canto plañidero, saben que
ella anda cerca, vigilándolos, preparada para darles un gran susto. • La
Luz Mala: Uno de los mitos más conocidos en Argentina y Uruguay, se
conoce como Luz Mala a la aparición de una brillante luz que flota a pocos
metros del suelo, que puede quedarse inmóvil o moverse hacia quien la ve. La
Luz Mala aparece a mitad de la noche en zonas rurales y se la suele identificar
con el alma en pena de una persona que no recibió sepultura digna. En la
mayoría de las leyendas la describen de color blanco, caso en el que puede
representar un augurio de buena suerte. Pero también se habla de una Luz Mala
roja que representa al mismísimo Diablo. • Zupay: También conocido como
Supay, este demonio tiene su origen en las mitologías andino-incaicas de
Sudamérica. El Supay es un ser divino, asociado con la muerte y el inframundo,
de modo que no es necesariamente malo. Todos los sistemas de creencias tienen
un ser que guarda a las almas ya muertas, ¿no? En el norte del país, también en
Bolivia, durante la etapa colonial, el Supay era considerado el guardián de los
mineros, quienes realizaban rituales de por medio para pedirle protección bajo
tierra. Es de notar que con la entrada del cristianismo en América, el Supay
fue identificado como el demonio. • Los Trempulcahue: son cuatro
espíritus con apariencia de ballena encargados de llevar las almas de los
muertos hasta el más allá. Según la mayoría de las leyendas, el sitio en
cuestión hacia el que se dirigen en la Isla Mocha, en Chile. Los Trempulcahue
realizan la actividad durante la noche para que ningún mortal los espíe, que es
el momento en el que toman apariencia de ballena, durante el resto del día
lucen como ancianas. • La Salamanca: es la guarida del
diablo. La leyenda fue traída durante la colonización por los españoles. En
España, La Cueva de Salamanca es un espacio de la ciudad de Salamanca en la que
se creía que impartía clases mágicas el propio diablo. La creencia data del
Siglo XV y se dice que el lugar coincidía con la sacristía de la iglesia de San
Cebrián, de ahí que la reina Isabel haya mandado a tapiar el recinto. Es
Hispanoamérica se conoce como Salamanca a las cuevas en los que las brujas y
demonios celebran sus aquelarres. • La Telesita: es el nombre coloquial
con el que se conoce a Telésfora Castillo o Telésfora
Santillán, una joven argentina de la provincia de Santiago del Estero
que, según la leyenda, conocida por su murió quemada al compás de una danza
infernal en la segunda mitad del siglo XIX. Las creencias populares la
identifican como un “alma en pena” y “alma milagrosa” que incita una pasión
desmedida por el baile. De ahí viene el rito conocida como telesiada por el que
se baila Chacarera en estado de ebriedad hasta caer rendido. • Almamula:
Una leyenda muy propia del norte, particularmente de Santiago del Estero. Según
la leyenda del Almamula, también conocida como la Mulánima, este ser mitológico
alguna vez fue mujer que tuvo relaciones incestuosas con su padre y su hermano,
y más tarde, se acostó con el cura de su pueblo. Debido a que nunca se
arrepintió de estos pecados, el castigo divino la convirtió en un corcel que
echa fuego por la boca y los ojos y galopa al compás de sus gritos
desgarradores. • El Piuchén: es un vampiro con origen en la mitología mapuche.
Es de notar que en la lengua mapuche se designa con el mismo término al
murciélago chupasangre, de modo que es probable que esta criatura mitológica
esté inspirada en dicho animal. En las leyendas, el Piuchén tiene aspecto de
serpiente voladora generalmente, pero tiene la característica de tener
apariencia cambiante, al punto tal que hasta puede verse como ser humano
chupasangre, la referencia más clara al vampiro europeo.
En algunas leyendas se
describe su comportamiento de forma similar al del chupacabras, más popular en
centro y Norteamérica. • Anchimalén o Cherufe: este mito
araucano posee la forma de enano y se parece a un bebé y puede transformarse en
una llama, una especie de fuego fatuo que se aparece en los caminos, techos de
las casas y árboles. En Salta y Tucumán se lo conoce como El Bachila y si bien se
le vio con diferentes ropajes suele llevar sombrero y hacer travesuras, como
tirar piedras y desordenar la casa. • Delgadín: habita en los Valles
Calchaquíes y siempre lleva su flauta de húmero de cóndor y se esconde en los
árboles de donde sale para proteger a los animales o perseguir alguna muchacha.
