domingo, 20 de noviembre de 2022

Música de circo

 


Cuando se piensa en el circo, enseguida vienen a la mente las imágenes de payasos, trapecistas y domadores de fieras. También de acróbatas, funambulistas, contorsionistas, magos y dominadores de otras artes circenses.

De una gran carpa, de muchos carromatos y de una numerosa troupe de artistas itinerantes que conviven con animales salvajes. De una luminosa pista, un animador y una orquesta que anuncia cada número y proporciona el ambiente sonoro adecuado en los momentos más brillantes, con redobles de tambores que mantienen la tensión y erizan los cabellos en los más peligrosos o delicados. En el circo sólo puede haber risas y fantasía, admiración y aplausos, infantes felices y adultos que se vuelven niños, aunque detrás se oculten esfuerzos, sudores, lágrimas, miserias humanas. El circo se inventó para soñar. En cierta medida, la música para circo ha de ser similar a una banda sonora. La forma y función de la pieza musical se debe adaptar a la propia evolución del espectáculo, y no al revés, salvo aquellos que tengan un contenido estético muy concreto y se desarrollen específicamente para un tema musical, pero esto es una excepción.  Evidentemente no requiere la misma música una función en la cuerda floja o trapecio, con sus momentos de tensión, que la actuación de los payasos, o el comienzo y fin de la representación. Este punto, como es normal, ha seguido una evolución a lo largo de los años. No es lo mismo la música que se realizaba en los pequeños circos de principios del siglo pasado, que iban deambulando de pueblo en pueblo, que la música de un gran espectáculo actual, como el Cirque du Soleil, donde este género ha alcanzado su máximo esplendor. A groso modo, la música ha derivado de unos orígenes humildes, donde la orquestación era casi inexistente. Aunque los circos existen desde la época de los antiguos romanos, la música circense comenzó como una actuación de un violinista o un flautista. La música podía ser de un intérprete con un violinista, un flautista, o bien lo que tuvieran a mano para acompañar, sin grandes pretensiones. La época dorada llegó a finales del siglo XIX y principios del siglo XX, sobre todo en los EEUU. El primer director e intérprete de circo moderno fue Philip Astley (1742-1814), un veterano de la Guerra de los Siete Años y un hábil ecuestre. Con sus habilidades de equitación y la adición de malabaristas, acróbatas y payasos, Astley abrió el primer circo de París en 1782. El primer compositor conocido de música circense fue Charles Dibdin (1745-1814).
Fue socio de Astley y también fue quien financió el teatro utilizado para el circo real. El tipo más común de música es la marcha circense. Se caracteriza por un tempo rápido, generalmente alrededor de 200 latidos por minuto, y melodías que contienen características llamativas como saltos, carreras y fanfarrias. Es difícil para los "windjammers" (músicos de circo) tocar debido a su ritmo rápido. Las marchas sirvieron para muchos propósitos durante el transcurso de un circo. A menudo se usaban para grandes entradas y salidas, oberturas y finales, actos con animales salvajes u otros actos de tipo temerario. Los circos comenzaron a acompañarse de grandes bandas, principalmente de instrumentos de viento metal, trombones, saxofones, etc. Esto fue en progresión hasta que en la segunda mitad del siglo XX se alcanzó el máximo esplendor de las bandas circenses, sumando clarinetes, flautas y demás. Hasta este momento se empleaban básicamente instrumentos de orquesta acústicos. El predomino del viento otorga una particular majestuosidad a esta música. A partir de los años 80 del siglo pasado, fue cuando se ve que estas orquestas se fueron modernizando y empezaron a incluir instrumentos sintetizados, guitarras eléctricas, etc., hasta alcanzar lo que se puede ver hoy en día en cualquier gran espectáculo. Sin duda, en muchos espectáculos circenses los niños son los protagonistas y, como es lógico, la música ha de ser adecuada para ellos. En este caso, predomina una melodía alegre y pegadiza frente a una mayor complejidad armónica, como es normal. La estructura de la pieza ha de ser sencilla. Los peques de la casa van al circo a disfrutar de un espectáculo, no a escuchar la música de sus grupos favoritos. Es decir, el objetivo es divertir. Este tipo de música suele ser algo repetitiva, con estrofas simples, para que todas aquellas personas que acudan al espectáculo puedan aprenderlas casi de inmediato. Es habitual que estos temas formen parte de la representación, es decir, que la canción sea la protagonista. Títulos como “Hola Don Pepito” dejan claro de lo que se habla.
En muchos casos, y más si se trata de payasos, se suele recurrir a entremezclar sonidos o ruidos característicos para reforzar el espectáculo, y remarcar así un momento cómico o interactuar y sorprender a los pequeños espectadores. De nuevo se encuentran recursos similares a los empleados en música para publicidad o bandas sonoras para películas. Una música que, como se puede ver, es sencilla, pegadiza y que hace sentir alegres a los oyentes. Algo que, en contra de lo que se puede pensar, no siempre es sencillo de realizar. La canción de circo por excelencia es “La Entrada de los Gladiadores” (Vjezd gladiátorů), de Julius Fučík, interpretada en los circos cuando los payasos entran en escena, aunque su autor difícilmente esté particularmente contento por este hecho. La obra, en sus orígenes, era una marcha militar. El caso es que 13 años después de su composición llegó un compositor canadiense, Louis Philippe Laurendeau, quien le hizo unos arreglitos. Realizó una adaptación del tema para una banda pequeña y la renombró como “Thunder and Blazes”. Esta adaptación se hizo muy popular y el resto es historia. Igor Stravinsky compuso “Circus Polka”, “para un joven elefante”, inicialmente para piano y más tarde orquestada. En España y los países latinoamericanos existen unos grandísimos ejemplos de música de circo para niños, en los payasos de la tele, con los que muchos han crecido. Como ya se dijo, no serán grandes temas musicalmente hablando, pero han trascendido generaciones, y por algo será. Temas como “El auto de papá” o “La gallina turuleca”, permanecen en la memoria de algunos niños algo creciditos ya y siguen siendo escuchados y versionados hoy en día. Como ejemplo de música más actual se puede recurrir al clásico “Alegría”, del Cirque du Soleil.






























 





















 
 

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