Elbio Eduardo Araujo Penón, nació en Colón (Entre Ríos) el 2 de septiembre de 1962. Hijo de Elbio Laureano Araujo y de María del Carmen Penón. Tenía tan solo cuatro meses de edad, cuando su familia se trasladó a Capital Federal.
Realizó
sus estudios primarios en la escuela “Elías Riopedre” de Palermo y los
secundarios en el Colegio: “Achaval Rodríguez”. Sus amigos lo llamaban
“Agapito”, “Cabezón” y “Ñato”. Acostumbraba pasar las vacaciones de verano en
Colón, donde residían sus familiares y amigos íntimos, compañía que disfrutaba
ampliamente. Durante su estancia en Entre Ríos, animaba fiestas y reuniones con
ayuda de su guitarra, ejecutando especialmente canciones de Sui
Generis, Luis Alberto Spinetta y Morris. Afín a sus tradiciones
también interpretaba el estilo de música folklore. Amante de la pesca y los
fogones en la playa. Enérgico y activo; andar a caballo, hacer asados, e ir a
bailar con amigos, eran sus actividades preferidas. Jugaba al fútbol e intentó
hacerlo de modo profesional en el Club Atlético River Plate. Sus allegados lo
recuerdan como un “ser con luz propia”. Extrovertido, agradable y gracioso. Su
casa era refugio de amigos, quienes recuerdan su comicidad como un tesoro
incondicional de su carácter. Tuvo incursiones en el ámbito laboral como
repartidor de pastas, colaborador en un almacén, ayudante en el circo, etc. Era
un joven emprendedor y hábil. Capaz de ejercer cualquier actividad para
solventar sus gastos. Se radicó en Berazategui en el año 1979. Elbio
Eduardo hizo el servicio militar obligatorio en 1981. El 20 de junio
juró “defender a la Patria y la Bandera hasta dar la vida”, y en marzo del 82
le dieron la baja. Cuando convocaron a la guerra de Malvinas, él dijo: “Me
tengo que presentar”. Según Fernanda, su papá “siempre nos
inculcó el valor de la palabra. Él sintió el llamado de la Patria y dos días
después le llegó la notificación; estaba feliz”. Cuenta María del Carmen que: “Él
se fue de casa el viernes 9 de abril. Un Viernes Santo. El domingo 11 fue el
cumpleaños del padre. Entonces fuimos al Regimiento (de Infantería Mecanizado
7° de La Plata). Después de insistir, nos dejaron entrar a saludarlos. Nos
encontramos en la plaza de Armas. Empezó a sonar el himno y ¿sabés qué hizo? Se
puso en posición recta para cantarlo, con la mano así (pone los dedos firmes y
estirados junto a su ceja derecha).
Cada vez que yo canto el himno, lo tengo a
él en esa posición, pegadito a mi hombro. Ese 11 de abril fue el último abrazo
que nos dimos”, describió. Y continuó sin interrupciones: “El lunes 12 fuimos
de nuevo y no nos dejaron entrar. Volvimos el martes 13. Insistíamos, pero
nadie nos dejaba pasar. Se ve que estaban preparando todo y nadie nos decía
nada. A la tardecita se empezó a escuchar la banda de música, los estaba
despidiendo. Se abrió la puerta del cuartel y empezaron a salir los camiones
militares. En uno de esos, que era una especie de combi, lo vimos. Sacó medio
cuerpo de una ventanilla y empezó a gritar "volveremos, ¡Byyyyyyyeee,
Byyyyyyyeeee! Corrimos atrás del camión y su imagen se hizo cada vez más
chiquita. Esa fue la última vez que lo vi”. Cursaba el 5º año de sus estudios
secundarios cuando se inició el acontecimiento histórico del que fuera
protagonista y partió al área del conflicto, con la más genuina convicción. Sus
compañeros de curso se sentían hondamente impactados por el vacío que dejó su
ausencia, ya que era un joven bullicioso y encantador. Había sido incorporado
al Ejército Argentino revistando en el Regimiento Infantería Mecanizado 7
“Coronel Conde”, de la Ciudad de La Plata (Bs. As.). En él cumplió su período
de instrucción y de servicio militar. Iniciado el conflicto bélico de Malvinas
fue transportado a nuestras islas Malvinas el martes 13 de abril de 1982. Arribó,
vía aérea, a las 11 de ese día. Fue destinado a la defensa de Monte Longdon (Isla
Soledad). Habla de su espíritu el hecho que, en Monte Longdon, con una lata de
dulce de batata vacía empezó a tocar “La Colina de la vida” (de León Gieco)
contagiando con su canto a todos sus compañeros. El 26 de abril de 1982, la
familia Araujo recibió la primera carta de Eduardo. “El 14 llegamos
a las Malvinas', fue lo primero que nos escribió. Nos decía 'acá no va a pasar
nada', pero yo no terminaba de creerle del todo”. Ante la escasez de la
información sobre lo que sucedía en las Islas, María del Carmen se las
rebuscó para mantenerse informada.