• Iñakanguaja:
pertenece a la mitología mbyá-guaraní y es un “duende” que habita en los
barreros, los lugares a los que asisten los animales para lamer sal. • Imbunche:
es un ser araucano de apariencia desagradable y que, al parecer, son niños que
al ser robados por brujos durante sus primeros meses de vida se convierten en
sus lacayos. Los tobas orientales los llaman Komalta Lek, • Koonase:
los mocovíes -por su parte- tienen en Koonase, una “enana” maldita que se le
aparece a los cazadores a la hora de la siesta para tener relaciones sexuales y
luego torturarlos. • Pombero: si hay un duende que
trascendió por su fama en la región guaraní es El Pombero, que se lo pinta
como feo, morocho o negro y peludo y siempre anda con su sombrero de alas
anchas. Este protector de las aves mora en los troncos de los árboles y durante
la siesta busca a los niños que osen cazar pajaritos para amedrentarlos. En el
Chaco aseguran que tendría también preferencia por la sangre de los menores y
que los cuelga de un árbol luego de vaciarlos. Como otros personajes
mitológicos, también deja que la lascivia lo domine y visita a algunas mujeres
casadas -cuando los maridos se van de copas- y solteras -es capaz de apedrear a
los pretendientes-. • Sombrerudo: otro popular personaje es El Sombrerudo, que habita
en Catamarca, que también disfruta de golpear a los jóvenes a la hora del
descanso diurno y acechar damiselas durante la noche. • Yasí-Yateré: hermoso, rubio, de ojos
azules, musculoso y barbudo, que recorre los campos de la Mesopotamia desnudo,
con su sombrero de paja y su bastón de oro, donde reside su poder. • Sompaz Hué: mora en el fondo de los grandes lagos de la
Patagonia, y sale cuando se van a producir tragedias. • Tinguiritas: los enanitos
de los bosques de los araucanos, que serían una especie de mineros -a lo
Blancanieves- que viven entre las montañas. • El Chilludo o el Yeti
argento: Gregorio Álvarez, historiador que contribuyó a la permanencia
de la cultura neuquina, documentó su primera aparición, a mediados del siglo
pasado en el pueblo de Colo Michi Co. De acuerdo con el relato, un joven perdió
el juicio luego de observarlo. Este personaje de origen pehuenche es descripto
como un hombre muy grande, cubierto de pelo y que se caracteriza por saltar y
correr por laderas y cañadones. • Ehéie: para los chorotes -pueblo
originario de ambas orillas del río Pilcomayo, en Argentina, Bolivia y
Paraguay- existió una hermosa fémina, llamada Ehéie, que transgredió el
tabú de ingresar al monte durante la menstruación y por esto se convirtió en un
ser del mal, que anidó en su estómago a serpientes que mordían a todos aquellos
que se acostaban con ella. Cuando descubrieron que era culpable de tantas
muertes, la quemaron viva en el monte, aunque sobrevivió para convertirse en un
vampiro y salir volando, no sin antes asegurar que se dedicaría siempre a
chuparles la sangre. • El Futre: el Jinete sin cabeza del
Puente del Inca la leyenda de Sleepy Hollow es archiconocida, más
después de la película que tuvo a Johnny Depp como protagonista. Esta
historia se centra en el famoso Puente del Inca mendocino, aunque existen
varias versiones. La más popular asegura que un inglés de clase alta perdió
todo en el casino de la zona, desconsolado se dirigió hasta esa zona para
desaparecer y reaparecer como un ánima. Su nombre, futre, se lo debe a su
atuendo, debido a que en Cuyo se llama así a toda persona elegante. La otra
versión reza que era un peón del ferrocarril que fue decapitado por el amante
de su esposa en la estación de Puente del Inca. Se dice que deambula por allí,
con la cabeza en su mano y un hacha en la otra.
