Colón entregó a varios de sus hijos para defender la Patria, para reivindicar la soberanía nacional sobre nuestras Islas Malvinas. Algunos volvieron, y reivindican la gesta manteniendo viva la memoria día a día como Veteranos de aquel conflicto armado. Son testimonios vivientes. Otros quedaron allí, custodiando nuestras islas.
Aquí quedaron madres, esposas, hijos, a quienes también debemos tributo, reconocimiento y respeto. A ellos, a nuestros héroes Caídos en la Guerra de Malvinas por siempre Honor y Gloria.
En la noche del 10 de mayo de 1982 el buque civil “Islas de los Estados” navegaba el estrecho San Carlos cuando fue alcanzado por un misil proveniente de un barco inglés.
Entre sus tripulantes se encontraba el colonense Antonio Manuel Lima, que falleció junto a 24 compañeros. Como tantos jóvenes colonenses a los 18 ingresó en la marina mercante buscando un mejor futuro para sus vidas.
El 26 de marzo de 1982 estaba de franco en su casa de Colón, viviendo junto a su esposa Elena Inés Gasí y sus hijos (María Elena y Armando Antonio) cuando fue convocado por la empresa naviera propietaria del barco “Islas de los Estados” a cumplir servicios en el Sur y luego hacia las Islas Malvinas.
A pesar de estar en época de descanso, Antonio se embarcó para cumplir con su servicio y ayudar a la patria. El 10 de mayo de 1982 su barco fue bombardeado de manera injustificable por los ingleses, perdiendo la vida en las frías aguas del sur.
Desde abril de 1995 una calle lleva su nombre al igual que la Escuela de Formación y Capacitación para el personal de la Marina Mercante Nacional de Colón que funciona en el edificio de Prefectura.
Antonio fue el único Marino Mercante entrerriano fallecido en el conflicto.
El ARA “Isla de los Estados”, era un barco mercante español construido en 1975 en Guijón y llamado “Trans-Bética”, que fue incorporado en diciembre de 1980 a la Armada Argentina y se rebautizó como “Isla de los Estados”, adoptando el nombre de la legendaria isla que había inspirado a Julio Verne para una de sus mejores novelas.
Vale destacar que fue la primera embarcación argentina en atracar en Puerto Stanley el día de la invasión, hecho que tuvo lugar a las 12.00 del 2 de abril.
Durante la noche del 9 al 10 de mayo, el ARA “Isla de los Estados” navegaba aguas del Estrecho de San Carlos, en dirección a Bahía King (Puerto Rey), después de descargar pertrechos en Bahía Zorro (Fox Bay) durante buena parte del día.
Los ingleses localizaron el buque mercante en el Estrecho de San Carlos y a pesar de pertenecer a la marina mercante, fue atacado cerca de las 22;00 horas estando a unas diez millas de Puerto Mitre (también conocido como Puerto Howard).
El barco atacante era la fragata pirata HMS Alacrity, que, sin piedad alguna, hizo numerosos impactos en el buque, el ARA “Isla de los Estados” estaba ardiendo y escorado a estribor hasta que se produjo la explosión de los tanques de combustible y el barco se hundió en un lapso de menos de 10 minutos, arrastrando consigo a la tripulación. La nave de referencia tenía 81,4 metros de eslora, 3.900 toneladas de desplazamiento y una velocidad máxima de 14 nudos.
Luego del ataque la fragata inglesa se retiró del lugar rápidamente sin cumplir con los códigos de los marinos, sin siquiera intentar rescatar a los náufragos.
Al ser de noche, la situación empeoró las cosas. Pereció toda la tripulación, a excepción de cuatro sobrevivientes, aunque dos no llegarían a la costa.
Digno de aquél que arroja la piedra y esconde su mano, sin afrontar las consecuencias. Lo correcto hubiera sido socorrer a los náufragos. De no haber actuado en forma negligente, se hubieran salvado dos marinos argentinos. Años después, se supo que el capitán de la fragata HMS Alacrity, llamado Chris Craig, literalmente había salido huyendo, porque adujo que “creía que toda la zona estaba llena de tropas argentinas”.
El almirante Sir John Forster Woodward, a cargo de la Task Force, le había ordenado a la fragata Alacrity que recorriese, la noche del 10 de mayo, de sur a norte y en toda su longitud del estrecho de San Carlos, que separaba las islas Soledad y Gran Malvina. Su misión era descubrir si sus aguas estaban minadas y si existían defensas costeras que pudieran comprometer las operaciones para re invadir las islas.
Durante su silenciosa y tensa travesía nocturna, la Alacrity detectó un barco de superficie. Craig ordenó preparar el cañón de 4.5 pulgadas y lanzó una bengala, luego de algunos minutos efectuó una serie de disparos, haciendo desaparecer el contacto de sus pantallas. Había hundido al transporte mercante argentino “Isla de los Estados”.
Perdido el secreto de su misión, Craig ordenó poner en máxima potencia a sus motores para salir del estrecho y alcanzar a toda velocidad la seguridad de aguas abiertas, donde además esperaba encontrarse con otro barco británico. A la salida del estrecho de San Carlos, a las 01:30 horas del día 11 de mayo, la fragata por poco es hundida por el submarino argentino San Luis que le disparó dos torpedos, uno estalló, pero se ignora dónde.
Al momento del ataque, la mitad de la tripulación se hallaba en sus puestos en tanto la otra, descansaba en sus camarotes.
Sólo 4 personas de la tripulación del Isla de los Estados pudieron escapar y alejarse apreciablemente del buque, pero dos de ellas murieron al dirigirse a la costa.
