“Impunidad” es el término que mejor califica el atentado al edificio de la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA), ocurrido a las 9:53 horas del lunes 18 de julio de 1994, hace 29 años. La AMIA es una institución centenaria que se fundó en 1894 con el objetivo de gestionar el cementerio israelita.
También cobijó al Consejo Central de Educación Judía, a la Biblioteca
Mendelshon, al Centro de Documentación Mark Turkow y tuvo una oficina de empleo
muy extendida. El edificio de la calle Pasteur fue inaugurado en 1945,
destruido por el atentado en 1994 y reconstruido y reinaugurado en 1999. En
esta sede hoy se desarrollan actividades comunitarias, asistenciales y
culturales. En 2017 el Consejo Federal de Educación, mediante la Resolución
325, incorporó al calendario escolar el día 18 de julio como el “Día de la
Conmemoración y Recuerdo de las víctimas de la AMIA. La explosión de un coche
bomba frente a la sede –en Pasteur 633– provocó la muerte de 85 personas y dejó
a más de 300 gravemente heridas y dio inicio a una causa judicial que casi tres
décadas después sigue sin ser esclarecida. Aquel lunes 18, exactamente a las
9:53 de la mañana, la sede de la Asociación de Mutuales Israelitas Argentinas,
ubicada en el barrio de Balvanera, en la Ciudad de Buenos Aires, desaparecía
por completo, causando serios daños en los inmuebles cercanos y en la vida de
muchos. El atentando había tenido otro sangriento antecedente, con el ataque
que provocó la destrucción del edificio de la Embajada de Israel en Argentina
(17 de marzo de 1992), que causó 29 muertes y 242 heridos. A más de dos décadas
de producirse ambos episodios, a los cuales les precede el asesinato del primer
ministro israelí Israel Isaac Rabin en 1995, quien estaba llevando adelante un
exitoso proceso de paz en Medio Oriente, todavía no hay culpables.
Las causas
que motivaron los ataques tampoco son claras. El entonces presidente Carlos
Saúl Menem argumentaba que el hecho de ser el único mandatario que visitó Israel
“pudo haber sido lo que ofendido a estas organizaciones terroristas”. Y a
continuación agregó que el envío de dos buques durante la Guerra del Golfo con
motivo de la invasión de Irak a Kuwait, buscando reforzar a la coalición
liderada por Estados Unidos, sería también otra de las razones por las que la
Argentina fue declarada un objetivo. Minutos antes de desatarse el caos en
plena zona porteña de Once, una camioneta que se teoriza era una Renault
Traffic estacionó en las cercanías de la sede. En su interior, 300 kilogramos
de nitrato de amonio y gasolina, materiales que desencadenaron el estallido. Sobrevivientes,
que permanecían tanto dentro como en las inmediaciones del edificio,
describieron haber escuchado un enorme estruendo. Luego, escombros y una
polvareda predominaban en la zona. Gritos y llantos desgarradores completaron
una escena aterradora. “Parecía la guerra. Los edificios caídos como castillos
de naipes. Las madres llamando a sus hijos. Los maridos llamando a sus esposas.
Todos gritando sin entender que era lo que pasaba, con desesperación”,
reconstruyó Mirta Satz, empleada de la AMIA. Más de 100 viviendas y comercios
cercanos quedaron destruidos, la pérdida de gas en la zona fue de gran
magnitud, la onda expansiva arrasó con toda la cuadra de Pasteur al 600/700,
lanzando autos, árboles, carteles y personas por los aires; los vidrios de las
ventanas de las viviendas y negocios estallaron hasta a seis cuadras a la
redonda.
La explosión dejó un cráter de al menos dos metros en el lugar y pudo
ser escuchada a varios kilómetros de la sede violentada. A la espera de la
llegada de agentes de las fuerzas de seguridad y rescatistas, miles de personas
ofrecieron su ayuda. Comenzaron a buscar desesperadamente a las víctimas, así
como libros, documentos y esculturas que constituían una parte importante de la
memoria de la comunidad judía argentina. Poco después, helicópteros podían ser
vistos sobrevolando el lugar. Acto seguido, los rescatistas hicieron también
presencia. “A penas empezamos, buscamos sobrevivientes durante 24 horas sin
parar. Después, en turnos de seis horas. Así durante diez días”, Nati Guefen,
integrante de la brigada israelí en Buenos Aires. “Fue terrible. Un edificio de
cinco pisos que se había convertido en una montaña de escombros. Cuando
empezamos a cavar estaba claro que no había ninguna posibilidad de encontrar
supervivientes”, recuerda Gamir Golánolán, comandante de la unidad. Tras
varios días de intensificar esfuerzos en búsqueda de vida, el balance de
personas que perdieron la vida no solo reflejaba a solo miembros de la
colectividad hebrea, sino también personas que trabajaban cerca de la sede de
la mutual o que pasaba por allí. Hasta 2001, año en el que tuvo lugar el primer
juicio oral por el atentado, se había informado que las víctimas fallecidas
eran 86, sumado al autor del delito. Oficialmente, la AMIA terminó
contabilizando 85, aunque hasta 2016 solo mencionaba 84.
La Justicia argentina
atribuyó la responsabilidad de lo ocurrido en la mutual israelita como el
cometido contra la embajada de Israel a la organización islámica libanesa
Hezbolá y al entonces gobierno de Irán. Ambos niegan cualquier tipo de
implicancia. Entre el 19 y 27 de julio, tendrían lugar otros atentados
terroristas contra la comunidad judía en el mundo. Entre ellos, un pequeño
avión que realizaba un vuelo interno en Panamá estalló en el aire. Murieron las
21 personas a bordo, de las cuales 12 eran judías. Asimismo, un artefacto
explosivo estalló frente a la embajada de Israel en Londres, dejando 20 heridos
y al día siguiente otro frente a una organización caritativa judía en el norte
de la capital británica, donde cinco personas fueron heridas. El atentado a la
mutual judía abrió otra brecha de impunidad en la historia política del país: a
29 años aún no se conocen quiénes fueron los autores de este crimen y, en
consecuencia, no se pudo impartir justicia. Junto a los reclamos por el
esclarecimiento de los hechos y el juzgamiento de sus responsables, diversos
esfuerzos realizados por los familiares de las víctimas han trabajado para
mantener viva su memoria y por la búsqueda de justicia. Asimismo, la
institución AMIA realizó algunas intervenciones en el espacio público para
recordar y construir una memoria colectiva sobre este acontecimiento. El
objetivo de estas propuestas apunta a reflexionar en tiempo presente sobre el
rechazo a todas las formas de violencia, acerca de cómo nos relacionamos con
los otros y cómo reconocemos en la diversidad una forma potente de pensar la
vida en común.
Fuentes:
No hay comentarios:
Publicar un comentario