En ambos casos, puede aparecer
arriba de un caballo. • El Lobizón: esta leyenda tiene
orígenes greco-latinos, Cervantes la nombra en su obra “Persiles
y Segismunda” y está instaurada en casi todo el globo. En Argentina es
especialmente fuerte en Corrientes y Misiones. Existen diferentes versiones,
pero la más popular es la del séptimo hijo varón -que además haciendo caso a
otra tradición local debería ser ahijado del presidente de turno-, aunque en
algunos lugares, como Formosa, se habla de la séptima hija mujer. Lobisome,
Lobisone, Lobisonte, Lubisón y Luisón, algunos de los nombres con que se conoce
al licántropo de las pampas. La persona suele transformarse los viernes o
martes a la medianoche. Se alimenta de cerdos, gallinas y de la carroña de los
cementerios, aunque de vez en cuando almuerza un niño no bautizado. En su forma
humana suele ser una persona alta, escuálida, de piel amarillenta y con un olor
nauseabundo. • Sirenas: dicen que en río Dulce, de Santiago del Estero, habita
un ser mitad mujer, mitad pez, que suele acicalar su cabellera rubia con un
peine de oro o un espinazo de pescado. Para algunos llama a la abundancia; para
otros solo seduce jóvenes para llevárselos hasta al fondo del río. • Mboiwuju:
los chiriguanos temen a Mboiwuju, la hermosa mujer-serpiente
que tampoco tiene piedad de aquellos que enamora en el agua. Otros rincones
donde se produjeron “avistamientos” de sirenas son la ciénaga de Animaná -San
Carlos- y la laguna de Brealito -Seclantas-, ambas en Salta. Los visitantes de
la Laguna Brava, Catamarca, y del río Dulce, Córdoba, también pueden tener la
suerte o la desgracia de cruzarse con ellas. En Bahía Blanca existen relatos
que la describen como rubia y tez muy blanca. Los wichí describen a Wajatneol,
mitad hombre y mitad pez, como el dueño de los peces. • Los mocovíes y los
tobas poseen mitos sobre ogresas. Una mujer a la que se le despierta un hambre
atroz y luego de comer animales sigue con su familia. Los pobladores le tienden
una trampa y fallece. En el primer caso se la conoce como Nesogoy, en el segundo es
Nsoe,
que tras su muerte dio vida a la primera planta de tabaco justo donde fue
enterrada. Los mocovíes hablan de Noweté, otra ogresa “diabólica”. Los
tobas, además, creen en Simialche, un ogro que un día tuvo
un ataque de hambre y comenzó a arrancarse pedazos de pierna para alimentarse
hasta que ésta le quedó puro hueso y lo afiló como arma, que utiliza contra las
personas de improviso y para huir. Los chorotes acusan a Tesexmataki de ser el
responsable de devorar la parte de la Luna que no se ve durante el cuarto
menguante, además de arrasar con aldeas enteras por su voracidad. • Kataló
o Nkalga
Ltá: es un dios de origen toba que envía medicinas a las personas;
Caá-Porá habita en las profundidades de la selva guaraní, a su figura peluda se
la suele ver fumando su pipa hecha de un cráneo y tibia humanos y cualquiera
que se cruce con él será devorado de pies a cabeza, excepto sus vísceras. Esas
no les agradan. • Caá-porá: se trata de un gigante que habita los montes del área
guaraní, en la zona del litoral, donde están las maravillosas Cataratas del
Iguazú. Es un varón de estatura gigantesca, de extrema pilosidad y enorme
cabeza, al que se lo vio fumando una macabra pipa compuesta de un cráneo y
huesos humanos. A pesar de su terrible aspecto, el Caá-porá puede ser bueno
para los hombres que se topan con él: como vive en los sectores más
inaccesibles del monte, sólo los cazadores tienen alta probabilidad de
encontrárselo y, si el motivo de la cacería es proveerse de alimento, el Caá-porá
quizás guíe a los perros de presa hasta las fieras. Sin embargo, si considera
que los cazadores sólo buscan dañar a los animales bajo su protección, el Caá-porá
puede devorar a los animales que el hombre mata para que la cacería no tenga
éxito, hacerse invisible y golpear a los perros de presa para que pierdan el
rastro o sencillamente atacar a los cazadores y asesinarlos, devorándolos
luego. • Coquena: En Salta y Jujuy se lo llama Coquena, y en Tucumán,
Catamarca, San Juan y La Rioja, se lo conoce como el Llastay. No es ni más ni
menos que el protector de las vicuñas y guanacos. Según la leyenda, vaga por
los cerros durante la noche conduciendo rebaños cargados de oro y plata y
premia a los buenos pastores con piezas de plata u oro. Pero también castiga a
los cazadores inescrupulosos, en especial a los que cazan con armas de fuego.
