Rajaleña (Colombia)
El Rajaleña -que se vive, compone y canta en Huila- es una de las expresiones folklóricas más auténticas de Colombia. Nació en el campo, en especial en lo que hoy es el norte de este departamento. Incluso, se reconoce que, desde antiguo, se “tunan” Rajaleñas (en el significado más libre de esta expresión: tocar, cantar, bailar y divertirse), en todo Huila e incluso Tolima.
Los jornaleros solían armar y cantar coplas picantes, llenas de
ironía, humor y hasta de doble sentido, mientras adelantaban sus labores en el
campo. También era habitual, y lo sigue siendo en muchas regiones, que los
trabajadores tomaran tiple y guitarra para seguir el coplerío al terminar la
jornada y alegrarse hablando bien o mal en uno que otro verso de sus amigos,
familia, los patrones o de quien pudiera facilitar que rimara la copla. Se
presume que la expresión “Rajaleña” hace alusión directa a una
de las tareas más comunes en las haciendas, y que por extensión se utiliza para
referirse a un modo de criticar, a “rajar” del prójimo. A los instrumentos de
cuerda pronto se incorporaron otros sonidos, tomados de la riqueza cultural de
los pueblos de América antes de la llegada de España, y también se sumó el
tambor, que incrementó la expresión festiva del Rajaleña. El conjunto
final quedó así integrado. Uno de los aspectos más importantes del Rajaleña
es su permanencia en el tiempo, como tradición que brinda alegría surgida de
las entrañas más profundas de lo popular, y que llegó a envolver a toda la
sociedad sin distinción alguna. A pesar de tener el Rajaleña una misma
esencia, se crearon tonadas y expresiones propias según el municipio donde se
interpretara. Hay tonadas de Aipe, Neiva, Campoalegre, Santa María y otras
tantas expresiones locales. Hoy las agrupaciones que por fortuna proliferan en
todos los municipios (y que además surgen espontáneamente en empresas,
instituciones y colegios por la época de San Pedro) extienden un canto que
nació aún antes de que Huila fuera creado como departamento.
Los instrumentos
de cuerda son la guitarra y el tiple, que acompañan al Rajaleña como a muchos
otros aires autóctonos colombianos. A tiple y guitarra se unen instrumentos
como el chucho (especie de maracas), que se construye con una guadua seca, en
cuyo interior se introducen semillas. Una pieza también de guadua, pero
abierta, permite una sonoridad especial en el ciempiés, en cuyo interior se
ponen semillas que se hacen sonar mediante frotación. La esterilla se elabora
con un grupo de pequeñas piezas de madera, unidas con una cuerda. El conjunto
de piezas se frota entre sí. El nombre se deriva de una elaboración similar, más
grande, que se usaba antaño como cubierta para el piso, e incluso se emplea
para dormir. Está la marrana o puerca, que proporciona un sonido tan singular y
característico, que ningún huilense admitirá un Rajaleña sino hay una
marrana en el conjunto: una calabaza abierta, al que se une una membrana de
piel animal. En su centro, va una pequeña vara de madera cubierta de cera. También
hace parte de los sonidos del Rajaleña el carángano, una guadua
abierta a la que se dejan varias fibras que funcionan como cuerdas. Y el
tambor, o tambora, que es un instrumento universal, tiene también en el
territorio actual de Huila una procedencia de comunidades prehispánicas. A lo
largo del tiempo, muchos han sido los creadores y agrupaciones que han
compuesto, interpretado, investigado y fortalecido al Rajaleña, tal y como se lo
conoce hoy. Desde José Antonio Cuéllar Meléndez y Carlos H. Rivera; pasando
por Ulises
Charry, Luz Stella Luna, Jesús Antonio “Tuco” Reina y su hijo
Víctor
Hugo, Aires de Piedra Pintada, Rosalba Montilla y Cucamba
Guagüeña, hasta Gustavo Córdoba, Cantar
Huilense, Omar Cuéllar y Alexander Pastrana -quien hoy
introduce una extraordinaria fusión con el Jazz-, son algunos de estos nombres
de intérpretes y agrupaciones del Rajaleña. Compositores como el
inmortal Jorge Villamil Cordovez, y el dueto cómico-musical Emeterio
y Felipe, trazaron caminos fundamentales para la divulgación del Rajaleña,
así como de la música y el folklore de Huila.
Y muchos reconocen que el trabajo
de investigación más detallado ha sido “La esencia, estilo y presencia del Rajaleña”,
del sacerdote salesiano Andrés Rosa. El canto del Rajaleña
es de una expresiva singularidad. En cuatro versos, con sus respectivas
repeticiones, el segundo rima con el cuarto, y luego se acompaña de un
estribillo o retahíla, que varía de acuerdo con la región o la tonada. El
comienzo lo marca un grito festivo, al que responden enseguida la tambora y el
tiple, para iniciar con creativas interpretaciones, llenas de alegría popular y
humor de gran picante, que en el pasado tuvieron diversas reacciones. Las
coplas que se abordan en las Rajaleñas son clasificadas de
acuerdo al mensaje y la intención con la que los intérpretes las cantan. En las
Rajaleñas
se pueden identificar varios tipos de coplas, por ejemplo, la copla de crítica
social que como su nombre lo dice, recoge lo que sucede en el momento con la
sociedad, con la humanidad, el entorno. Se critican los gobernantes o los
asuntos donde se presenten irregularidades que afecten al pueblo. También está
la copla amorosa, en la que se resaltan las virtudes del hombre y la mujer y se
tratan temas sensibles del ser humano. Otra es la copla de doble sentido, en la
que se dice una cosa pero hay un mensaje que se refiere a otra que va con
picardía. Por último, la copla directa que es la que sale en el momento y se
refiere a algo que se presenta espontáneamente. Según las latitudes en que se
cantaban las Rajaleñas, asimismo se adaptaban tonadas que hasta el día de
hoy perviven.
Existen varias tonadas características de los distintos puntos en
que se desarrolló el Rajaleña, por ejemplo, se pueden
enumerar la tonada de Peñas Blancas, que es la que canta Ulises Charry. También
está la de Aipe de Luz Stella Luna, la de Fortalecillas, la de La Plata, la de
Teruel, la del Caguán, la de Tello y la de Santamaría, cada una con unas
características propias, como el estribillo que se canta y el tono, si es
fiestero que es un tono mayor y es más rápido, o tradicional que es en tono
menor, un poco lento. En Neiva y otros municipios del departamento se cuentan
entre otros, intérpretes del género como Rumichaca, Ulises Charry, Misael
Dussán, Rosalba Montilla, Jaime Lizcano, Amín Vargas y Darío
Osorio. De la misma forma, Susana Charry, Gustavo Córdoba Soto ‘Hijuelapo’,
María
del Pilar y Marcela Arambulo, Luz Estela Luna, Hernando
Pascuas, Leonel Charry y Otoniel Cabrera. Algunos ya no
viven, otros debido a su edad ya no cantan, pero quienes aún interpretan Rajaleñas
concuerdan en que el género constituye una tradición que no se puede perder. El
Rajaleña
constituye un legado muy importante que los huilenses deben conservar. Hoy en
día casi no se escucha el Rajaleña pero eso no quiere decir
que ya no exista, lo que pasa es que las nuevas generaciones no lo aprecian por
su valor y prefieren escuchar y difundir otras músicas.
Fuentes:
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