Yonna (Colombia-Venezuela)

 


La Yonna es una manifestación cultural de múltiples connotaciones simbólicas que mantiene dentro de la cultura guajira tres atributos esenciales: búsqueda del equilibrio social, solidaridad colectiva y relación entre el cosmos y el hombre.

Básicamente los wayúu se reencuentran a través de este baile que consolida y perpetúa sus tradiciones. Al ritmo de la naturaleza los wayuu danzan la Yonna, representación mítica y vibrante de un ancestral legado. Sus creencias se expresan en los intensos y vívidos colores de esta danza, en la que mediante movimientos que imitan a los animales, rinden honor a sus ancestros y a la vida. Desde las expresiones faciales hasta los movimientos y el ritmo del kaasha, todos los aspectos de la Yonna están determinados por el simbolismo y la historia de un pasado remoto. Más que una danza, esta compleja manifestación cultural es un rito ancestral de compleja concepción, que contempla muchos aspectos técnicos. Cada uno de ellos está sustentado por la simbología de la creación, transformación y proyección del gentilicio wayuu. Conserva en la cultura guajira tres atributos esenciales: la búsqueda del equilibrio social, la solidaridad colectiva y la relación entre el cosmos y el hombre. Los wayuu habitan la península de la Guajira, territorio compartido entre Colombia y Venezuela. Pueblo aguerrido, heredero de los Arawak. Tierra y habitantes de difícil conquista, resistencia indígena y duras condiciones ambientales. En medio de la expansión de las dos naciones, y de las transformaciones que la cultura wayuu ha sufrido, sus expresiones artísticas mantienen valores ancestrales, cuya memoria y resistencia fundamental residen en los mitos. La Yonna, representación mítica y vibrante de un ancestral legado, constituye una de las expresiones más antiguas y auténticas. No sólo es una forma de diversión e intercambio social, es la referencia de sus creencias. Así, el pueblo wayuu, descendencia de sus ancestros o Alaulayü’ü, se reúne para danzar en honor a sus deidades. En la Yonna, se transforman en sus hermanos uchii para solicitar la gracia de mantener la apariencia natural de su humanidad y la de su entorno.
Esta danza lleva implícita una gama de expresiones culturales y espirituales de innegable valor: su cosmogonía, respeto por la naturaleza, destreza interpretativa y mucho más. Para rendir tributo a sus deidades, los wayuu emulan la figura de sus ancestros uchii (animales creados por Maleiwa). Por ello destacan los movimientos de cada especie considerada fuerte y rápida. Los desplazamientos de derecha izquierda, hacia delante y hacia atrás, en diagonal y zigzagueo, emulan los de aves y mamíferos que habitan su geografía. Espacio, cuerpo, dimensiones y movimientos se articulan dinámicamente en la Yonna, representación mítica y vibrante de un ancestral legado, para configurar una visión del mundo en la que se equilibran las relaciones entre hombre y mujer, entre humanos y animales, entre la tierra y el cosmos. Los ancestros o Alaulayü’ü refieren que el baile tradicional se basa en la forma como la mujer wayuu, con su vestimenta, y el hombre, con su wayuco (sira’a) y (karatsu’sü), representan simbólicamente a su pueblo. Se celebra por varios motivos y en diferentes fechas, pero debido al sincretismo con la religión católica, se seleccionó el 24 de agosto como su día para coincidir con San Bartolomé. No se requieren invitaciones previas, basta el comentario que corre dentro y fuera del poblado, y el sonido de la kaasha o tambor. La kaasha o caja, único instrumento utilizado en esta celebración, imita los diferentes sonidos del mundo wayúu; con su toque se inicia la celebración. La kaasha está hecha de tronco de árbol, principalmente de pino, ceiba o volador, y lleva en sus extremos cuero de chivo o tiras de piel de vaca, que provocan el efecto de redoblante. Son variados los motivos para celebrar la Yonna. Abarcan numerosos aspectos de la vida espiritual. Dar gracias, revelaciones, ofrecimientos, o sólo por diversión o encuentro social. Algunas razones para organizarla son: cuando un Ouutshi (Piache) lo ordena por la salud de un enfermo, por el mandato de un sueño, por la ordenación de un Ouutshi a su nueva profesión, o por mandato del Aseyuu o Seyuu, espíritu protector de los La’nia o Alanias y los Anutshi piaches.