Sus descripciones varían pero generalmente se lo representa como un ser de baja
estatura que viste gorro con orejeras, poncho, sandalias y collar de víboras. •
Pillán:
en la Patagonia, los integrantes de los pueblos mapuches creen en un poderoso y
antiguo espíritu llamado Pillán (trueno), que vive en las
cimas de la cordillera de los Andes fraguando la tormenta. Según la leyenda,
sus hachas son los rayos que cortan de un golpe los viejos robles. Para eso
debe invocarse diciendo cuatro veces su nombre. • Calcurá: en la provincia
de Neuquén se cree que hay un tipo de piedras negras (conocidas como melimilla
que tienen en su interior apresada el alma de un brujo. Estas piedras están en
los caminos que parten desde San Martín de los Andes hacia Chile, y los que van
desde el Lago Lacar hacia el paso fronterizo de Hua Hum. Para evitar la
naturaleza perversa de este ser, quien se choque con estas rocas debe rezar: “Piedra
melimilla déjame pasar te lo ruego y te tengo esta luz encendida, para ti la
tengo, déjame pasar, soy amigo sincero, no mato, no robo animales, vengo de
buen padre y bien sabe la machi quien soy, déjame pasar que te traeré un regalo
de Chile”. • Cardón: esta historia está relacionada con los cardones en el
área cercana a Amaicha del Valle, comunidad indígena argentina. Se cuenta que
en época de la conquista el inca líder hizo que cuatro miembros de la tribu se
apostaran en cuatro puntos estratégicos, reunieran a otros guerreros y atacaran
por sorpresa a los españoles. Los chasquis (mensajeros incas) eran los
encargados de hacer llegar la señal. Sin embargo, estos no pudieron hacerlo
dado que fueron apresados y asesinados. Los indios apostados en los puntos
estratégicos vieron pasar a las tropas españolas sin atacarlas pues no habían
recibido la orden. Los conquistadores siguieron su camino, y los indios se
quedaron en dichos puntos, esperando. La leyenda cuenta que Pachamama
(la madre naturaleza), al ver que estos no se movían de su sitio, tuvo
compasión de ellos, los adormeció poco a poco y los convirtió en cardones, un
tipo de cactus lleno de espinas, para que ninguna persona pueda interrumpir su
sueño. • El Duende de los valles Calchaquíes La zona de los valles
Calchaquíes es un sistema de valles y montañas en el noroeste argentino que
guarda algunos de los más hermosos paisajes de la región. Entre su geografía
hay antiguos pueblos y sitios precolombinos y coloniales como Cachi, Amaicha
del Valle, Santa María, Cafayate, San Carlos, Angastaco, Molinos, Seclantás y
Tafí del Valle. En esos poblados se cuenta que un niño que murió sin ser
bautizado deambula con forma de duende entre las montañas: lleva un sombrero
grande y llora como un bebé. • Curupí: Es una deidad que aparece en
la provincia de Misiones, aunque hay testimonios de su presencia en Salta. No
falta, incluso, el que utiliza el nombre de este nombre para autoapodarse:
porque se trata de un ser parecido al duende, pero que se caracteriza por tener
un miembro viril de varios metros y con el cual puede embarazar a las mujeres
desde lejos. • Ucumar: es conocido en todo el norte argentino. Algunos lo
toman como “hombre-oso” y especialistas en mitos aseguran que rapta mujeres con
propósitos no santos. • Pájaro Chouí: Chouí era un indiecito
que viva en una tribu, con sus padres, en la selva misionera. Su cuerpo estaba
tostado por el sol ardiente de esa zona y sus ojos inteligentes, eran negro y
rasgados, como los indios de su raza. Pero Chouí no era un indio como todos. En
lugar de jugar con otros niños, se internaba en la selva para hablar con los
pájaros los cuales el consideraba sus mejores amigos. Muchas veces, sentado
sobre el tronco de un viejo timbó, tomaba su flauta y tocaba dulces melodías
que las aves respondían con armoniosos trinos. Casi siempre, al atardecer se
veía en un claro del bosque, al niño con su flauta, rodeado de pájaros que
revoloteaban alrededor de él. El sonido de la flauta de Chouí, mezclado al
murmullo misterioso de la selva, era respondido por el trino de las aves. En
los días calurosos, Chouí, se bañaba en las aguas de algún manantial, junto a
él chapoteaban los pájaros que alegremente hundían sus picos y patitas en el
agua fresca. Otras veces, Chouí, seguía sigilosamente a los cazadores de
pájaros y desarmaban sus Ñuhas, para que no pudieran atraparlos. El cacique,
enojado por esto, lo reprendía y no lo dejaba salir por algunos días de la
tribu. Entonces, Chouí, era visitado por los pájaros con los que compartía los
granos de Abata-í. Estos le devolvían su generosidad, trayéndole en sus picos
jugos de naranja y miel de Yete-í, que al goloso niño le gustaban mucho. Un día
que Chouí estaba en un claro del bosque tocando su flauta, un picaflor se
acercó desesperado. Sus pichones estaban en un árbol que había sido invadido por
las hormigas. Las hormigas “asesinas de la selva”, pueden atacar a una planta y
dejarla en pocos minutos simplemente desnuda. La madre picaflor que sabía esto y
lloraba por la suerte que correrían sus hijitos. Chouí no lo pensó dos veces.
