El concepto de Stomp en la música afroamericana, mucho antes de ser formalizado como una categoría de Jazz, era una expresión cultural y una imperativa rítmica. La palabra, una onomatopeya que se traduce como el acto de golpear o pisotear con fuerza, tiene raíces profundas en la necesidad práctica de establecer un tempo firme para la danza y la congregación social en entornos donde la instrumentación percusiva era limitada o informal.
Incluso se desarrolló una convención conocida como el “Stomp Off”, donde un golpe deliberado en el suelo se usaba justo antes de que el tema comenzara para fijar el tempo y arrancar la pieza con una explosión de energía inconfundible, garantizando una cohesión rítmica total que era esencial para la danza desenfrenada.
Un “Stomp” en términos de performance era, por lo tanto, una pieza diseñada específicamente para la máxima energía bailable, diferenciándose de las formas más lentas y melancólicas del Blues o de la rigidez cuadriculada de los Ragtimes más tempranos.
El término trascendió la mera descripción del baile para convertirse en un género de composición gracias al genio musical de Ferdinand “Jelly Roll” Morton. Pianista, arreglista y, crucialmente, el primer gran compositor de Jazz, Morton fusionó la complejidad sincopada del Ragtime con la expresividad del Blues y la improvisación colectiva del Early Jazz de Nueva Orleans. Su composición seminal, “King Porter Stomp”, creada en los albores del siglo XX (aproximadamente 1905-1910) y grabada en 1923, se erigió como el arquetipo del género y, en un giro fundamental de la historia musical, legó al Jazz una de sus estructuras armónicas más perdurables.
El legado más significativo de la obra se encuentra en su Tercer Tema, una secuencia de acordes de ocho compases que se popularizó como la “Stomp Progression”. Esta secuencia armónica se convirtió en una herramienta compositiva tan ubicua y reconocida que se diseminó como un contrafactum, sirviendo de esqueleto para innumerables nuevas melodías y canciones rápidas que requerían ese impulso rítmico y esa sensación de movimiento imparable.
A diferencia del Swing de las décadas posteriores, que se caracterizó por su ligereza y la acentuación de los tiempos débiles, el Stomp mantiene un peso y una potencia percusiva que ancla firmemente la música, mientras que los instrumentos melódicos y solistas tejen frases sincopadas y con Hot Jazz por encima de ese pulso sólido.
Armónicamente, el secreto de la Stomp Progression radica en su uso estratégico de los acordes disminuidos. Estos acordes, que operan como sustitutos del dominante o como acordes de paso cromáticos, introducen una disonancia controlada y una fuerte inestabilidad armónica dentro de la corta secuencia de ocho compases.
Este ciclo de tensión inmediata y resolución controlada en la tónica crea un efecto de “motor” que es la esencia del estilo. La tensión nunca se mantiene por mucho tiempo, pero se reintroduce inmediatamente en el siguiente ciclo, proporcionando una vitalidad constante que define el pulso trepidante del Stomp.
El verdadero ascenso del Stomp a la prominencia nacional se consolidó con la llegada de la Era del Swing y las Big Bands a principios de la década de 1930. El arreglista fundamental en esta transición fue Fletcher Henderson, quien vio en la progresión Stomp de Morton la estructura perfecta para construir arreglos orquestales complejos y poderosos.
Henderson adaptó el formato para el gran conjunto, donde la técnica de antifonía o llamada y respuesta (call-and-response) se convirtió en el sello distintivo. Las secciones de metales, con su timbre brillante y potente, se alternaban y respondían a los riffs rítmicos tocados por las secciones de cañas (saxofones y clarinetes), todo ello anclado por el pulso inquebrantable que el Stomp requería.
El impacto social y cultural del Stomp fue inmenso. Al ser una música intrínsecamente diseñada para el baile, se asoció directamente con la euforia y la liberación social de la post-guerra. El Stomp fue la banda sonora para el desarrollo de nuevos bailes como el Lindy Hop y el Charleston, ya que su ritmo rápido y su pulso bien definido proporcionaban el armazón ideal para movimientos acrobáticos y enérgicos.
La proliferación del género llevó a que muchos títulos de la época incluyeran la palabra “Stomp” (como “Stompin' at the Savoy”, “Casa Loma Stomp”, o el “Doodle Doo Stomp”), aunque no todos respetaran estrictamente la progresión armónica de Morton, utilizando el término más bien como un adjetivo de tempo para indicar que la pieza era rápida y perfecta para bailar.
A medida que el Swing evolucionó hacia formas más sofisticadas, el concepto puro de Stomp se integró, pero la técnica de tomar una progresión de acordes existente y superponer una nueva melodía (el contrafactum), técnica perfeccionada por Morton y Henderson, se estableció como una práctica fundamental y perdurable que continuó alimentando la innovación en el Jazz, desde el Bebop hasta las formas más contemporáneas.
En última instancia, el Stomp no fue una moda pasajera, sino el catalizador rítmico que formalizó la estructura musical necesaria para el primer gran éxito comercial y la expansión global del Jazz.
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