La Yonna también es “Juya”, tributo colectivo al invierno para celebrar las primeras caídas de lluvias, así como la abundancia de las cosechas, la salida y presentación de una Majayut, “señorita”, el casamiento de una persona importante, o la llegada de un viejo amigo, cuando beben juntos en la Totuma de Fraternidad “Aleewaa Jukalü’üjee Iita”. A través de la Yonna, los wayuu dan a conocer sus usos, costumbres, mitos y leyendas. También los clanes muestran el saber indígena y lo transmiten de generación en generación. Honran a los antiguos mitos, que refieren que los primeros wayuu eran Maleiwa (dioses y semidioses) y que cuando Juya (la lluvia) fecundó a Mma nacieron los wunuu (las plantas). De las plantas nacieron los uchii (animales y hombres wayuu). El pioi o piouy, espacio que los wayuu disponen para sus fiestas, es inseparable de la Yonna. Posee un valor simbólico y complejo carácter polisémico. En él, sus creencias míticas consolidan los vínculos sociales entre clanes, estrechamente relacionados con su ambiente natural. Es una pista circular espaciosa y para prepararla se escoge un terreno abierto, limpio y arenoso. Alrededor del Pioi se colocan los espectadores, unos sentados y otros de pie. Para los wayuu el Pioi es una réplica de los halos de la luna y el sol, donde se cree bailan los espíritus de los muertos. Kai (sol) se asocia con un gran corral, donde descansa el ganado de los wayuu. Mientras que el halo de kashi (luna), representa una corona de fecundidad de la tierra. Esta creencia posiblemente surgió del lapso desde la noche hasta el amanecer o hasta el mediodía, en que la Yonna era ejecutada desde tiempos ancestrales. El referente se mantiene, aunque en la actualidad este baile se realiza a cualquier hora del día. La pista de arena da gracias a Mma, deidad que dio origen a todo ser vivo en la cosmogonía wayuu y quien, tras cumplirse el ciclo de la vida, alberga todo lo que ha muerto. El pioi también se refiere al poderío económico de los clanes y la unidad social. Determina el medio de vida de las personas, si son ricas o humildes. La ejecución de una Yonna está plena de alegorías y simbolismos. Es a menudo exigida por los aseyuu, mediante los sueños. Para los wayuu, los influjos de la luna dan vigor a los poderes sobrenaturales de los piaches. Su luz concede autoridad y pericia. Vida, muerte y el sueño del wayuu están encarnados en el Jepira, al que algunos aseguran emula el pioi.
Allí se dirigen los yoluja (espíritus de los enfermos o de los muertos). Jepira es un árbol cuya fibra se emplea para forjar los mecates que sirven para colgar los chinchorros. La referencia implica una atadura para disponer el lugar del sueño y también para velar el cuerpo de un difunto. Por otro lado, Joutai (la brisa), quien distribuyó los símbolos de cada uno de los clanes, se representa en la Yonna como símbolo del movimiento y del ritmo que articulan la danza: Juyakai (el que llueve), fecunda a Mma y recrea la vida del Wayuu. Juyá es masculino, móvil y errante, fecunda aquí y allá a la tierra, como los hombres wayuu. Mma es única, fija en un lugar, como la mujer wayuu. El color rojo, intenso y vibrante es protagonista del baile típico con el que los indígenas wayuu le rinden homenaje a sus ancestros. La mujer usa una manta roja con un velo del mismo color, mientras que el hombre lleva por atuendo un “wayuuco” (traje típico usado por los hombres wayuu). La sangre para ellos es sagrada, por eso se visten de rojo cuando bailan, como símbolo de su sentido de pertenencia hacia su sangre y el valor que tiene para ellos. El origen del tambor o Kaasha, instrumento wayuu que marca el ritmo de la Yonna, está vinculado al origen de ésta. Guarda relación con el halo del sol y la luna, y como ellos es circular. Este instrumento tiene carácter dual. Representa el equilibrio entre lo vegetal, lo animal y lo humano, además de la unión entre lo masculino y femenino. Los