Subió al árbol inmediatamente. Pero al trepar fue atacado por las hormigas que
aguijonearon su cuerpo. A pesar de los dolores que las picaduras le producían
Chouí llego hasta la rama donde estaba el nido. Rápidamente lo tiro sobre la
hierba, salvando así a los pichones. Atontado y dolorido por las picaduras,
perdió pie, cayendo al vacío. El golpe fue tan grande que Chouí quedo en el
suelo, con los ojos cerrados y sin moverse. Los pájaros sorprendidos primero y
desesperados después, lo rodearon. Con sus picos le echaron agua para reanimarlo.
Poco a poco comprendieron que Chouí había muerto, Entonces un inmenso gemido de
dolor recorrió la selva ¡Chouí ha muerto! Las ardillas, los sapos y los venados
también se conmovieron. Ellos habían conocido a Chouí y lo querían. Al intenso
dolor siguió una gran quietud, la selva tan poblada de animales y plantas
callo. El sol se ocultó en el horizonte dorando suavemente las hojas de los
árboles en un atardecer tristísimo. Una a una, las aves levantaron vuelo y al
cabo de un largo rato volvieron trayendo en sus picos una flor color azul. Las
había de todas formas y tamaños y de extraños aromas. Pero todas eran azules.
Las flores azules eran las preferidas de Chouí. Los pájaros lo recordaban bien.
Y ese sería el homenaje a su mejor amigo. Lentamente, en la roja tierra
misionera apareció, una gran mancha azul. Sobre ella revoloteaban cientos de
pájaros, que con sus alas multicolores formaban un arco iris de plumas. Las
aves con encantadores trinos le pidieron a Tupá que hiciera un milagro. Que
convirtiera al indiecito en pájaro, como él lo había soñado. Cuenta la leyenda
que desde ese momento la montaña de flores salió un pájaro azul cantando
¡Chouí, Chouí!, se perdió en el cielo seguido de miles de pájaros. • Caraú:
la leyenda cuenta que Caraú fue un muchacho apuesto y muy buen bailarín. Vivía
en compañía de su madre, para quien eran todos sus cuidados y desvelos. Pero
cierta vez que ella enfermó, Carau agotó sus esfuerzos para atenderla con
medicación casera y al no tener mejoría, resolvió marchar al atardecer al
pueblo. En el camino encontró un baile. Ahí se quedó bajo los encantos de una
dama. Olvidó el remedio que iba a buscar. En medio de la fiesta, un amigo le
trajo la noticia de que su madre había muerto. El siguió bailando bajo la
respuesta: “Hay tiempo para llorar”. Al
amanecer y ante el cuerpo de su madre, el remordimiento lo embargó por
completo. Durante el día de la sepultura y por la tarde su lamento se extendió
en el ambiente y su ropaje se fue transformando en plumaje negro. Su canto
suena como su nombre, “kháro”, de a dos o tres veces, de alarma baja y algo
ronca. También muy potente se escucha un “karáooo” o “karáuuuu”, derivando en
gritos/sollozos hasta por varios minutos.
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