En Cuba, en el siglo XIX, se produjo una fusión de la música negra con
la española. Esto marcó el surgimiento de dos variantes entre la población
negra: en oriente se desarrolló el Son, mientras que en el occidente
cubano, la Rumba, que tenía tres variantes principales: la Colombia
y el Yambú
(en Matanzas); y el Guaguancó (en La Habana). El Guaguancó
es especialmente contagioso y se canta en español. La tumbadora es el
instrumento principal del Guaguancó.
Se trata de un tambor creado
en Cuba, que a diferencia de los africanos, tiene llaves y se puede afinar y
leer partituras para ella. Se utilizan tres de estos tambores además de unos
palillos que se percuten sobre una caja de madera. Surgió en 1886 a raíz de la
abolición de la esclavitud. En su forma primitiva, el Guaguancó estaba formado
por tres secciones. La primera parte era la Diana, un fragmento melódico en el
cual el cantante, con mucho aplomo, improvisaba algunos tarareos sin ningún
significado textual, sino el objetivo de presentar la melodía que desarrollaría
durante el canto. Es que como el grupo de Guaguancó carece de instrumental
melódico, es la voz humana la encargada de toda la melodía. Después, el
cantante introduce el tema de la canción. Los versos podían ser décimas
(estrofas octosílabas de diez versos, también llamado “espinela”, son versos
pareados), o aún prosa. En la tercera sección todos los miembros del conjunto
entraban en un frenesí rítmico mientras repetían un estribillo. Es de una
alegría desbordante que sirve de contrapeso a la tristeza del tema, es una
relativización de la desgracia que marca la alegría de la vida. El negro era
esclavo y reía. En esta sección, como en todos los formatos de llamada y
respuesta, el coro repite un patrón, estribillo o sistema de frases, mientras
que el cantante improvisa. En épocas más recientes, la parte vocal del Guaguancó
ha eclipsado al componente bailable.
Los textos del Guaguancó tratan sobre acontecimientos diarios referidos
a personas específicas o a cosas. El caso se hace enteramente en español en vez
de utilizar expresiones africanas o vocabulario del argot de los barrios bajos.
En el sentido de los textos, el Guaguancó está muy relacionado con el “Punto
Cubano”, forma que tomó en Cuba la improvisación canaria y andaluza. La gran
mayoría de los Guaguancós eran composiciones anónimas. Las más antiguas datan
de finales de la era colonial española, que en la isla se conocen como “Rumbas
del tiempo de España”. A pesar de sus ritmos netamente africanos, el Guaguancó
revela influencias españolas. Según Mongo Santamaría, uno de los
intérpretes más reconocidos de este género, el Guaguancó surgió cuando
los afro-cubanos intentaron cantar Flamenco. Entre los músicos más
destacados se encuentran: Celeste Mendoza, conocida también
como “La Soberana”, quien fue considerada en su tiempo como la “Reina
del Guaguancó”; Arsenio Rodríguez; Los
Popines; Los Muñequitos de Matanzas; y Conjunto Clave y Guaguancó.
En cuanto a la danza, el desplazamiento coreográfico es igual que el Yambú.
Cuando comienza el baile, los espectadores se separan para dejar espacio libre
a los bailarines, que se colocan en el centro del círculo. El hombre baila
extrovertidamente, y todos sus gestos y movimientos son para “vacunar” a su
compañera. La danza de ella, por el contrario, es introvertida, de pequeñas
contracciones, de movimientos de afuera hacia adentro, cubriéndose siempre el
sexo para no ser “abrochada” por su compañero. El hombre utiliza más
desplazamientos que la mujer y siempre baila alrededor de ella. La separación
de ambos es de dos a tres metros de distancia. De este modo, el bailador puede
ejecutar toda una secuencia de pasos que le dan originalidad al Guaguancó. El
acto final, significando la conquista realizada, se conoce como ”el vacunao”.
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