sonidos del kaasha repercuten a grandes distancias. Llaman a la gente a participar en la Yonna. El tamborero permanece con el cuerpo erguido y el tambor terciado al hombro en un lugar fijo, fuera del pioi, junto a los invitados. El tocador de kaasha debe ser un maestro en la ejecución de los sonidos tradicionales y muy creativo en la invención de nuevos compases. Además, debe tener resistencia para tocar durante las horas y hasta días que dura la Yonna. Sin embargo, si se extiende la fiesta, el tamborero puede ser remplazado por otro hombre que esté descansado y presto a animarlas. Cuando el kaasha suena los wayuu se concentran en las inmediaciones del pioi. La Yonna, comienza. Un wayuu entra en el pioi y, a viva voz, reta a las mujeres. Una acude a su encuentro, circunda el pioi, se acerca, da un giro para presentarse y danza con el hombre hasta cansarse ella o derribarlo, las dos únicas razones para abandonar la pista y ceder el turno. El hombre tiene que danzar con todas las wayuu, quienes alternan su entrada y salida del pioi, hasta lograr que el hombre trastabille y caiga. La competencia muestra las tensiones y pruebas constantes del ciclo de la vida que, al tiempo que se refuerza y consolida, abre nuevas posibilidades al cambio y a la adaptación. Como en todo evento social, las distancias entre las personas están codificadas y expresan valores propios de cada cultura. El contacto físico es propiciado por la mujer, mientras que éste sólo se limita a esquivarla. La cercanía implica agrado o disgusto. En la cultura wayuu los gestos en la Yonna suelen ser armónicos. No obstante, los pasos discordes suelen aparecer en algunas de sus coreografías, lo que es tolerado si forma parte de las fiestas. Los movimientos agraciados y elegantes motivan expresiones de elogio, mientras que los discontinuos y escabrosos, originan la burla. La Yonna tiene varios pasos que emulan el ritmo de la naturaleza. Cada movimiento, desde arrastrar los pies, caminar, girar y descender, tiene su significado. Se registran varios movimientos báicos: paso común, más usado por ancianas, giros, trote estacionario, oscilaciones, arrastrar los pies, caer, levantarse, descender, asir, avanzar y retroceder. Entre las coreografías de la Yonna están: Karaykuaya (paso del alcaraván); Samutkuya (paso del gallinazo); Jayumulerkuaya (paso de la mosca); Chocokuaya (paso del trompo); Jeyukuaya (paso de la hormiga); Petkuaya (paso de la perdiz); Anuwanakuaya (paso del rey del gallinazo); Wainpiruaikuaya (paso de la paraulata) y Wawachikuaya (paso de la torta). El conocimiento de cada paso, al son de toques del kaasha, incide en la aprobación de la permanencia en el pioi. Cada uno exige que los danzantes acoplen sus cuerpos según lo establecido. Los bailarines se ciñen a posiciones ancestrales específicas, pues cada movimiento es un recordatorio de la procedencia wayuu. Las actitudes corporales de hombre y mujer están claramente diferenciadas en la Yonna. Por ejemplo, no se verá a una mujer danzar en reversa, ni a un hombre danzar hacia delante. En cuanto a las expresiones faciales, son la síntesis de varios movimientos que evidencian sentimientos y sensaciones. Se aprecian tres expresiones físicas: elevadas o abiertas, como la sonrisa, la risa y la carcajada; de descenso o cerradas, como el cansancio; y las expresiones neutras, en las que el rostro permanece inmutable. Apretar los labios como signo de resistencia es la mueca más frecuente, referida por algunos como la técnica para no desfallecer en el pioi. A lo largo de la Yonna, los símbolos fundamentales de la mitología wayuu, se perciben en las concepciones del cuerpo y del espacio, del movimiento y de las expresiones. Parte vital de esta milenaria expresión que se mantiene vigente, como referencia cultural de este pueblo originario.



















































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