Tras la explosión en el Isla de los Estados, el Capitán de Corbeta Alois Esteban Payarola, uno de los pocos supervivientes en el puente, salió hacia el costado de babor donde se encontró con el mayordomo Omar Héctor Sandoval (nacido el 9 de noviembre de 1929 en La Plata; tenía 52 años, una esposa y tres hijos de 19, 17 y 16 años que esperaban ansiosos su vuelta a la casa) y el marinero Alfonso López, y entre los tres consiguieron lanzar al agua una de las balsas inflables. López se tiró al agua por la popa y cayó dentro de la balsa, puesto que no sabía nadar. El mayordomo no tuvo tanta suerte. En su zambullida fue a impactar con una parte saliente del casco y cayó al mar sin sentido. Desapareció bajo las aguas antes de que sus compañeros pudieran prestarle auxilio. No eran los únicos que intentaban escapar del desastre porque cerca de ellos se oían gritos, cuya procedencia no se podía determinar. Seguramente se trataba de otros supervivientes que intentaban lanzar alguna balsa por haber quedado inservibles los botes salvavidas.
En pocos minutos, la escora del ARA “Isla de los Estados” llegaba a los noventa grados, antes de abandonar la nave, Payarola estuvo deambulando por la misma mientras se escuchaban explosiones menores, hasta que decidió lanzarse al agua helada. Se dirigió nadando hacía un punto de donde provenían gritos. Era una de las balsas en las que habían conseguido embarcar los marineros Antonio Máximo Cayo y Manuel Olveira que lograron salvarse pocos minutos antes que se hunda el barco.
Aunque la segunda balsa se encontraba en bastante mal estado, Olveira y su compañero ayudaron a subir a Payarola que acababa de llegar. El frío era intenso y todavía se escuchaban por la zona algunos gritos mientras observaban en la oscuridad si encontraban a otros náufragos.
El Capitán de Corbeta Payarola pensó que con los tres encima la balsa no duraría mucho, decidiendo lanzarse de nuevo al agua. Optó por dirigirse nadando hacia un bulto negro que resultó ser la otra balsa con el marinero López, el Capitán Panigadi y el Primer oficial Bottaro. Los dos oficiales pudieron escapar del puente tras la explosión y los había recogido López.
Entre los tres le ayudaron a subir a bordo. Esta balsa se encontraba en buen estado, aunque la corriente les alejó de la zona del hundimiento, dejando de oírse las voces. En esos momentos, el ARA “Isla de los Estados” ya había desaparecido bajo las aguas con buena parte de su tripulación en el interior.
La costa estaba a la vista. No quedaba más remedio que remar para acercarse antes de que la corriente terminase por arrastrarlos mar adentro. En un arrebato, el Capitán Panigadi se tiró al agua iniciando una lenta aproximación a nado hacia la costa. El siguiente en hacerlo fue el Primer oficial Bottaro, el único que llevaba chaleco salvavidas. Más tarde, Payarola llegó nadando a tierra al mismo tiempo que remolcaba la balsa con el marinero López a bordo. Entretanto, ambos pudieron observar como el Capitán del buque, Tulio Néstor Panigadi se desviaba de la buena dirección y continuaba nadando hasta perderse de vista (quizá decidió que no podía seguir viviendo al hundirse su barco y su gente), y como se le agotaban las fuerzas al Primer oficial Bottaro en su particular aventura. Más tarde, el cuerpo del Capitán Panigadi, fue recuperado por los hombres del Río Carcarañá.
Respecto a la segunda balsa y sus dos ocupantes, donde estaba Olveira, nunca más se supo que fue de ella.
Así fue como veinticuatro héroes (14 civiles y 10 militares) murieron, integrando la lista de los 649 patriotas que ofrendaron sus vidas en Malvinas.
Finalmente, el marinero Alfonso López y el capitán de Corbeta Alois Esteban Payarola alcanzaron una isla en medio del estrecho de San Carlos. Allí, en la isla Cisne, debieron soportar bajas temperaturas y sobrevivieron comiendo lo que encontraron y bebiendo agua de lluvia, hasta que el 16 de mayo (6 días después) fueron rescatados por el buque mercante Forrest de 250 toneladas de desplazamiento y una velocidad de 9 nudos que fue requisado y puesto bajo el mando del teniente de navío Rafael G. Molini. El buque pertenecía antes del 2 de abril, la Gobernación Colonial y realizaba tareas para la Falkland Islands Company, la compañía propiedad de Margaret Thatcher y su esposo.
De los dos supervivientes, el marinero gallego Alfonso López (que llegó al país a los 15 años, trabajó como marino mercante), tras sobrevivir al hundimiento de su barco siguió en la mar como contramaestre hasta su jubilación en 1992, falleciendo el 24 de septiembre de 2005. En tanto que el Capitán de Corbeta Alois Esteban Payarola, se le otorgó la Medalla al valor en combate y vive en la actualidad en Bahía Blanca.
La marina mercante demostró el heroísmo y patriotismo en los momentos bélicos, la contribución de sus hombres es poco conocida. Embarcaciones como cargueros, remolcadores, petroleros, pesqueros y naves enfrentaron difíciles circunstancias que no fueron impedimentos para trasladar pertrechos, sanidad, vehículos, hombres y elementos de combate.
Ellos no tienen tumba, son héroes que no se pueden visitar, se encuentran en la profundidad del mar, solo se llega con el recuerdo y el honor permanente.
Fuentes:
• Guerraaltlanticosur.blogspot.com
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