Seis (Puerto Rico)
El Seis es una de las expresiones musicales típicas de Puerto Rico; conocido como música jíbara, música brava o música típica. Como tal, es uno de los bailes de garabato, es decir, bailado por las clases populares, específicamente por los jíbaros –la población campesina puertorriqueña.
Este
era un baile muy alegre en el que participaban originalmente, seis parejas
posicionadas en dos hileras; los hombres frente a las mujeres. En la rutina del
Seis,
los bailarines se cruzaban y zapateaban en determinados compases que antecedían
el valse. Descrito por Francisco López Cruz como “la espina
dorsal de la música campesina”, el seis es el nombre genérico de un complejo de
más de 100 estilos. No se sabe con certeza cuáles son los orígenes del Seis.
Probablemente éste provino de una combinación de tradiciones musicales
españolas con expresiones nativas que se originaron en las montañas
puertorriqueñas. Fue muy popular lo que se cree garantizó su sobrevivencia
hasta los tiempos modernos. El folklorista Francisco López Cruz admitió que
desconocía con certeza los orígenes de no solo la gama de tradiciones musicales
incluidos dentro de la categoría musical intitulado “Seis”, sino también la
razón por la cual dicha expresión recibiera tal nombre numérico. López
Cruz había regresado de España al completar su doctorado en estudios
comparativos de tradiciones musicales españolas y puertorriqueñas. Solo pudo
avanzar como hipótesis la observación que en la catedral de Sevilla había una
costumbre de concurrir a la hora de vísperas un “grupo de mulatos libres” que
manifestaban el Santísimo Sacramento bailando danzas sin quitarse los sombreros
(y la cual todavía se practica por niños de coros) llamado “Los
Seises”. Como tantos otros elementos de la cultura puertorriqueña, lo
que se sabe del seis proviene de escasas referencias bibliográficas y de
memorias evanescentes. Virtualmente lo único escrito que perdura sobre el Seis
existe en la obra de observación social de Manuel Alonso en su libro del siglo
XIX, “El Jibaro”. Alonso describe el Seis
como un baile que “en rigor deben bailarle seis parejas” pero que ha visto
bailarlo muchos más.
En siglos pasados para interpretar la música del Seis
se utilizaban, la bordonúa, el tiple y el requinto. Entre los cantores de
música jíbara el trovador ocupa un lugar privilegiado por su maestría de la
improvisación en décima. El conjunto típico que acompaña al trovador está
compuesto de cuatro, guitarra, güiro y bongó. Generalmente se espera que estos
instrumentistas puedan acompañar al trovador en varios estilos de Seis,
y que posean la capacidad de improvisar en ellos. La guitarra y el güiro
producen el ritmo del Seis, que es un compás de dos
tiempos: dos por cuatro. Este ritmo se caracteriza por su forma sencilla de
acompañamiento, que generalmente se basa en acordes fundamentales. La melodía
también es sencilla, ésta la ejecutan el cuatro y la guitarra. El conjunto
típico se estandarizó gracias a cuatristas como el maestro Ladi y cantores de música
típica como Ramito y Chuíto el de Bayamón quienes
popularizaron este género a través de sus grabaciones comerciales y la radio. Por
lo general, el patrón rítmico, que varía entre cuatro u ocho compases, se repite
constantemente en los interludios cuando el cuatro o el tiple lo adornan,
mientras el trovador canta. Normalmente, estos instrumentos comienzan con un
preludio que define el tipo de Seis que se va a tocar, luego el
trovador canta y entrelaza con interludios e improvisaciones, donde el músico
hace alarde de sus habilidades con el instrumento. El final del Seis
se caracteriza porque generalmente se vuelve a tocar la melodía del preludio,
atado a una coda tradicional que termina en la tónica. El Seis se canta utilizando
la décima espinela, o décima de diez versos octosílabos, y en muy pocas
ocasiones, también se canta con cuartetas octosílabas. Muchas veces termina con
un pie forzado, verso que sirve de motivo para terminar la décima que improvisa
el trovador.
Existen un sinnúmero de variantes del Seis; éstas adquieren su
nombre de diferentes fuentes: su coreografía, como: del Chorreao, Zapateao,
Bombeao,
Enojao,
Amarrao,
Valseao,
Matatoros,
Ñangotao,
y el Seis
del Machete; del nombre de una persona, pueblo o región, como: el Bayamonés,
del Dorado,
de Oriente,
Viequense,
el Antillano,
el Cayeyano,
el Cagüeño,
el de Pepe Orne y el de Andino; por el ritmo, como el Seis
Tumbao y el Una y Una; por la forma de cantarse, como el Seis con Décimas y el Controversia;
y por la influencia de otros géneros musicales, como el Seis Milonga o el Milonguero.
El Seis
fue el baile predilecto del jibaro puertorriqueño durante el siglo XIX como
también el medio preferido para cantar sobre diversos temas. A diferencia del Aguinaldo
la temática del Seis tiende a ser mayormente secular. Características como el
canto en décima, coreografías con zapateados, y una instrumentación
predominante de cuerdas apuntan a un claro parentesco entre el Seis
y otros géneros campesinos de Latinoamérica como el Son mexicano, el Punto
cubano, los cantos de Mejorana de Panamá, la Milonga
argentina y uruguaya, y la música Llanera de Venezuela y Colombia. El Seis
como género músico-danzario del siglo XIX tiene su precursor en géneros de ida
y vuelta como el Fandango, que durante el siglo XVIII y primera mitad del siglo
XIX se fueron parte del intercambio cultural entre Nuevo y el Viejo mundo. Fue durante
la época dorada de la música jíbara, en las décadas de 1950 y 1960, que estos
artistas crearon muchas de las variantes de Seis que hoy se consideran
“típicos”. Hasta el presente el Seis continúa cautivando la
imaginación de músicos, quienes crean nuevas variantes, mediante la fusión de
su lenguaje tradicional con tendencias modernas del Jazz, ritmos populares y
otros géneros folklóricos.
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