“Nos enterábamos poco de lo que pasaba ahí.
Me tomaba varios minutos para poder enganchar en la radio la sintonía de Radio
Colonia, una emisora uruguaya que decía otras cosas respecto a lo que decían en
las radios argentinas. Mi marido me lo tenía prohibido. Me decía “apagalos a
esos que mienten todo el tiempo”, y yo le respondía “¿Y si dicen la verdad…?”. Luego,
la familia recibiría entre los primeros tres días de junio de 1982 el segundo y
último telegrama de su hijo. Hay detalles tan simples como conmovedores:
“Disculpen la letra, les escribo a la luz de los fósforos pues la situación así
lo impone”. El héroe estaba en su pozo de trinchera, en Monte Longdon.
“Quédense todos tranquilos que el Soldado Araujo monta guardia por la
Argentina, la de todos, próspera y soberana y que le es fiel a su juramento”. Y
el tema del hambre y la escasez de comida también lo pudo describir: había
camaradería, amor al compañero: rompieron una galletita en cinco pedazos para
comer los cinco integrantes del pozo… Falleció en el más encarnizado combate
terrestre entre las fuerzas argentinas y británicas en Monte Longdon, en
actitud de servicio para la compañía B de la que formaba parte, el 11 de junio
de 1982 a los 19 años de edad. Venía con los elementos de rancho, caminando y
apenas cubriéndose entre las piedras cuando un proyectil explotó cerca de él
causándole la muerte en forma instantánea. Quien fuera jefe del sector dio este
testimonio: “A las ocho de la mañana del día 12 habíamos regresado 78 hombres
de los 278 que participaron en la batalla de Monte Longdon. Los otros estaban
muertos, heridos o prisioneros del enemigo. Asistí a ejemplos formidables de
valor. El RI 7 no tuvo un solo desertor. Y lucho hasta el fin. Ninguno de los
oficiales o soldados fueron muertos por la espalda”.
Después del final de la
guerra, fue desesperante el peregrinar por el hospital de Campo de Mayo.
Llegaron muchos heridos y hasta un compañero de Elbio Eduardo. María
del Carmen y Fernanda fueron testigos cuando
algunos soldados salían corriendo por la galería y mientras gritaban “¡¡¡Mamá,
acá estoy, mamá!!!”, se abrazaban hasta estrujarse con los familiares... Elbio
Eduardo nunca apareció. Los restos de Elbio Eduardo se
encuentran en el sector este del cementerio argentino de Darwin. El acta de
defunción Nº 235 extendida en la ciudad de Buenos Aires por el Registro del
Estado Civil el 8 de octubre de 1982 lo da por fallecido el día final de los
combates, 14 de junio de 1982. Su nombre está inscripto en el muro oeste, placa
2, línea 6 del citado cementerio argentino de Darwin. También figura su nombre
en la placa 2, primera línea, del monumento nacional a los caídos en la gesta
del Atlántico Sur sito en la plaza San Martín de Retiro (Bs. As.). Fue
ascendido a cabo post mortem. Se le otorgó la condecoración “La
Nación Argentina al muerto en combate”. La ciudad de La Plata lo
recuerda en el monolito de homenaje de la provincia junto a otros tres hijos de
Berazategui. Se le erigió el primer busto del país a un soldado en su ciudad
natal en la Plazoleta “Malvinas Argentinas” ubicada frente a la estación de
ómnibus. En Arana, lugar donde se reubicó el regimiento, se ha plantado un
roble y al pie una cruz en su nombre. La que aporta la información es su
hermana María Fernanda Araujo quien aduce que viajar a las Islas
Malvinas fue una experiencia incomparable. Ya que al llegar a Monte Longdon el
18 de Marzo de 2005 y ubicarse al pie del mismo, percibió como no podía
articular los músculos de su cara del intenso frío, lo que la condujo a pensar
en el inconmensurable valor que tuvo su hermano al soportar las inclemencias
climáticas, entre otras. Reflexionó sobre la experiencia de su hermano, y lo
considera un héroe aun estando vivo, ya que, asistiendo a una situación tan
crítica, seguía convencido de defender su patria, tal como lo asevera en las
cartas. Se sintió extremadamente orgullosa por el coraje que tuvo su
hermano. No encuentra palabras para
describir la experiencia.
Fuentes:
• Libro “Elbio Eduardo y Malvinas”, de Lionel W. Farías
• Facebook Héroe Elbio Eduardo Araujo Penón
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