En El Cairo no hay clubes nocturnos o recintos para que la gente joven baile o disfrute de la música en comunidad. No existen festivales ni veladas nocturnas como las que existen en occidente, donde los artistas locales o internacionales expanden tendencias o instauran nuevas vías sonoras.
Sí existen celebraciones y
obviamente está presente el interés universal en desarrollar propuestas
artísticas y culturales, aunque no poseen la logística necesaria para
madurarlas, aunque en la actualidad Internet favorece la evolución y conexión
de cualquier cosa. La República de Egipto hoy en día es un país envuelto en la
violencia y el conflicto. Luego del derrocamiento del dictador Hosni Mubarak,
se instauró la democracia, que no duró mucho ya que se produjo un golpe de
estado. La idea romántica de que ante la opresión y la ruptura florecen las más
revolucionarias mutaciones artísticas ha sido una constante durante el último
siglo musical. Sobran ejemplos, como en Detroit, una ciudad devastada por la
desaparición de la industria automotriz, unos adolescentes crearon el sonido Techno,
o en la criminalizada Chicago, en la que una comunidad a puerta cerrada
desarrolló el Footwork, o también el Hip-Hop, generado a partir de un
caldo de cultivo multicultural en uno de los barrios abandonados por el
gobierno de EEUU, el Bronx. Dadas las circunstancias y el contexto, el Chaâbi
se convirtió en la banda sonora de la revolución en Egipto. El Electro
Chaâbi, conocido también como Mahraganat, no es más que la música
festiva común en las celebraciones egipcias que ha superado el ambiente nupcial
y personal para instaurarse en los grandes centros pobres y rebeldes donde
convive la población joven, una eufórica forma de música árabe en la que
confluyen rasgos occidentales como el EDM y el Hip-Hop. El Mahraganat
es pura vivacidad, júbilo, color, roza lo carnavalesco y tanto su
interpretación como su identidad concuerdan con lo neurótico. Es de carácter
popular y no religioso. El término “Mahraganat”, que significa
“festivales”, fue adoptado por el conocido DJ Figo, quien fundió este género
con su single “Ana Baba, Yalla”, en el 2011. A pesar de la inmensa popularidad
del género, se desconoce su origen. Sin embargo, su primera pista conocida es
un ciber café de Medinat El Salam, un suburbio de El Cairo de clase
trabajadora, donde los jóvenes del barrio iban a ahogar su tiempo libre.
Allí
fue donde Dj Figo, ahora un icono, descubrió un software de música
gratuito con el que pudo empezar a experimentar y crear nuevos ritmos muy
básicos influido por la música Chaâbi. Su primer tanteo ya causó sensación. De
repente Dj Figo descubrió que la pista había viajado por todos los
cibercafés del barrio, y que todos los chicos querían tenerla. Incitado por la prueba de DJ Figo, otro artista más poético de
un barrio cercano, Amr Haha, produjo una pista más elaborada. no queriendo dejar
atrás su barrio, DJ Figo se dio cuenta de que podía utilizar los precarios
auriculares con micrófono del ciber para grabar voz en el software. El
resultado fue “Mahragan El Salam”, es el primer Mahraganat que se conoce.
El género nació en los mismos barrios de clase trabajadora de la capital
egipcia que dieron a luz a la música Chaâbi en los difíciles años 70,
marcados por las agresivas políticas neoliberales del régimen de Anwar El
Sadat. Pero sus cantantes se distancian intencionadamente de este género para
reivindicar el suyo como propio de su generación, con un flow distinto, una
música más rápida, voces sencillas y unos motivos particulares. Su punto de
inflexión llegó en 2010. En aquel momento, el género estaba profundamente
arraigado en los barrios, y fue gracias a la apuesta de productoras como 100
Copies que sus composiciones empezaron a sofisticarse y sus cantantes
comenzaron a aparecer en festivales. La revolución de 2011 favoreció aún más su
eclosión. A medida que el Mahraganat se ha ido haciendo
popular, inevitablemente captó la atención de las suspicaces autoridades
egipcias, que con su habitual actitud paternalista han lanzado varias campañas
para desprestigiar y silenciar el género bajo el pretexto de ser vulgar,
denigrante y alejado de lo que consideran los “valores egipcios”. En el
espectro opuesto, también hay quien critica el género por su aparente falta de
conciencia política.
Hoy en día, el Mahraganat sigue siendo un tabú
entre los estratos sociales más altos, no sólo por sus orígenes en los barrios
populares, sino también por el contenido de sus letras, que son a menudo
insinuantes, obscenas y hasta se burlan de figuras políticas, llegando a hablar
de temas que van desde la religión hasta el uso de drogas, siempre desafiando
al sistema. En una campaña del régimen contra el Mahraganat, el
oficialista Sindicato de Músicos intentó prohibirlo en algunos establecimientos
después de que dos populares cantantes entonaran, durante una abarrotada fiesta
de San Valentín en El Cairo, la letra del tema “Bent el giran” (la hija
de los vecinos), que reza que si la chica los deja van a empezar a beber
alcohol y a fumar hachís. Una referencia inaceptable a ojos del purista
sindicato, que volvió a la carga con una lista de temas Mahraganat que quiere
prohibir en la radio. Una muestra más de la persecución y censura del arte y de
los artistas por parte del régimen de Abdelfatá al Sisi. No obstante, los
artistas de Mahraganat están ganando popularidad ya que salen mucho más
rentables de contratar que los músicos de Chaâbi tradicional, y hasta han
aparecido en muchas películas y programas televisivos. Además, el Mahraganat
ya tiene su propio baile, que mezcla los movimientos tradicionales del baile
del vientre con Hip-Hop. Lo que define a una buena interpretación de la danza,
es que el bailarín logre parodiar la letra de la canción a través de sus gestos
para que el público, sea cual sea su nacionalidad e idioma, entienda el mensaje
que se está transmitiendo. Es probable que el Mahraganat siga creciendo
y algún día alcance el nivel del Hip-Hop en EEUU. Incluso hay
artistas que están mezclando el árabe con el inglés, con el objetivo de llegar
a una audiencia más amplia y global.
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