Bandas Tributo

 


Una Banda Tributo, o un Grupo Tributo, es un conjunto musical que interpreta específicamente la música de una artista o grupo famoso. Las bandas o artistas tributo pueden consistir en intérpretes individuales que mimetizan las canciones y el estilo de un cantante, como los imitadores de Elvis Presley, o bien pueden ser grupos como The Iron Maidens, un conjunto femenino que rinde homenaje a Iron Maiden.

Muchas bandas tributo, además de tocar la música de un artista o grupo, también procuran emular los estilos vocales o la apariencia de ese grupo, para parecérsele lo más posible. Otros en cambio le dan un giro al artista original; por ejemplo, Dread Zeppelin toca las canciones de Led Zeppelin en estilo reggae y con el cantante vestido como Elvis Presley; y Gabba interpreta las canciones de ABBA al estilo de los Ramones. Las bandas tributo a menudo se ponen un nombre basado en el de la banda original (a veces haciendo un juego de palabras), o en el de alguna de sus canciones o álbumes. Relacionado con las Bandas Tributo son las Cover Bands o grupos de versiones, que se diferencian de las bandas tributo en que no se centran en un único grupo o artista, sino que interpretan temas conocidos de diversos artistas del Pop o del Rock. Bandas Tributo, replicantes (casi) perfectas, no es nuevo. Pocos recordarán a una de las primeras Bandas Tributo de la historia. Era la 20th Anniversary Tribute of the Byrds Bands. Fue a mediados de los 80, tras el descalabro para los artistas que supuso la llegada de MTV. En aquella formación no sólo tocaban tres de los Byrds (Gene Clark, John York y Michael Clarke), sino que por ella fueron desfilando miembros de The Band, Firefall, Eagles o Beach Boys. Una forma de reciclaje con la que seguir funcionando en el circuito de conciertos o en tiempos difíciles. Algo similar ha ocurrido con la llegada del streaming y la caída de las ventas en formato físico. Ahora, la frutilla del postre se la llevan los conciertos, y es aquí donde cabe encuadrar este fenómeno que, aunque tiene antecedentes, ha ganado fuerza en forma sorprendente.
Es el fenómeno de las llamadas “Bandas Tributo”, músicos que suben al escenario homenajeando los originales, tanto en su repertorio como en su puesta en escena, que cuenta con el favor de un determinado público de entre 30 y 45 años que encuentra en este espectáculo un vínculo emocional indudable. Gene Simmons dijo hace unos años que su idea era que Kiss continuará con otros miembros en el futuro, aunque no estuvieran ni él ni Paul Stanley, y si lo dice el hombre con más afán de ganar dinero en el mundo, habrá que prestarle atención. Hay varios ejemplos de bandas que sustituyeron sus carismáticos cantantes por cantantes de Bandas Tributo. “Ripper” Owens ocupó el lugar de Rob Halford en Judas Priest, o el filipino Amel Pineda es un excelente frontman para los Journey del siglo XXI, a donde Steve Perry nunca volverá. ¿Por qué alguien querría ver un espectáculo “similar a”? ¿Por qué armar una escena que nos resucite a los Beatles o muestren a émulos de U2? Explicaciones sobran: que nunca vieron a los Beatles; que Pink Floyd se separaron; que U2 no viene muy seguido… Argumentos para participar de un artificio, un engaño con sentido entre artistas y espectadores. En un entorno donde no se compra música, donde muchos conciertos de bandas nuevas o consagradas presentan un aspecto desolador, donde es muy difícil para nuevos artistas llegar a las masas, esas mismas masas se dedican a acudir al tributo, al refrito, a gastarse el dinero en grupos que no aportan nada a la historia de la música y que viven del legado de otros. Todo parece ser ventajoso para las Bandas Tributo: para el público, poder revivir o descubrir en vivo la música de Queen, Led Zeppelin, Pink Floyd, ABBA, Beatles, Dire Straits, Guns’n’Roses, Metallica, etc.
Para los músicos, dado el auge de la música en vivo, una salida de trabajo profesional. El gran problema de que estas bandas proliferen y que cobren lo que cobren y que tengan el público que tienen, es por una cierta pereza por parte del público, que prefieren ver una y otra vez lo mismo a hacer el esfuerzo de descubrir algo nuevo. Hay muchos grupos que de vez en cuando hacen versiones de otros artistas, adaptándolas a su formato y sonido, obteniendo un muy buen resultado. Pero el “tributo” obliga a ceñirse a un repertorio muy reducido de grandes éxitos, cuanto más calcado del original, mejor. El fenómeno de las Bandas Tributo consiste en tratar de encontrar un grupo que mueva público para sacar dinero a cuenta de su legado, y esto no tiene nada que ver con que cuatro músicos se junten por pura pasión para homenajear a sus ídolos. Es asombroso que, en muchos casos de “tributos” se hace con artistas cercanos, que están activos y de gira. Si Roger Waters no viene tan seguido a Argentina, otros se encargan de sustituirlo y dar a los “fans”, lo de fans entrecomillado, porque siempre da la impresión de que los que acuden a este tipo de conciertos son muy fans de un grupo, pero poco fans de la música en general, como los que acuden a los conciertos de AC/DC, Iron Maiden o Metallica una vez al año pero no se dejan ver durante el resto de la temporada. Es preferible ver grupos nuevos con repertorios propios, y a los grandes que ya no están, escucharlos o verlos en los formatos que han dejado. Está claro que hay nichos de mercado y está claro que el gran público siempre ha sido ignorante para apreciar la calidad musical, pero sería triste que todos esos grupos que están en su local de ensayo, empezando con las versiones de sus ídolos aspiraran a convertirse en “la más grande Banda Tributo a”, en vez de “la más grande banda” y punto. No hay que ser adivino ni experto en ciencia económica para darse cuenta que el producto crea la demanda. Y actualmente son legión, hasta que estalle la burbuja.

 





















































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